Capítulo 106. Luz y casa

Valeria

El amanecer tiene ese color enfermo que solo aparece en las ciudades que no han dormido. Desde la sala limpia, el vidrio se empaña con el vapor de los equipos encendidos toda la noche.

Lucía escribe comandos rápidos; Alejandro, detrás, sostiene un termo de café que no ha probado en horas. Yo observo la pantalla donde el mapa parpadea con rutas suspendidas, y siento que todo el país respira por cables.

Llevamos tres días sin una señal concreta del vuelo. Tres días desde que los alias «Ríos» desaparecieron del radar. Y, sin embargo, el nombre Villa Aurelia se repite en los registros como un eco que no quiere apagarse.

Lucía me lanza una mirada rápida.

—Nada nuevo en el rastreo civil. El vuelo figura cancelado.

—¿Y en el circuito de mantenimiento? —pregunto.

—Tampoco. Pero mira esto. —Amplía un recuadro en la esquina—. Tres facturas duplicadas de gasóleo industrial. Destino: zona alpina. Proveedor: Fundación Puertos Claros.

—Otra vez CENZ-15. —Alejandro frunce el ceño.

Asiento. E
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