Mundo ficciónIniciar sesiónTres años atrás, en un acto impulsivo, Nara se refugió en los brazos de un desconocido con mirada peligrosa y sonrisa letal. Aquella noche terminó con una nota de agradecimiento y dinero sobre la mesa, creyendo que nunca volvería a verlo. Pero lo que Nara no sabía era que de ese encuentro nacería Andrea, la luz de su vida. Hoy, el mundo de Nara se desmorona: Andrea tiene leucemia, y solo un trasplante de médula ósea o de células madre del cordón umbilical de un hermano biológico podría salvarla. Desesperada por el diagnóstico y sin más opciones, Nara se lanza a una búsqueda frenética del hombre que conoció solo por una noche —un hombre sin nombre, con rastros de sangre en el cuerpo y secretos aún más oscuros— con la esperanza de convencerlo de tener otro hijo que pueda convertirse en la salvación de Andrea. Cuando finalmente lo encuentra en el lugar más sórdido posible, Marco la sorprende tanto por el violento mundo en el que se mueve como por el magnetismo implacable que sigue ejerciendo sobre ella. Sin revelar la existencia de Andrea, Nara le propone un trato tan frío como desesperado: pagarle para que sea su amante durante seis meses. Lo que comienza como un acuerdo puramente físico pronto se complica cuando las emociones que creían extinguidas resurgen con fuerza. Entre noches ardientes, pactos peligrosos y verdades a medias, Nara deberá proteger a su hija no solo de una enfermedad implacable, sino también del hombre que podría arrebatárselo todo… incluido su propio corazón.
Leer másCapítulo 1
Nara mira a su amiga, aún no puede creer que Carlos, después de tantos años y de todo lo que había hecho por él, la hubiese engañado sin importarle nada. Él la dejó por una mujer rica, e incluso fue el mismo día en que se comprometió con su nueva novia que le pidió terminar la relación. —¿Desde cuándo te estaba engañando? —le pregunta Lina mirando la pantalla del televisor en la que se transmitía en vivo una lujosa boda de la alta sociedad,Carlos estaba tomando dulcemente la mano de la chica mientras caminaban hacia el altar. —Obviamente desde hace bastante, ya su relación está en el punto en el que decidieron casarse. —De verdad que te engañó, creía que estaba enamorado de ti, nunca me lo hubiese podido imaginar —Nara sonríe con tristeza. —Yo menos, Lina. Él era mi vida. Lina puede ver la tristeza en el rostro de Nara, se pone en pie de forma enérgica. —Deja de pensar en ese idiota, vamos conmigo. Hoy hay una fiesta en el bar, no quiero que te quedes aquí sufriendo por esta escoria. Nara lo piensa durante un momento, llega a la conclusión de que Lina tiene razón, apaga la televisión y corre a su habitación a cambiarse, cambiar de aire puede que le haga bien. … El ambiente en el bar es más movido de lo que esperaba. Lina comienza a saludar a todos los que conoce. Nara, queriendo evitar las miradas de pena, se sienta en la barra y pide un trago. Mira el vaso durante un segundo antes de beber el contenido de una vez. —Dame otro —le dice al chico tras la barra después de carraspear para aliviar el efecto del alcohol en su garganta. Lo bebe de un solo sorbo, repite la acción una y otra vez intentando adormecer todos los sentimientos que tiene atorados en el pecho. —¿Qué haces? —le pregunta Lina quitándole el trago de la mano—. Si sigues bebiendo de esta forma vas a desmayarte. —Eso quiero —le responde Nara y seca una lágrima que se le había escapado de los ojos - a lo mejor así dejo de sentirme tan imbécil. —Nara, ¿crees que vale la pena sufrir por ese idiota? —No, y eso me hace sentir más mal, siento que la idiota soy yo por no darme cuenta de lo que estaba sucediendo. Nara se ríe de forma frenética, se levanta y se tambalea por el alcohol. —¡Odio a todos los niños ricos que se creen que tienen derecho de jugar con las personas! —grita a todo pulmón y se tambalea chocando con alguien, siente unos fuertes brazos que la sujetan y se voltea para ver de quién se trata. —Lo siento —le dice Lina al hombre, este asiente. Pero no deja ir a Nara. Nara no dice nada, no puede dejar de mirar al extraño que la sujeta, es todo lo contrario de Carlos. Está desaliñado, lleva un pulóver negro sucio de polvo y una chaqueta sobre el hombro, su rostro está golpeado, pero aun así se ve atractivo, y la forma fuerte en la que la sujeta la hace sentir en el cielo. —¿Vas a quedarte en mis brazos toda la noche? —le pregunta el hombre a Nara. Lina la mira sonriendo, no estaría mal si conversa un rato con alguien y se olvida de Carlos. —Nara, ¿estás bien? —le pregunta Lina comprobando qué tan ebria se encuentra. —Perfectamente —le responde Nara incorporándose y mirándola. Lina asiente y se aleja. Nara se sienta de nuevo en la barra—. Lo siento mucho —le dice al hombre sin mirarlo. Él se sienta a su lado. —¿Así que odias a los ricos? —ella asiente, toma el vaso de alcohol que Lina le había arrebatado antes, va a beber, pero se arrepiente. —No. Solo odio a los hombres ricos —le aclara Nara. —¿Puedo saber por qué? —Nara lo mira a los ojos, se vuelve a topar con los golpes en su rostro. —Si me dices por qué tienes el rostro en ese estado. Marco no puede dejar de mirar a esta extraña mujer que cayó en sus brazos, esta chica le resultaba interesante. Se señala su propio rostro. —Esto fue en una pelea clandestina, pero no tienes que preocuparte por mí. El otro quedó peor. —Ella se ríe de lo que Marco acaba de decir. —Mi novio me abandonó —le dice después sin dejar de reír, cumpliendo con el trato que hicieron antes—. Se va a casar con una chica que puede darle todo el poder que yo no tengo, su familia quiere expandir la empresa y ella puede ayudarlo. Nara suspira, acaba de repetir todas las palabras que le dijo Carlos antes. —¿Quieres vengarte? —le pregunta Marco sin mirarla. —¿Qué? —pregunta Nara confundida. —Puedo ayudarte, y también puedo hacer que te olvides. Al menos por un rato. Marco se pone en pie sin previo aviso y la toma del brazo, la voltea en su dirección y la besa. No despacio, lo hace de una forma apasionada para que ella tenga claro lo que le está ofreciendo. —Yo… —dice Nara con dudas cuando él la deja ir. —Piénsalo bien, si dices que sí no hay marcha atrás. A Nara no le queda duda de lo que le ofrece, quiere que pase la noche con él. Lo vuelve a mirar, llega hasta sus ojos que la instan a responder de forma autoritaria, no necesita decir nada para que ella sepa que no tiene demasiada paciencia. Ella se pierde por un momento en el azul intenso de sus ojos. Tira del cuello de la camisa de Marco y lo besa. Él lo toma como su respuesta. Coge la mano de Nara y la hace caminar a su lado con paso apresurado. Marco saca a Nara del bar y la lleva al hotel que está junto a este, se registra y suben al ascensor. Siente los nervios de Nara. —¿Puedes permitirte pagar este hotel? —le pregunta Nara—. Hubiera estado bien con ir a tu casa. No está bien que gastes el dinero que ganaste con tanto esfuerzo en algo como esto. Marco se da cuenta de que ella cree que no tiene dinero, no la culpa por malinterpretar la situación, su ropa parece sacada de una tienda de segunda mano, tiene el rostro golpeado y le dijo que venía de una pelea clandestina, eso le causa gracia. —No te preocupes, hoy tuve una buena noche. Gané bastante —no la saca de su error. Nara entra en la habitación con los nervios a flor de piel. Marco no le da tiempo para que se ponga más nerviosa, la besa pegando su cuerpo a la puerta, deja que sus manos paseen por todo el cuerpo de Nara y ella no lo detiene. Lo besa con la misma necesidad y la misma urgencia, pone las manos debajo del pulóver de Marco y se deleita con el calor de su piel y la firmeza de sus músculos. Marco se da cuenta de que Nara está disfrutando tocar su piel y sonríe, da un paso atrás y se quita el pulóver de forma sensual, sintiéndose más que seguro de sí mismo. Nara traga en seco, el cuerpo de Marco es perfecto, un sueño para cualquier mujer. Con el valor que le daba el alcohol que aún corría por su cuerpo se acerca y pone ambas manos sobre su abdomen. Lo acaricia con dedos temblorosos. Marco no puede controlarse más, le quita de forma brusca el vestido que tiene puesto Nara y lo tira a un lado. La pone sobre la cama y se arrodilla entre sus piernas. Mira por un momento el contraste de la piel clara de Nara con el cabello negro que se riega sobre las sábanas. Abre su pantalón para liberar la erección que ya le está molestando y la expresión en el rostro de Nara cambia, intenta apartarse y él la sujeta con una sonrisa de triunfo. —¿Qué sucede? Te dije claramente que si aceptabas venir conmigo no ibas a poder arrepentirte. Nara solo había estado con Carlos desde la universidad, y ni por asomo tenía un amiguito tan grande como el de este hombre. La excitaba, pero al mismo tiempo le daba miedo. —No voy a lastimarte —le dice Marco y la besa. El resto de la noche pasó en una ráfaga de besos, caricias y gemidos. Nara cayó casi desmayada cerca de las cinco de la mañana y despertó cuando estaba saliendo el sol. Se quedó viendo a Marco, sus rasgos marcados, tanto que incluso dormido parecía peligroso. —Sí que lograste hacer que me olvidara de todo. Dice Nara bajo y se levanta de la cama. Se viste a toda prisa, no quiere estar ahí cuando él se despierte, esto fue una aventura de una noche y tiene que permanecer de esa forma. Cuando se pone los zapatos ve la ropa de Marco en el suelo, debe de ser muy pobre como para ir a un club de ese tipo vistiendo esa ropa. Mira a su alrededor. Sabe que no es un hotel barato, saca de su cartera algo de dinero y lo coloca encima de la mesa de noche de Marco con una nota. ‘GRACIAS, EN SERIO CUMPLISTE CON TU PALABRA’ Se marcha a toda prisa.Capítulo 123Marco camina de un lado a otro sin conseguir enfocarse.Las paredes blancas del hospital parecen cerrarse a su alrededor, el zumbido de las luces se mezcla con el ruido de las máquinas y los pasos apresurados de enfermeras que entran y salen. Nadie le dice nada de Nara ni de su hijo, y la desesperación se apodera más de él con cada minuto que pasa.Siente las manos sudadas, el corazón golpeándole el pecho como si quisiera escapar. Cada pensamiento lo tortura. *¿Y si el bebé no sobrevive? ¿Y si ella no vuelve a abrir los ojos?*No puede soportarlo.Lina está igual.Sentada frente a la puerta de emergencias, con los ojos fijos en la rendija por donde cada tanto pasa una sombra, ni siquiera pestañea. Cada vez que un médico cruza el pasillo, ella se levanta de golpe esperando escuchar el nombre de Nara. Pero nadie lo pronuncia.El silencio pesa. Duele.Tres horas más tarde, por fin la puerta se abre.Un doctor con expresión sombría se acerca, su rostro cubierto por la máscara
Capítulo 122 Nara no está dispuesta a mostrar debilidad en ningún momento. Por dentro, siente que el miedo la carcome lentamente, pero no va a dejar que esa mujer —la misma que la crió y la traicionó— vea ni una grieta en su coraje.Permanece quieta, con la espalda erguida y las manos aún atadas, mientras la observa fijamente. Sus ojos están rojos por el golpe, la frente tiene un pequeño hilo de sangre, pero su expresión es desafiante.—Deja de mirarme así —le espeta su madre con una mezcla de fastidio y superioridad—. Yo no soy la mala de la historia.Toma el teléfono que descansa sobre la mesa de madera carcomida y lo sostiene con firmeza. —Si no te comportaras de forma tan altanera y me hubieses ayudado, esto no estaría pasando.Nara no parpadea. Cada palabra de esa mujer le causa asco, no solo por lo que dice, sino por cómo lo dice, como si de verdad creyera tener la razón.—Si quieres justificarte, no voy a detenerte —responde con calma, aunque por dentro su corazón late tan fu
Capítulo 121Los ojos de Nara se abren con dificultad. El golpe en la cabeza la dejó aturdida; todo le da vueltas como si una nube densa se hubiese instalado detrás de sus párpados. No está consciente al cien por cien, pero hay cosas que no necesitan lucidez para ser entendidas: la certidumbre de que esto tiene que ver con su madre, que aquella mujer es capaz de cualquier cosa por proteger a Neida, y que si cree que Nara es culpable, entonces la hará pagar.Tarda unos segundos en hacerse plenamente consciente del lugar: un auto, luces nocturnas que se deslizan por la ventanilla, el murmullo del motor. Mete la mano con cuidado debajo de su ropa y nota el alivio frío de la tela contra su vientre; el bebé está allí, vivo. Un hilo de sangre le corre por la sien; se lo toca y lo nota húmedo. Respira hondo, a pesar del mareo.—¿Quién eres? —pregunta al hombre que conduce, con voz más rota de lo que quisiera.El conductor no contesta de inmediato. Mira por el retrovisor y sus ojos apenas se
Capítulo 120Isabella sonrió con ironía antes de lanzar el libro contra la mesa de centro. Ver a Eva en la sala le producía tanto desprecio como diversión: cuando la echó de su vida tres años atrás, comprobó que era una mujer incapaz de sostener nada suyo, que había vendido comodidad y estatus por una noche de pasión y unos cuantos millones. Nunca imaginó que traerla de nuevo resultaría tan inútil.—¿Creíste que con cinco millones ibas a comprar todo? —bufó Isabella—. Eras una decisión absurda entonces, lo sigues siendo ahora.Eva había vuelto porque Isabel la llamó. Creyó que, quizá, con la ayuda suficiente podría recuperar lo que perdió. Grave error. Desde que regresó, Isabella la había vigilado como una fiera y la había humillado con cada una de sus palabras; sin embargo, Eva venía desesperada, con la misma mezcla de actrices que había usado siempre: llanto estudiado, voz temblorosa, promesas de cambio.—No me culpes a mí del encanto de esa… —dijo Eva, señalando a Nara con un odio
Capítulo 119 A altas horas de la noche, Marco consiguió llevar a Nara a casa, después de dejar a Andrea estable y atendida por los mejores médicos del hospital.La villa estaba en completo silencio, bañada por la tenue luz del vestíbulo.Apenas cruzaron la puerta, Marco vio a su abuelo sentado en el recibidor. El anciano los observó en silencio y suspiró con evidente frustración.Nara notó que necesitaban hablar a solas. Le rozó la mano a Marco y subió las escaleras sin decir una palabra, dándole un gesto tranquilizador antes de desaparecer por el pasillo.Marco se sentó frente a su abuelo. Si él había ido personalmente hasta la villa, era porque se trataba de algo serio.—Dime sin rodeos —le advirtió Marco con cansancio—, mi ánimo no está para rodeos esta noche.—Esa mujer vino a verme —dijo el anciano, cruzando las manos sobre el bastón—. Me dijo que, si no te casas con ella, se llevará a su hijo del país.Marco sonrió con sarcasmo.—Que se lo lleve.—No hables tan a la ligera —le
Capítulo 118La boda de Lina fue algo rápido, puro trámite, justo como ella quiso.No había flores, ni música, ni vestidos elegantes. Solo firmas, sellos y un silencio que pesaba más que cualquier ceremonia.Para ella, aquel matrimonio no era una celebración, sino un escudo, una barrera definitiva contra su familia, que parecía empeñada en venderla una y otra vez.Cuando Dario le propuso hacer una boda grande, con invitados y fiesta, ella se negó por completo.—Siento que me estás utilizando —le dijo Dario, de pie frente a la notaría, con una sonrisa amarga.—¿Te molesta eso? —preguntó Lina, sosteniendo el certificado de matrimonio entre las manos.—No —respondió él con calma—. Siempre que seas mi esposa, todo lo demás es irrelevante.Nara observaba la escena con una mezcla de alivio y orgullo.Ver a Lina casarse, después de todo lo que había vivido, era algo que jamás pensó que presenciaría.Pero la calma duró poco.Un auto se detuvo frente a ellos.De él bajaron los padres de Lina.





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