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Capítulo 4

—Quiero que seas mi amante —dice Nara sin vacilar, su voz firme, sin el menor atisbo de duda—. Estoy dispuesta a pagarte, por supuesto. Dime tu precio.

Marco la observa con una ceja arqueada. La reconoce enseguida: es la pequeña fugitiva de hace cinco años, la única mujer que se atrevió a salir corriendo de su cama sin que él se lo permitiera. También la única que le dejó dinero después de pasar la noche juntos. Debe de creer que él es algún tipo de gigoló; en el pasado le dio dinero, y ahora vuelve a por más.

—¿Por qué quieres que sea tu amante? —Marco pregunta con el rostro inexpresivo; acaba de terminar un partido y aún lleva consigo un aire de agresividad.

La oscuridad que ahora lo rodea la ponne muy nerviosa a Nara. No había preparado una respuesta para eso. Improvisa lo más rápido que puede.

—No he podido olvidarte. Durante todo este tiempo no he dejado de pensar en ti ni en las cosas que me hiciste aquella noche. Eres el mejor amante que he tenido. Es imposible borrar de mi cabeza todo lo que hicimos en esa cama.

Lo dice de corrido, como si lo hubiera ensayado diez veces en el camino. Marco se da cuenta de inmediato: lo acaba de inventar. Se cruza de brazos, con una media sonrisa.

—Sé que soy bueno en la cama, pero no creí que alguien que desapareció antes de que despertara, sin dejar nada más que una nota de agradecimiento y algo de dinero, viniera después de tanto tiempo a buscarme.

—Te busqué antes, pero no pude encontrarte —se justifica. No es del todo mentira, aunque Marco no parece convencido.

—Tampoco quiero que sigas lastimándote en peleas como esta —añade Nara, señalando el corte que él tiene sobre la ceja—. Si quieres usar tu cuerpo para ganar dinero, hazlo en mi cama.

Lo mira fijamente, pero la intensidad de los ojos de Marco la obliga a bajar la vista.

Marco se echa a reír. Ella debe de creer que su situación económica es pésima, y eso le resulta muy gracioso.

—¿Entonces vas a darme dinero? —pregunta él, divertido. Nara asiente. Marco no cree que ella tenga ni siquiera la mitad de lo que él carga en la cartera, pero la situación es tan entretenida que decide seguir el juego.

—¿La cantidad que te pida?

Nara duda un momento. Su liquidez es limitada… pero Andrea es más importante que cualquier cifra.

—Mientras sea algo razonable. Solo te pido que seas mi amante durante seis meses —dice al fin. Seis meses deberían bastar para quedar embarazada. Aún es joven, su cuerpo está sano.

—¿Por seis meses de mi tiempo? Deberías darme al menos… —se detiene a pensar. Quiere probar hasta dónde está dispuesta a llegar—. Doscientos mil.

Eligió esa cifra exorbitante a propósito, esperando que ella se echara atrás o reaccionara escandalizada. Pero para su sorpresa, Nara ni se inmuta.

Eso no estaba ni cerca de lo que tenía Nara en su cuenta, pero poco le importaba.

—Me parece bien —dice con firmeza—. Solo deja que te lo pague en cuotas mensuales. Puedo darte cincuenta cuando comencemos con el trato.

La seguridad en su voz desconcierta a Marco. Aun así, se dispone a rechazarla. Pero antes de que pueda abrir la boca, Nara saca un fajo de billetes de su cartera y se lo extiende.

—No me des una respuesta ahora —le pide.

—¿Qué es esto? No he aceptado ser tu amante —responde Marco, frunciendo el ceño.

—Lo sé. Esto es solo para que lo pienses. Tómalo como una muestra de mi sinceridad… y una forma de ayudarte a que dejes las peleas. No creo que aquí puedas ganar esta cantidad —dice, mirando el ring improvisado en la fábrica. Luego toma un pedazo de papel, anota su número y se lo da—. Piénsalo bien y toma una decisión. Voy a estar esperando tu llamada.

Marco se queda mirando el dinero, sorprendido. Es la segunda vez que esa mujer le hace algo así. Nadie, aparte de ella, se había atrevido a hacerlo antes. Todo el mundo se acerca a él para pedirle dinero, no para ofrecérselo.

Sonríe. Ofrecerle dinero para ser su amante… era demasiado.

—Así que tu nombre es Nara —murmura Marco, observando el papel entre sus dedos.

Nara sale de la fábrica con las piernas temblorosas. Habían pasado años desde la última vez que lo vio,y el Marco de ahora le provoca un profundo temor.. Hay algo peligroso en él, un aura oscura que le eriza la piel.

—No te equivocaste, Nara —piensa mientras avanza con paso inseguro—. Un hombre como él no puede estar cerca de Andrea.

Después de verlo, está aún más convencida: debe ocultarle la existencia de su hija. Tenía que proteger a Andrea, no solo de la enfermedad… sino también de todo lo que podría traer consigo el mundo de su padre.

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