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Capítulo 6

Nara espera fuera de la oficina del jefe la llegada del nuevo dueño. Alina se le acerca.

—Es inútil que lo sigas esperando, acaban de llamar de la sede y dijeron que no puede venir porque tuvo un compromiso importante que atender —Nara suspira.

—De verdad creí que podría verlo hoy.

—No te preocupes, yo te voy a avisar en cuanto reprogramen la fecha. No se va a ir de aquí sin que lo veas —le sonríe de forma tranquilizadora.

Nara le va a dar las gracias, pero el sonido de su teléfono se lo impide. Cuando se percata de que es un número desconocido, corre hasta el baño para responder sin que la interrumpan.

—¿Sí? —Nadie responde, solo escucha silencio—. ¿Quién habla?

—Soy yo —dice una voz al otro lado del teléfono, y Nara la reconoce de inmediato. Es el padre de Andrea—. ¿No estabas esperando mi llamada?

Nara está tan emocionada que olvida por completo la desilusión de antes.

—Claro que estaba esperando tu llamada —responde—. Y si no me hubieses llamado, habría intentado encontrarte —reconoce.

—¿Tan desesperada estás por que sea tu amante? —pregunta Marco.

—Así es, te lo dije antes. No he podido olvidarte en todos estos años.

—De acuerdo, veámonos. No quiero hablar de esto por teléfono —pide Marco—. Te veo en el café que hay en el lugar donde solía estar el bar en donde nos conocimos.

Marco cuelga sin esperar respuesta.

Nara se va de la oficina de inmediato, recoge a Andrea y la deja con Lina sin darle muchas explicaciones. Está demasiado apurada. Entra en su casa y se da un baño, luego abre el armario y mira toda su ropa. Necesita escoger algo que la haga sentir poderosa y no demasiado débil. El aura de autoridad que desprende ese hombre la aterra, y no puede permitir que él se percate. Al final se decide por una minifalda negra, unas botas altas y una blusa rosa. Se mira en el espejo y se siente satisfecha.

Marco está sentado en una mesa frente a la puerta. En cuanto ve a Nara, la reconoce y no puede evitar sonreír, divertido por la forma en la que ella decidió vestirse. No puede apartar los ojos de ella. Nara confunde esa diversión y cree que está impresionado con la forma en la que viste, lo que le infunde algo de confianza.

—Me alegra que hayas llamado —dice ella con una sonrisa, sentándose frente a él—. Mi nombre es Nara Robert —se presenta, extendiéndole la mano.

—Esto no es un trato comercial —le dice él, pero de igual forma se la estrecha—. Mi nombre es Marco —omite su apellido intencionalmente.

—Al fin conozco tu nombre —dice Nara—. ¿Has pensado en lo que te dije?

Marco se rasca la parte trasera de la cabeza.

—Sí lo he estado pensando, y la verdad me interesa.

—¿En verdad? —Marco asiente—. Puedo entregarte una parte del dinero en cuanto firmemos el contrato.

—Espera, tengo una condición. No quiero que me pagues a plazos.

—Te lo dije, no tengo esa cantidad de dinero en mis manos. Estamos hablando de mucho.—Nara teme que él se arrepinta, se queda pensativa por un momento.—Si en serio no puedes esperar, puedo intentar buscar una forma —dice Nara, pensando en cómo podría hacer.

—No es a lo que me refiero. Quiero que me des el dinero una vez que lo tengas reunido. No lo necesito ahora —aclara Marco al ver su cara de preocupación.

—¿Esa es tu única condición? —pregunta Nara. Marco asiente—. Perfecto —le sonríe—. Dime tu dirección —le pide; no quiere tener sexo con él en su propia casa, prefiere que sea en la de él.

Marco lo piensa. En los últimos meses no ha estado yendo a su casa; simplemente se queda en la oficina ya que, con las nuevas adquisiciones, tiene demasiado trabajo y el viaje le roba tiempo.

—Últimamente he estado quedándome en el trabajo, así que no tengo un lugar fijo —responde.

Nara siente pena por él. Definitivamente su situación es peor de lo que pensaba. Suspira.

—Entonces voy a hacer algo más que darte dinero. Voy a rentar un pequeño departamento para ti. No puedo permitirme nada lujoso, pero va a estar bien para que vivas. Además, necesitamos un lugar para encontrarnos, así que será conveniente para ambos.

Marco está tan sorprendido de que ella haya interpretado lo que dijo de esa forma que ni siquiera es capaz de decir palabra. La observa buscar en su bolso, sacar una carpeta y escribir en el documento que hay dentro.

—Este es el contrato que necesito que firmes —dice Nara—. Acabo de agregar que te voy a pagar el dinero en cuanto reúna la suma y también que voy a pagar por tu departamento durante un año. ¿Quieres que agregue algo más?

Marco niega con la cabeza.

—Entonces fírmalo.

Marco toma el documento en la mano y comienza a leer. Todo era rutinario: temas de pago y obligaciones, pero una cláusula llama su atención.

—Así que se espera que al menos tenga sexo contigo tres veces por semana —dice Marco y la mira intensamente, con una sonrisa pícara. El rostro de Nara se pone rojo y se coloca las gafas de sol para no tener que mirarlo directo a los ojos.

—No creo que sea tan complicado —Marco vuelve a sonreír, firma el documento y se lo entrega. Nara lo guarda.

—Ahora que aclaramos todo, creo que podríamos comenzar con el trato esta misma noche —propone Nara. Quiere empezar cuanto antes y quedar embarazada en el menor tiempo posible, por la salud de Andrea y también para terminar con todo esto de una vez. Pero Marco parece tener otras intenciones. Se acomoda en la silla y se cruza de brazos. Quiere averiguar cuál es el verdadero propósito de Nara.

—Eso no va a ser posible —dice. Nara lo mira.

—¿Por qué? Acabas de aceptar el trato.

—Ya lo sé, pero no tengo sexo sin sentimientos, eso es cosa de animales —responde.

—No pensabas eso hace cinco años —reclama Nara.

—Eso fue en ese momento. Ahora pienso diferente. Creo que deberíamos comenzar por conocernos. Tener citas y cosas así.

Nara no está conforme. Aprieta los dientes, juntando paciencia antes de responder. No gana nada llevándole la contraria. Se pone en pie.

—Sígueme —le pide a Marco.

—¿A dónde? —pregunta intrigado.

—Dijiste que querías ir a una cita, así que vamos de una vez.

Marco se levanta y la sigue. Caminan de forma incómoda uno junto al otro. Nara para un taxi y le pide que los lleve a un restaurante que suele frecuentar con sus compañeras de trabajo. Es un lugar muy tranquilo y limpio, pero modesto. Se encarga de pedir los mejores platos y la intriga la forma en que Marco los mira.

—¿No te gusta lo que pedí? —pregunta Nara.

—No lo sé, nunca he comido este tipo de cosas —Nara pasa la vista por la mesa. No son platos caros. No comprende por qué él nunca los ha probado.

—¿Ninguno? —pregunta.

—No, ninguno.

—¿Nunca has estado en un restaurante? —insiste.

—No en uno así —responde Marco, comenzando a probar la comida con curiosidad.

Al verlo probar la comida y mirar a su alrededor, Nara siente pena por él. No sabe de qué forma ha podido vivir para nunca haber estado en un restaurante como ese, que no era nada del otro mundo. Su corazón comienza a ablandarse con ese hombre; la curiosidad y las ganas de conocerlo empiezan a invadirla.

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