Capítulo 7
Nara mira su reloj. Está casi segura de que hoy tampoco va a poder ver a su nuevo jefe. La adquisición ya casi estaba completada, incluso los habían hecho firmar un contrato con la nueva compañía. Pero nadie había visto a ese hombre, aparte del encargado de recursos humanos de la sede. No había venido nadie más. Nara se acerca a ese hombre; él la observa con algo de impaciencia, pero a ella no le importa. Necesita ese aumento de sueldo, y un tipo antipático no va a detenerla. —¿Hoy tampoco va a venir el nuevo jefe? —pregunta Nara—. De verdad me urge verlo. —Señorita Robert, el señor Rossy no es alguien con tiempo para desperdiciar. Está demasiado ocupado como para venir aquí. Es posible que pasen un par de meses antes de que lo vea. —Yo no puedo esperar tanto tiempo —replica Nara—. Ya sé que está ocupado, pero nosotros también somos sus empleados —se queja; si es el único que puede resolver estos asuntos, debería encargarse. —Si te urge tanto, entra al sitio web de la compañía, pide una cita y presenta tu solicitud. Él la atenderá directamente desde el sistema. —dice el hombre, marchándose después y dejando a Nara sola en el pasillo. Nara se prepara un café y se sienta en la sala de descanso, mirando la pantalla de su teléfono. Lleva cinco años trabajando para la misma compañía. No conoce cómo son las grandes empresas, pero su anterior jefe era una persona fácil de tratar, atento, siempre pendiente de las necesidades de sus trabajadores y dispuesto a ayudar en lo que fuese necesario. Este, en cambio, parecía demasiado poco empático, hasta el punto de llegar a ser pretencioso. Después de presentar la solicitad, Nara pasa el resto del día en sus funciones habituales, sin dejar de pensar en lo apresurada que está por pedir su aumento de salario. Reunir todo el dinero que necesita, además de pagar los gastos del hospital de Andrea, no será sencillo con su sueldo actual. Al salir de la compañía, ve a lo lejos una figura rodeada de guardaespaldas y asistentes; incluso el nuevo encargado está con él. —Así que vino el nuevo jefe —se dice a sí misma mientras intenta distinguirlo. La forma en que se para, el ancho de sus hombros y su altura le resultan familiares—. Imposible, estoy pensando tonterías —se dice—. Este hombre es completamente diferente a Marco; definitivamente no puede ser él —sonríe, descartando la idea por completo, y sigue caminando. Nara pasa el resto de la tarde con Andrea. Cada segundo con su hija es un tesoro para ella. Pero cuando ve llegar a Lina, sabe que es momento de irse. Tiene que encontrarse con Marco. —Llegaste temprano —le dice a Lina. —No lo hice. Ya es hora de que vayas a ver al padre de Andrea —señala el reloj. Nara se levanta del suelo y se acomoda la ropa. Hoy va vestida de forma casual y no tiene intenciones de cambiarse. —Agradécele a tu hermano de mi parte. No podría haber encontrado un departamento en tan poco tiempo si no fuera por él —pide. El hermano de Lina, dueño de una inmobiliaria, le consiguió el lugar para Marco. —No es necesario —dice Lina, dejándose caer en el sofá—. Sabes que lo hace con gusto. Al salir de casa, Nara envía un mensaje a Marco con la dirección del departamento. Cuando llega, él está afuera esperándola. Tiene los jeans rotos en las rodillas, un suéter negro y una chaqueta de cuero del mismo color. Solo con estar ahí parado, hacía que las mujeres que pasaban no pudieran evitar voltear a mirarlo. Al verla, levanta una ceja con escepticismo. Nara se acerca. —¿Te gustó tanto que necesitas mirarme a escondidas? - le pregunta Marco en un tono frío de suficiencia. —No te estaba mirando a escondidas, así que no seas tan pretensioso —Marco sonríe. —Quieres pagarme mucho dinero para que sea tu amante, así que creo que puedo ser pretensioso —Nara suspira para calmarse. Tiene razón: él no conoce el verdadero motivo—. A menos que tengas otro motivo por el que quieras que sea tu amante —añade Marco de la forma más cortante en la que es capaz, sorprendiéndola. Casi pareciera leerle la mente. —No es así, así que no pienses tonterías —dice Nara, ocultando sus nervios—. Sígueme. Entran al edificio. El lugar ha visto años mejores, pero un hombre como Marco, que ni siquiera tiene dónde quedarse, no puede exigir demasiado. —¿Para qué me pediste que viniera aquí? —pregunta. Observando todo con desagrado. —Para entregarte tu nuevo departamento —suben al tercer piso. Nara abre la puerta y nota que la expresión de Marco no es precisamente de agrado—. Deja de mirar todo con esa cara. Está desordenado y algo sucio, pero después de ordenarlo verás que no está tan mal. —En vez de quedarte ahí parado como un idiota, ayúdame. A fin de cuentas, esta va a ser tu casa durante el próximo año. Marco suspira, está mujer tiene demasiado valor, incluso se atreve a llamarlo idiota , pero asiente y la sigue adentro. Nunca había vivido en un lugar así; si su familia lo viera, caerían muertos. Todo el departamento cabría en su antiguo baño. Sin embargo, ayuda a Nara a ordenar, limpiar y hacer la cama. Para Marco, todo es nuevo; como heredero de la familia Rossy, jamás le permitieron hacer tareas domésticas. Ver a Nara moverse de un lado a otro lo anima. Ayudarla lo hace sentirse parte de algo. La tristeza que lo ha acompañado los últimos años se oculta en un rincón, como si la luz de Nara la hiciera retroceder. —¿En qué piensas? —pregunta Nara mientras termina de cocinar. Marco mira su reloj para ganar tiempo y ordenar sus ideas. —Pensaba que eres buena en las tareas del hogar. Terminaste todo en muy poco tiempo. Son apenas las ocho. —Es práctica —dice Nara sin mucho interés, luego lo mira—. ¿Qué te parece ahora? Creo que es mucho mejor que quedarte en el trabajo. Marco se acaricia el cabello. Su oficina tiene más comodidades que este lugar, pero no va a decirlo, así que solo asiente con desinterés. —Claro. —Ve a sentarte, la cena está casi lista. Marco la observa moverse por la pequeña cocina con el delantal puesto, la luz cálida iluminando su rostro, y sintió que, de repente, algo en su interior se derrumbaba un poco sin razón aparente.. Cuando sirve la comida, Nara lo anima a probar. Marco toma la cuchara, y al llevarla a la boca siente una calidez que no experimentaba desde hacía mucho. La sensación de hogar que había perdido. 、 Su teléfono suena. Es Lina. Contesta enseguida. —¿Qué sucede? —Sé que estás ocupada, pero Andrea no deja de preguntar por ti. La pondré al teléfono. —De acuerdo. —Ma... —dice Andrea con tono lloroso—. ¿No puedes venir? En realidad te extraño. Nara aprieta los labios. Andrea siempre ha sido madura e independiente para su edad, pero ahora está demasiado vulnerable. —Claro que puedo, cariño —dice Nara con un tono lleno de amor, lo que capta toda la atención de Marco—. En media hora estoy en casa, nos vemos pronto. Cuelga y se pone de pie. Recoge los platos y los deja en el fregadero apresuradamente. —¿Hoy no vas a intentar llevarme a la cama? —pregunta Marco desde la mesa fríamente desde la mesa, con una mirada inquisitiva. —Hoy no puedo, estoy demasiado apurada. Además sé que no vas a querer; ha pasado muy poco tiempo como para que sientas algo real por lo que quieras acostarte conmigo. No soy tonta. —Nos vemos mañana —dice Nara, saliendo apresurada del departamento. Marco se queda mirando la puerta. Luego toma su teléfono y llama a su asistente. —Sí, señor Rossy —responde de inmediato. —Quiero que investigues todas las relaciones personales de Nara Robert. Y lo quiero de inmediato. No puede pasar de mañana. Cuelga tras dar la orden. La forma en que Nara habló por teléfono lo dejó inquieto. Si ella tiene a alguien en su vida, él no quiere ser el segundo de nadie. Ya había pasado por eso… y no terminó bien.