Capítulo 133
Los pasos de Marco eran seguros y cadenciosos mientras entraba en la prisión. A pesar de la rigidez y el dolor persistente de la herida en su espalda, su postura era de determinación inquebrantable. Los guardias lo guiaron a la sala de visitas, dejándolo solo para esperar. Poco después, Isabella entró. Pasó junto a él, dedicándole una mirada cargada de odio puro, una expresión de resentimiento que consumía su rostro. Se sentó frente a él, y el silencio se instaló, denso e incómodo, Isabella simplemente se quedó observándolo, sin pronunciar palabra.
A Marco no le agradaba en absoluto ver a Isabella en ese estado, tras las rejas. Ella era, después de todo, su hermana, la pequeña a la que había visto nacer y por la que, en otro momento de su vida, hubiera estado dispuesto a dar la suya. Pero la avaricia y la envidia la habían convertido en este monstruo despiadado, una criatura que no tenía siquiera compasión por su propia sobrina, una niña enferma. No podía permitirse que