Capítulo 132
Marco entró en la casa de su padre, y cada paso que daba era un recordatorio punzante de la herida abierta en su espalda. Sus movimientos eran lentos y deliberados, pero su porte irradiaba una autoridad implacable. Los hombres de Darío, eficientes y silenciosos, tenían rodeada a su familia: Isabella, Anghelo, y hasta su madrastra, estaban inmovilizados en el salón, sus rostros una mezcla de miedo, dolor y rabia. Isabella, sin embargo, lo miró con una expresión de desafío endurecido en cuanto él cruzó el umbral.
Carlos, el oportunista, no quería ni por un instante verse envuelto en la catástrofe que se cernía. Todo había sido un plan maquiavélico de Isabella, y él no la amaba lo suficiente, ni por asomo, como para pagar con su propia integridad o vida. El pánico lo superó. Se arrodilló abruptamente frente a Marco, un gesto de sumisión desesperada.
—Déjame ir, Marco —imploró Carlos, con la voz temblorosa y patética—. Te prometo que no vas a volver a verme por el resto de tu