Capítulo 2
Marco se despierta y busca con sus manos, sin abrir los ojos, a la chica que compartió la cama con él. Al no poder encontrarla, se sobresalta y se sienta en la cama. Suspira al ver la habitación vacía. No esperaba que ella hiciera algo como eso. —Eres una chica valiente —dice Marco a la habitación vacía. Se incorpora, y cuando va a tomar el teléfono de la mesa de noche, ve una nota y algo de dinero. Se sienta de nuevo con el dinero en la mano y lo observa. Le causa gracia y sonríe. Es la primera vez que una mujer le paga por tener sexo. Cuenta la cantidad. Hay mil dólares. —Creí que valía más —dice, y aprieta el dinero—. Si supieras quién demonios soy, quisiera ver tu cara. Sigue hablando solo como un demente. Su teléfono suena y lo toma. Ve en la pantalla que es su asistente y responde tras un suspiro. —Habla —su tono seco no asusta a Daniel, su asistente. —Recuerda que hoy es la junta de accionistas. No sé qué te tiene de tan mal humor, pero va a tener que esperar. —Voy de inmediato. Le cuelga el teléfono. Decide dejar el asunto a un lado; tiene cosas más importantes que hacer que pensar en su compañera fugitiva. … Nara entra en su departamento y ve a Lina esperándola sentada en el sofá. —¿Sabes cuántas veces te llamé anoche? —pregunta Lina con voz exasperada. Nara revisa su teléfono y comprueba que se quedó sin batería. —Lo siento, Lina, se apagó —le muestra el teléfono. —Me conformo con que estés bien —le sonríe— y con ver que la pasaste bien anoche. Nara se sonroja. A la luz del sol y sin alcohol de por medio, no se siente cómoda con lo que hizo la noche anterior, pero no puede negar que lo pasó genial con ese hombre. —¿Cuándo lo vas a volver a ver? —la pregunta de Lina la hace darse cuenta de que ni siquiera sabe su nombre. —No lo voy a volver a ver —dice Nara tras pensarlo un momento. Camina por la casa buscando el cargador y conecta su teléfono para encenderlo—. Fue solo algo de una noche, Lina. No sé cómo se llama ni qué hace para vivir —aunque eso no es del todo cierto; sabe que se dedica a pelear por dinero. —Aun así, Nara, si lo pasaste bien, deberías repetirlo. —Ya vamos a dejar el tema. Ni siquiera sé cómo me atreví a hacerlo anoche. Mucho menos tengo el valor de repetirlo. Al encender el teléfono, le llega un mensaje del departamento de finanzas de Star, la compañía con la que siempre había querido trabajar. Lo mira emocionada. —¿Te escribió el chico? —pregunta Lina, confundiendo el motivo de su emoción. —No, es aún mejor que eso, Lina. ¡Acaban de aceptarme en Star! —grita y abraza a Lina. Puede que haya perdido a Carlos, que en un momento sintió que su mundo se estaba derrumbando. Pero Nara sabe que este es un nuevo comienzo en su vida. … Nara ya llevaba un mes trabajando en la compañía. Lograr su sueño era tan emocionante que nada más le importaba. Pero ese día, desde que despertó, se había sentido mal. En realidad, ya llevaba algunos días con malestar, pero creyó que era debido a los nervios del nuevo trabajo. —Nara —la llama su compañera, pero ella la siente lejana. Se sostiene del escritorio sintiendo que va a caer al suelo. Respira profundo y se recompone. —¿No te sientes bien? —le pregunta Maira, una señora mayor y amable que la ha ayudado mucho desde que llegó. —Me estoy sintiendo un poco mareada. Me parece que va a ser mejor si voy al hospital. Maira la ayuda a recoger todas sus cosas y llama a un taxi para ella. En el hospital, Nara se siente muy nerviosa. Desde la muerte de su abuela, no puede evitar sentirse así cuando entra en uno. —Nara Robert —la enfermera dice su nombre y le muestra la puerta en la que debe entrar. Hay una doctora sentada tras el escritorio, mirando los análisis que le hicieron antes. —Buenos días, señorita Robert —la saluda. —Buenos días, doctora —se sienta. —¿Puede decirme qué siente? —Llevo algunos días con mareos y un poco de dolor de estómago. Esta mañana estuve a punto de perder el conocimiento —le explica. —¿Además de eso tiene algún otro síntoma? —Nara niega y la mira preocupada. La doctora sonríe y ella se relaja—. Usted no está enferma, está embarazada. La palabra EMBARAZADA se repite una y otra vez como un eco en su cabeza. Eso no puede ser posible. Antes de terminar con Carlos, él ya se había mantenido alejado de ella por más de dos meses. Entonces, si estaba embarazada, tenía que ser de… —Eso no puede ser, doctora. Yo tomo píldoras anticonceptivas de forma regular, nunca me he saltado una —le explica, esperando que sea una equivocación. —Está embarazada. Las pastillas anticonceptivas no son cien por ciento efectivas. Pueden fallar por más de una razón. Desde tomar medicinas para el resfriado hasta beber alcohol puede hacer que queden inefectivas. Nara baja la cabeza. El maldito alcohol. Sale de la consulta sintiéndose desorientada. Llama a Lina. —¿Qué pasa? —pregunta su amiga—. Normalmente no llamas a esta hora. —Lina, te necesito. No sé a quién más llamar. —¿Qué pasa, Nara? —pregunta más preocupada—. Olvídalo, dime dónde te encuentras y voy de inmediato. Nara ve un café frente al hospital y le dice a Lina que la va a esperar allí. Observa entrar y salir personas sin sentir que realmente está en ese lugar. Lina entra media hora después; la ve pálida y se preocupa aún más. —Nara, ¿estás bien? —pregunta, haciendo que regrese a la realidad. —Estoy embarazada, Lina —le dice con una calma aparente. Lina cae sentada en una silla—. Nunca en mi vida he hecho ninguna locura. Decido hacerlo por una vez y termino en una situación como esta. —¿Qué piensas hacer? Nara solo sabe una cosa: no puede deshacerse del bebé. Pero, además de eso, nada le queda demasiado claro. —Puedo intentar encontrarlo —dice, refiriéndose al hombre de aquella noche—, pero no sé nada de él. —¿Estás segura de que no es hijo de Carlos? Nara asiente. Eso habría sido mucho peor. Prefiere llevar al hijo de un desconocido que al hijo de Carlos. —Tengo un mes, no es de Carlos. —Entonces ven conmigo. Preguntémosle al dueño del bar si sabe dónde podemos encontrarlo. Al bajarse del taxi, ven un cartel frente al bar que dice claramente que el lugar fue clausurado. Lina mira a Nara. —Piensa en algo. Imagino que hablaron. Puede que en algo de lo que dijo te haya dado una pista para encontrarlo. Nara niega. Esa noche lo menos que hizo fue hablar con él. Al recordar esa noche, también recuerda la situación del padre de su bebé. No tiene dinero para mantenerse a sí mismo, así que ¿cómo va a pedirle que la ayude con el bebé? Había tomado una decisión y debía asumir la responsabilidad. Además, si estaba metido en peleas clandestinas, podía ser cualquier tipo de persona; era mejor no averiguarlo. —Vayamos a casa, Lina. No voy a buscarlo más. —¿Qué? —Es mi hijo. No voy a obligar a ese hombre a hacerse responsable. No lo necesito. —Pero Nara… —Nara niega con la cabeza. Lina le sonríe—. De acuerdo, si eso es lo que quieres, entonces tengamos al bebé. —¿Qué? —pregunta Nara divertida. —No puedes tenerlo para ti sola. Tú puedes que seas su madre, pero yo voy a ser su madrina. Entre las dos vamos a hacer que sienta que no necesita un padre. Nara la abraza. Evita llorar. Lina no tiene idea de cuán importante es su apoyo en este momento.