Capítulo 129
Marco se sentó con decisión e inusual rigidez frente a su abuelo. La imponente figura del patriarca, Anghelo Rossy, llenaba el sillón de cuero tallado, pero su presencia física no lograba opacar la furia fría que emanaba de Marco. Por un instante, el nieto consideró la cortesía de dejar que el anciano tomara la iniciativa de la conversación, que rompiera el denso silencio. Sin embargo, su plan se desmoronó casi al instante. Estaba demasiado molesto, su calma habitual era una fachada que se resquebrajaba, y temía que si esperaba, perdería el control total de sus palabras.
—Por la forma en la que me miras, sé que Isabella estuvo aquí —declaró Marco, su voz grave y desprovista de emoción, como una sentencia—. Pero que quede claro: eso no va a impedir que la haga pagar por todo lo que ha hecho. Sus acciones han sobrepasado cualquier límite tolerable.
—Ella es tu hermana —fue todo lo que pudo articular el anciano, su voz era un susurro cansado que intentaba apelar a un lazo