Luca y yo decidimos esperar para la boda, al menos los meses que me quedaban de embarazo. Y como estaba llegando la fecha, comencé a planear un poco como sería el evento. Decidimos optar por algo personal en la mansión, solo con nuestros allegados.
Ese día sin embargo no me levanté con animos de ponerme a elegir arreglos florales en una revista. Un malestar sacudía mi cuerpo desde la mañana. Todo comenzó con un dolor punzante en el vientre, ese tirón profundo que parecía desgarrarme desde dentro. Estaba en la habitación, descansando, cuando comprendí que el momento había llegado. No era un simple dolor: era la señal de que nuestro hijo estaba listo para llegar al mundo.
—Luca… —susurré, con la respiración entrecortada, y apenas me vio, sus ojos se encendieron con esa mezcla de pánico y decisión que tanto lo caracterizaba.
No me dejó moverme sola ni un segundo. Con una rapidez casi brutal me cargó en brazos, dándole órdenes a los hombres de la casa para preparar el coche. Yo intentaba