Mundo ficciónIniciar sesiónJuliette Moreau creía haber encontrado al hombre perfecto en su prometido, Bastian, hasta que descubrió su traición: lo halló en la cama con su propia hermana. Herida y humillada, busca refugio en un bar, donde se encuentra con un hombre enigmático y seductor. La noche que comparten resulta inolvidable, pero Juliette jamás imaginó que aquel hombre sería su propio jefe: Gérard Durand. Gérard, un hombre poderoso y acaudalado, sorprende a Juliette con una propuesta de matrimonio poco convencional: un contrato sin amor. Sin embargo, la atracción que siente por ella lo obliga a mantener un delicado equilibrio entre sus deseos personales y las exigencias de los negocios. Sus celos y su posesividad generan conflictos que amenazan con desestabilizar la relación, sobre todo porque él no planea tener hijos, mientras Juliette lleva en su vientre el fruto de sus noches apasionadas. La lucha entre el amor, los negocios y los secretos personales amenaza con romper su unión, desatando un torbellino de emociones y decisiones que conmocionarán sus vidas.
Leer másAmaba a mi prometido con todo mi corazón y no podía esperar a casarme con él.
Pobre hombre, trabajaba demasiado y no pudo posponer su viaje de negocios, pero me prometió que pasaría todo el fin de semana siguiente conmigo, lo cual me dejó satisfecha y feliz.
Mi amiga Chloé insistió en que saliera con ella. Aunque a mi prometido no le gustaba que fuera a bares o discotecas, pensé que no me haría daño salir una noche, sobre todo porque me sentía muy sola.
—Deberías relajarte un poco, amiga —me miró con seriedad—, tu querido Bastian te controla como le da la gana y ahí estás tú, siguiéndolo como un perrito, eres demasiado sumisa, Juliette.
—Pero yo lo amo —dije con una mueca, herida por sus palabras—. Además, él solo quiere cuidarme, ¿qué tiene de malo eso?
Mi amiga rodó los ojos con impaciencia.
—No al punto de prohibirte cosas, Juliette. ¿No ves que vives encerrada en casa esperándolo? Lo único que haces es trabajar y volver a tu departamento. Esa no es vida para nadie, eres demasiado reprimida.
—Eso no es cierto —respondí con seguridad—. Bastian y yo acordamos no tener sexo y esperar hasta el matrimonio… él ha sido muy amable y respetuoso conmigo, Chloé.
Mi amiga suspiró, jamás entendería cómo el amor puede hacernos hacer locuras y cambiar nuestra forma de pensar.
Simplemente no me apetecía salir sin mi prometido. Pero me dejé tentar porque en realidad estaba un poco aburrida y lo extrañaba demasiado.
Entramos al local y el ambiente era animado. Sonreí a mi amiga, y ella comenzó a mover sus caderas al ritmo de la música, contagiándome con su alegría y desparpajo de siempre.
—¡Vamos a divertirnos!
Y eso hicimos, aunque yo evité cualquier acercamiento con algún hombre que intentaba coquetear conmigo, debía permanecer fiel a mi prometido, que seguramente llegaría pronto. Solo pensarlo me sacaba una sonrisa.
—Chloé, ni siquiera conoces a esos tipos —la reprendí, pues su actitud dejaba mucho que desear—. Mejor vámonos a casa, ya es tarde y Bastian vuelve temprano mañana de su viaje. Tengo que estar hermosa para él.
Ella hizo un puchero, ya que habíamos prometido ir y regresar juntas para evitar cualquier peligro. A esas horas las calles estaban muy solitarias y debíamos ser cuidadosas.
Sentí que la cabeza me daba vueltas un poco, pero aún estaba lo bastante lúcida para caminar recto, a diferencia de mi amiga que parecía mareada y demasiado alegre.
—Vamos primero a tu casa —le dije al ver su penoso estado.
Tras dejarla sana y salva y cuando me acercaba a la salida del edificio, noté que había un hombre que se parecía mucho a Bastian, casi juraría que era él.
—Lo extraño demasiado, debe ser eso —murmuré.
Reí un poco al darme cuenta de que ya estaba alucinando y apenas había tomado unas copas.
El hombre giró levemente y mis ojos se abrieron de par en par, era efectivamente Bastian y lo acompañaba una joven deslumbrante.
Me quedé muy sorprendida, en shock.
Para no ser vista, me escondí detrás de una columna. Justo después de que salieron de un bar, decidí seguirlos a distancia.
Sentía que era un juego de mi mente alterada por el alcohol. No podía creer lo que mis ojos veían. Mi corazón me decía que no era él, que debía irme a casa, pero en el fondo sabía que sí lo era.
A pocos pasos se encontraba el Hotel Moonlight, allí entraron, muy absortos el uno en el otro, besándose mucho, sin notar mi presencia.
Transpiraba a mares, el hombre al que más amaba estaba con otra mujer, y no era yo.
Ellos entraron a la habitación y después de unos minutos decidí enfrentar la situación y ver quién era la mujer con la que me engañaba.
Golpeé la puerta con violencia, furiosa, herida e impaciente.
Bastian abrió la puerta, estaba sin camisa, y al verme abrió los ojos de par en par, sorprendido.
—Juliette, ¿qué haces aquí?
Mis ojos ardían por las lágrimas que corrían por mi rostro. Lo empujé a un lado y entré en la habitación.
Sentí que me desmayaba al ver a mi propia hermana en la cama, semidesnuda.
—¡No lo puedo creer! —me volví hacia él, furiosa—, te acuestas con mi hermana, desgraciado, y tú, Sophie, ¿cómo pudiste hacerme esto? Somos familia.
—No me arrepiento de nada, hermanita. La verdad es que eres bastante estúpida, jamás te diste cuenta de que durante un año fuimos amantes. Has sido una tonta.
Sus palabras eran puro veneno, ¿cómo podía ser tan cruel?
Bastian se acercó a mí.
—Juliette, hay una explicación para todo esto.
—¿Qué tienes que explicar? ¿Que tú y mi hermana me vieron la cara de idiota?
Sophie me miró directo a los ojos, con una sonrisa burlona en los labios.
—Juliette, tú y yo no somos hermanas. Deja de mencionarlo.
—¡Qué! No digas tonterías.
—Si no me crees, pregúntales a nuestros padres, además, jamás te perdonaré haberles robado su cariño. Te odio con todo mi corazón.
—Basta, Sophie, tus palabras me hieren.
—Eres ingenua, ¿de verdad pensaste que Bastian te deseaba? No eres nada comparada conmigo, eres insípida y aburrida.
—¡Te dije que pares!
—Es la verdad, hermanita, no despiertas ningún deseo en los hombres. En los últimos dos años, ¿alguna vez Bastian quiso tocarte?
Él se interpuso entre nosotras.
—Sophie, basta, por favor.
—Soy una tonta, confié en la persona equivocada. Les deseo toda la felicidad, no seré un obstáculo en su relación, adiós.
En ese instante, Bastian me sujetó del brazo, Sophie le pidió que me dejara y no me molestara.
—Preciosa, déjame explicarte cómo pasaron las cosas.
—No me llames preciosa nunca más, no hay nada que explicar, esta relación terminó, eres un idiota y aun así tuviste el descaro de proponerme matrimonio, no vuelvas a dirigirme la palabra.
Me fui entre lágrimas, incapaz de procesar lo que habían visto mis ojos, mientras las palabras de Sophie resonaban una y otra vez en mi cabeza.
Flashback:—¡No puedo creerlo! —me volví hacia él furiosa—. ¡Te acuestas con mi hermana, eres un maldito bastardo! Y tú, Sophie, ¿cómo pudiste hacerme esto? ¡Somos familia!—No me arrepiento de nada, hermanita. La verdad es que eres bastante estúpida. Nunca te diste cuenta de que llevamos un año siendo amantes. Has sido una completa ingenua.Bastian se acercó a mí, con el rostro pálido.—Juliette, déjame explicarte...—¿Qué se supone que vas a explicarme? ¿Que tú y mi hermana me vieron la cara de idiota?Sophie me sostuvo la mirada, fría, cortante.—Juliette, tú y yo no somos hermanas. Deja de mencionar esa palabra.—¡Qué! No digas estupideces.Y entonces, otro recuerdo, aún más doloroso, me golpeó de lleno:—¿Ese bebé es tuyo o no? —le pregunté, sin importarme nada más de lo que quisiera contarme.—Sí, lo es —respondió. Y esas tres simples palabras fueron como un puñal clavándose directo en mi pecho.—Eres un maldito pedazo de mierda mentiroso —escupí con odio, entre las lágrimas que
—¿Eres Juliette Moreau? —pregunta, perplejo, pasando la mirada del papel que sostiene en la mano hacia mí.—¿Y tú eres el psicoterapeuta Matt Nolan? —cuestiono, completamente confundida.—Responde primero —me exige.—Sí, obviamente soy yo, por eso estoy aquí —aclaro, sin poder superar el asombro.—Vaya, vaya... Quién diría que la hija de la enfermera Moreau era la misma chica que deseaba que me atragantara con un vino —replica, tomando asiento frente a mí.—Y quién diría que un psicoterapeuta reconocido resultaría ser un ladrón de supermercados —contraataco, en el preciso instante en que él estalla en carcajadas, mostrando una sonrisa deslumbrante.—No es mi culpa que no tomaras la botella primero, señorita Moreau —expresa, llevándose una mano al mentón, con la sonrisa dibujándose en sus labios.—La arrebataste de mis manos antes de que pudiera hacerlo.—La próxima vez sé más rápida —dice con una mueca burlona.—¿Quieres decir que estás admitiendo lo que hiciste? —lo enfrento, porque
—Está bien, hija —respondió, aunque no del todo convencida—. Pero en ese caso, ya sabes lo que tienes que hacer. Mantén la puerta abierta.—Lo sé.—Muy bien, mi amor —dijo con una sonrisa—. Ve a descansar.—Buenas noches —me despedí, poniéndome de pie para caminar hacia mi habitación.En cuanto entré en mi cuarto, me aseguré de dejar la puerta abierta tras de mí. Caminé hasta la cama y me dejé caer sobre ella, agradecida de estar, por fin, allí. Llevé ambas manos a mi rostro, soltando un fuerte suspiro, y antes de dormir decidí darme una ducha.Al ponerme de pie y mirar la puerta del baño, una horrible sensación me oprimió el pecho. Caminé despacio hasta entrar y, al fijar la vista en la bañera, todo lo ocurrido volvió a mí de golpe.Yo sumergiéndome en el agua, perdiendo la conciencia… y, finalmente, viendo a Adam y a mamá llorando sobre el suelo por mí.—Ya pasó, Juliette —me dije, apartando la mirada de ese lugar, para luego entrar a la ducha.Cuando terminé, me vestí con ropa cómo
—No puedo prometer algo que no sé si voy a cumplir.—Lo harás, así que prométemelo, Juliette.—Lo prometo —dije, convencida en ese instante mientras ella volvía a rodearme con sus brazos—. Chloé, ¿y Diane?—Estaba hablando con el médico cuando yo entré, me pidió que pasara primero.—Entiendo —respondí, y justo entonces la puerta se abrió, dejándome ver al hombre que supuse era mi doctor.—Juliette Moreau —me llamó el doctor al entrar en la habitación, seguido muy de cerca por mi madre.—Mi niña —exclamó Diane apresurándose hacia mí—. Mi amor, no sabes lo agradecida que estoy de que estés bien. Estuve a punto de perder la cabeza, Juliette.—Lo siento, mamá.—No, perdóname tú, hija, por no haber estado a tiempo —se reprochó—. Todo por salir a ver esas malditas plantas que…—Mamá, no fue tu culpa —la detuve—. Ni tampoco la de las plantas.Arranqué una sonrisa de todos en medio de aquel amargo momento.—Bien, Juliette —intervino el doctor—. Por fortuna expulsaste todo el líquido que tenía
—¿Cuál es su emergencia? —escuché provenir del teléfono cuando Diane lo puso en altavoz.—Hola, necesito ayuda —la oí jadear—. Mi hija... mi hija estuvo sumergida en la bañera y no respira, por favor necesito que vengan rápido.—¿Sabe aproximadamente hace cuánto tiempo dejó de respirar? —le pregunta el operador.—No lo sé... no tengo idea.—¿Ha intentado ya reanimación cardiopulmonar?—La estamos haciendo, pero no responde.—De acuerdo, señora, le voy a pedir que me dé su dirección exacta —solicitó, y Diane lo hizo.«Vamos, muñeca, reacciona, por favor reacciona», pienso, dándole otra vez respiración boca a boca.—Muñeca, por favor, tú puedes hacerlo —digo en mi mente, sin detener las compresiones en su pecho, con el sudor cubriendo mi frente por todo el esfuerzo físico que he aplicado.—Juliette, no mereces esto, y no puedes dejarme —expreso con lágrimas corriendo por mi rostro—. Tú eres la hermana que me dio el regalo de la vida y esta sin ti no tiene sentido, muñeca. ¡Julie!Grito
—Muñeca, ¿estás despierta? —pregunto, golpeando su puerta, pero después de varios segundos no recibo respuesta—. ¿Juliette?Empiezo a golpear la madera con más fuerza; aun así, no obtengo ninguna respuesta, lo que provoca que los peores pensamientos crucen por mi mente, no, por favor.—Julie, lo siento, pero voy a entrar —digo, girando el picaporte y revelando la soledad de su habitación.Entro sigilosamente y miro a mi alrededor, tratando de buscar señales de Juliette. ¿Habría salido? No, es imposible, tendría que pasar por la planta principal.—Muñeca —digo otra vez y, en ese instante, mi vista cae sobre la puerta del baño, así que me acerco a ese lugar.—Juliette, ¿estás ahí? —digo con la cara pegada a la madera y el pulso empezando a acelerarse—. Julie…—Sí estoy aquí, Chloé —escucho su voz desde dentro, y en ese instante siento como si el alma me regresara al cuerpo.—Juliette, joder —digo dejando escapar un enorme suspiro de alivio—. ¿No escuchaste cuando te llamé antes?—Tenía
Último capítulo