—Buenos días, señorita.
Me quedé sin habla, no sabía cómo responder, quería huir del lugar, estaba mortificada.
—Buenos días —fue lo único que salió de mi boca mientras entraba apresurada a la cafetería.
En pocos minutos llegó el director Renaud, conversamos sobre algunos asuntos y acordamos volver a reunirnos para firmar su contrato con nosotros y comenzar la filmación.
El director Dupont es una persona muy agradable, definitivamente hubo una buena conexión entre nosotros. Tengo un buen presentimiento con este proyecto, estoy segura de que será un gran éxito.
Al salir, aquel hombre ya no estaba por ningún lado, me sentí bastante aliviada; aun si lo vuelvo a ver, no tengo idea de lo que haré.
Regresé apresurada al trabajo.
—Chloé, ya volví, todo salió de maravilla.
—Me alegro, Juliette, el vicepresidente te llamó y pidió que fueras a la oficina del presidente, al parecer vas a conocer al señor Durand.
—No lo creo, Chloé, a veces el vicepresidente Leroy usa las oficinas del presidente para tomar algunas decisiones importantes. Supongo que quiere hablar del nuevo filme Por amor.
—Ya me había emocionado.
Fui a la oficina del presidente, toqué la puerta y una voz desconocida me dijo que entrara.
—Adelante.
El señor Alphonse estaba de pie junto a un hombre muy elegante.
—Presidente Gérard Durand, permítame presentarle a nuestra directora creativa, Juliette Moreau.
Inmediatamente reconocí al hombre a su lado, los nervios me traicionaron y me costó mucho hablar.
—En... encantada de conocerlo, presidente Durand.
No sabía si reír o llorar, parecía una cruel broma del destino: había pasado la noche con el hombre más rico de toda Francia, Gérard Durand.
—--
Gérard
Cuando entró en la oficina, se veía tan delicada, como una flor. Enseguida noté que me había reconocido, palideció del susto al enterarse de mi identidad.
Me volví hacia mi amigo.
—Alphonse, ¿podrías dejarnos solos?
—Por supuesto.
Ella se irguió y recuperó la compostura.
—Dígame, señor Durand, ¿en qué puedo ayudarlo?
—Juliette, puedes llamarme Gérard, no hay necesidad de tanta formalidad.
—No puedo, usted es mi jefe.
La vi muy nerviosa, se veía tan tierna. Me acerqué a ella, quedamos frente a frente.
—No puedes llamarme señor Durand, dime Gérard —repetí.
—No es tan fácil para mí.
—Juliette, deja de ser tan tímida, después de todo, tú y yo... No es necesario entrar en detalles, ya lo sabes.
Su rostro sonrojado me dio ganas de besarla en ese mismo instante.
—Dime, Juliette, ¿volviste con tu exnovio?
Ella guardó silencio unos segundos.
—No, él y yo definitivamente terminamos.
Me alegró su respuesta, no quería a otro hombre cerca de ella.
Ella sostuvo mi mirada.
—Señor Durand, perdone mi atrevimiento respecto a aquella noche. Asumo la responsabilidad de mis actos, por mi parte nadie lo sabrá, no quiero causarle problemas. Le prometo que me mantendré alejada de usted.
De pronto, un sentimiento de decepción me invadió y decidí cambiar de tema.
—Juliette, en realidad te cité aquí porque necesito hacer un trato contigo.
—¿Un trato? ¿Qué quiere decir?
—Es muy simple, solo necesito que te cases conmigo.
—Disculpe, señor, creo que escuché mal. ¿Podría repetir lo que acaba de decir?
—Sabes, Juliette, no me gusta repetirme dos veces, necesito una esposa y quiero que seas esa mujer.
—Disculpe, señor, pero esto es una broma, ¿verdad?
—No lo es, hablo en serio.
—-
Juliette
Se acercó a mí, nuestras miradas se encontraron, sentí su aliento y mi corazón latía con fuerza.
No lograba procesar esa información, ¿por qué el señor Gérard Durand quería casarse conmigo? Simplemente no tenía ningún sentido.
Fui directa al preguntarle la razón.
—¿Por qué quiere casarse conmigo?
—Quiero ser honesto contigo, la salud de mi abuelo Daniel Durand es algo delicada, quiere ver a su nieto casado, sería una pena que muriera sin cumplir ese deseo.
—Entiendo esa parte, más bien la pregunta es por qué yo. Usted es una de las personas más importantes del país, puede tener a cualquier mujer.
—Pero no quiero a cualquier mujer, te quiero a ti.
Esas palabras me dejaron impactada.
—No te preocupes, estableceremos un contrato. En caso de divorcio, recibirás una gran suma de dinero.
—Señor Durand, con todo respeto, el matrimonio no es un juego para mí. Claro que quiero casarme, pero con un hombre que me ame y al que yo ame también.
—¿Acaso piensas que no puedo ser ese hombre?
Guardé silencio ante su respuesta, su mirada era encantadora, pero por más guapo que fuera Gérard, no podía pasar por alto mis principios.
—No quiero casarme solo por dinero, señor Durand, realmente quiero formar una familia en el futuro.
Una ligera sonrisa se dibujó en el rostro de Gérard.
—Bien, te daré hasta mañana para que pienses en mi propuesta, Juliette.
—No es necesario, ¡mi respuesta es no!
Él no perdió la compostura, parecía muy seguro de sus palabras y eso me heló la sangre.
—Espero que reconsideres mi propuesta, Juliette.
—Será mejor que regrese a mi trabajo. Por favor, discúlpeme, señor.
Apenas pude, salí de la oficina; estaba extremadamente nerviosa, por un momento pensé que me desmayaría del shock.
Esto debe ser realmente una broma, ¿por qué querría Gérard Durand casarse conmigo? Para él todo parece ser un juego.
Llegué a mi escritorio, y Chloé intentaba decirme algo, pero no podía dejar de pensar en la propuesta del señor Durand.
—Juliette, ¿cómo te fue?
—Yo... yo...
—¿Estás bien? ¡Juliette, despierta!
Reaccioné ante sus gritos.
—¿Qué? Perdón, ¿qué decías, Chloé?
—Juliette, pareces haber visto un fantasma, estás muy pálida. ¿Qué pasó en las oficinas del presidente?
—Nada, solo hablamos de trabajo, vuelve a lo tuyo, Chloé.
—Si tú lo dices, me voy.
Toda la tarde no logré concentrarme en mi trabajo; estaba muy perturbada por lo sucedido.
Al llegar a casa, vi a mi madre llorando.
—Mamá, ¿qué pasa? ¿Qué ocurrió?
—Juliette, tu padre tuvo una terrible discusión con Sophie.
—¿Por qué? ¿Acaso Sophie se metió en problemas otra vez?
—Mi querida Juliette, ¿por qué no nos dijiste que habías terminado con Bastian?
Suspiré, cansada del tema.
—Ahora entiendo, Sophie les dijo que ahora es su novia.
Mi madre parecía algo horrorizada por mis palabras.
—Sí, vino a casa con él para hablar con nosotros y pedir nuestra bendición para casarse.
Aunque ya lo sabía, no pude evitar sentir una punzada en el pecho. ¿Soy tan insignificante en la vida de Bastian? Qué horror haber pasado tanto tiempo con alguien como él.
—Vaya, qué sorpresa, al parecer quieren casarse pronto.
Tosí para disimular el nudo en la garganta, convencida de que ninguno de los dos valía la pena.
—Juliette, tu padre se enojó con ella; se suponía que tú eras la prometida de Bastian —dijo mi madre, preocupada—. Sophie fue muy descarada al decir que tu relación con Bastian había terminado hace mucho, que lo que pasó era necesario para que por fin abrieras los ojos. ¿Qué ocurrió?
Me mordí el labio porque era un tema que no quería volver a tocar, mucho menos con mis padres.
Pero tenía que contárselo todo, y de paso, preguntarle qué había dicho Sophie sobre que nosotras no éramos realmente hermanas.