De repente, el médico se acercó a mí.
—Señorita Moreau.
—¿Sí, doctor?
—Tenemos todo planeado. Mañana temprano, su padre será llevado al quirófano —dijo amablemente—. No se preocupe, uno de los mejores cardiólogos estará a cargo de la operación del señor Moreau.
—Muchas gracias, doctor.
Bueno, Gérard es un hombre muy influyente. Una simple llamada suya, y el problema de mi padre quedó resuelto de inmediato. Ahora, solo me quedaba tener mucha fe en su recuperación.
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Llegué a la sala de espera con mi madre, y allí estaban Bastian y mi hermana.
Todavía dolía verlos juntos; solo el tiempo sanaría esa herida en mi corazón. Ellos se mostraban perfectamente normales, felices como si nada hubiera pasado.
—Querida, parece que no será necesario que cubras los gastos del hospital de papá —dijo Sophie a Bastian.
—No entiendo lo que quieres decir —protestó mi exnovio—. Te dije que estaba bien que ayudara a mi futuro suegro.
—Deja de jugar, hija —la reprendió mi madre, volviéndose hacia Bastian—.