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El lunes por la mañana me levanté muy temprano para ir a trabajar. No quería encontrarme con mi hermana, así que tuve que salir de casa rápidamente.

Apenas llegué a la oficina, me encontré con Chloé.

—Juliette, ¿qué te pasó? Te ves agotada, parece que has llorado mucho.

—Este fin de semana fue horrible, amiga.

—Sabes que puedes contar conmigo, vamos rápido al baño y hablamos.

Le conté sobre la infidelidad de Bastian con mi hermana, pero omití hablarle de aquel hombre. No quería que Chloé tuviera una mala impresión de mí, aunque sé que jamás me juzgaría.

—Yo ya sabía que Bastian no podía ser el hombre perfecto, nunca confié en él, amiga, lo sabes.

—Es verdad, recuerdo que no te agradaba —suspiré.

—Ese hombre no merece a una chica tan dulce y hermosa como tú, y además, tu hermana siempre ha sido una mala persona. Sé que la quieres y todo, pero a mí no me engaña, es manipuladora.

—No vale la pena hablar de él, solo quiero una explicación.

—Definitivamente tienes que hablar con él, al menos conocer sus razones para cerrar esta historia y seguir adelante con tu vida, Juliette.

—Eso es cierto, pero me da miedo hablar con él por teléfono.

—Tómate tu tiempo, querida, cuando estés lista, las cosas se darán solas. Hablando de otra cosa, ¿sabes el nuevo rumor en la empresa?

—Nunca cambias, Chloé, siempre estás al día con los chismes de la oficina.

—Fuera de bromas, ¿sabías que hoy nos visita el presidente Gérard Durand? Se dice que es extremadamente guapo, como un príncipe.

—Vaya sorpresa. Él es muy reservado, casi nunca muestra su rostro en público, diría que es bastante extraño, casi nadie en la empresa lo conoce.

—Es verdad, siempre es el vicepresidente Alphonse Leroy quien se encarga de todo.

—Y luego está su primo Vincent Durand, que se la pasa posando para revistas de moda y programas de farándula, son como polos opuestos.

—Hay que admitir que Vincent Durand es muy guapo, lástima que sea un mujeriego. Juliette, imagínate conocer en persona a los primos Durand, sería el sueño de cualquier chica.

—Chloé, nunca cambias, no puedes juzgar a alguien por su apariencia, el verdadero valor está en la personalidad.

—Está bien, ganaste, amiga, mejor volvamos al trabajo o nos van a reprender.

La mañana pasó rápido, tenía varios proyectos que revisar, mucho trabajo. Era mejor así, mantenía mi mente ocupada.

Hay un nuevo proyecto con el famoso cineasta francés, Renaud Dupont, es una película que promete conquistar al público.

Justo antes de la hora de almuerzo, recibí una llamada de Bastian. Decidí contestar, necesitaba escuchar al menos unas disculpas de él.

—Hola, Bastian.

—Juliette, ¿tienes tiempo para almorzar conmigo? Necesitamos hablar.

—Bueno, ¿dónde nos vemos?

—En el restaurante La Nuit.

—Estaré allí en 10 minutos.

Me sentía muy nerviosa, no sabía cómo iba a manejar la situación, pero creo que tengo derecho a unas disculpas de su parte.

Al llegar al restaurante, busqué su mesa, ya estaba ahí. Me senté frente a él.

—Bueno, aquí estoy.

—Juliette, sé perfectamente que debes odiarme, pero es necesario aclarar lo que pasó —se mostró muy serio.

—Está bien, empieza a hablar.

—No pude controlar mis emociones, realmente te amaba en ese tiempo, pero tu hermana es muy hermosa. Me dejé llevar por ella, siempre alegre y sociable, en cambio tú nunca querías acompañarme a mis eventos sociales.

Esas palabras me hirieron en lo más profundo.

—¿Así que fue mi culpa? —dije sarcástica.

—No quise decir eso, solo sentí que tú y yo no estábamos destinados el uno para el otro.

—Entonces, si ya no estabas enamorado de mí, ¿por qué me propusiste matrimonio?

Parecía algo incómodo, pero levantó la barbilla, sin un ápice de arrepentimiento, y eso me dolió en lo más hondo. Pero fue suficiente para expulsarlo de mi corazón para siempre.

—Ese día fue una confusión. Pensaba decirte todo y terminar nuestra relación, pero accidentalmente, en el restaurante, saqué mi billetera y el anillo que tenía escondido se cayó. Cuando lo viste, lo recogiste y con una cara de alegría dijiste que sí querías casarte conmigo. No quise decirte la verdad en ese momento porque había mucha gente alrededor.

Las lágrimas comenzaron a correr suavemente por mis mejillas. ¿Por qué había sido tan estúpida?

Sí, ese día Bastian estaba muy nervioso y justo cuando vi caer el anillo, supuse que iba a pedirme matrimonio.

—De verdad fui una idiota.

—Juliette, lo siento mucho, me equivoqué.

—Dime, ¿nunca pensaste sacarme de mi error? ¿Cuánto tiempo pensabas dejarme ilusionada con un matrimonio que nunca iba a suceder?

—No encontraba la manera de decirte la verdad y las cosas se me salieron de control.

Me di cuenta de que aún llevaba el anillo de compromiso, así que me lo quité y lo sostuve entre los dedos.

—Entonces, ¿para quién es este anillo?

—Para Sophie, quiero casarme con ella.

Sentí que mi cuerpo empezaba a temblar de impotencia. El hombre al que más había amado en mi vida se iba a casar con mi hermana.

No sabía si podría soportar tanto dolor y humillación, así que le arrojé el anillo, me levanté y me marché.

—Te deseo toda la felicidad del mundo, pero no esperes que esté allí ese día.

Salí corriendo del restaurante, me detuve un momento para tomar un taxi, cuando de pronto sentí que alguien me observaba. Miré a mi alrededor, y solo había un auto de lujo Mercedes Benz negro con vidrios polarizados.

No le presté atención y decidí subir al taxi que me llevaría de regreso al trabajo, mientras intentaba calmar mis emociones para que nadie notara que estaba llorando.

—--

Gérard

—Iba directo a mi empresa para revisar los detalles de los nuevos proyectos cuando un rostro familiar llamó mi atención.

—Luc, estaciona el auto.

—Sí, señor, ¿hay algún problema?

Vi a aquella hermosa dama subir a un taxi, pero su rostro se veía muy triste y sus ojos reflejaban que había estado llorando.

—Sigue ese vehículo.

—¿Señor Durand, quiere que siga ese taxi?

—Sí, Luc.

—De inmediato, señor.

—También quiero toda la información de la dama que acaba de subir a ese taxi.

—A sus órdenes, señor.

Después de unos minutos, el taxi se detuvo frente a mi propia empresa.

—Señor, parece que es empleada de Durand Enterprises.

—Nunca lo hubiera imaginado.

Desde aquella noche con esa desconocida, no pude dejar de pensar en ella. Sé que esa noche fui impulsivo, actué mal, pero por alguna extraña razón me sentí muy atraído hacia ella.

Esa mañana, una llamada de trabajo me despertó en el hotel. Salí de la habitación un momento para contestar sin despertarla, pero cuando regresé, ya se había ido, ni siquiera le pregunté su nombre.

La busqué por todo el hotel, pero había desaparecido, y eso me dejó un sabor amargo. Me había fascinado, y sobre todo, en la intimidad era exquisita, su piel era más suave que la de cualquier otra mujer con la que había estado.

Tenía algo claro: el destino la había traído de nuevo a mi camino, y no podía dejarla escapar.

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