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Mis padres no estaban en casa, pues habían salido a trabajar y no regresarían hasta más tarde.

Yo necesitaba encontrar un empleo lo antes posible. No tenía idea de dónde conseguirlo, pero pensaba empezar a enviar currículums. No había querido asimilarlo todavía, pero debía acostumbrarme a la idea de que definitivamente me establecería aquí, en Madrid.

Pensé que Francia sería mi hogar para siempre, pero toda aquella ilusión se desvaneció. Ahora, pensar en ese país no significaba otra cosa que recordar los momentos dolorosos, aceptar que mi sueño no se había cumplido y que tenía que renunciar a él.

Tenía antojo de algo dulce, y además hacía tiempo que no preparaba un postre por mi cuenta. Saqué todos los ingredientes de la alacena y me dispuse a hacer un arroz con leche.

Serví una buena cantidad en un plato y, justo cuando estaba a punto de meterlo en la nevera para que se enfriara, escuché el timbre sonar.

Al abrir la puerta, me llevé la grata sorpresa de ver a Vincent allí.

—Vincent —
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