3. UNA DECISIÓN IMPORTANTE
Todos estaban procesando lo que significaría alterar el pasado, pero la intensidad de las emociones estaba comenzando a desbordarse en cada uno de ellos. Miro a mi celta y le pregunto:
—Bennu, tú. ¿Dejarás que Netfis siga huyendo y en peligro, perseguida por los enemigos de sus padres?
—¡No, mi Alfa! ¡Yo quiero irnos ahora mismo a buscarla! —responde recto, como es su costumbre.
Podía sentir mi interior dividido. Mat gruñía en mí, luchando por salir a buscar a nuestra Luna antes de que fuera atacada y, al mismo tiempo, ir por nuestra hermana pequeña, enterrada bajo tierra, sola dentro de un huevo protector. Pero la lógica seguía aferrándose a mí, recordándome que la magia para alterar el pasado no funcionaba sin consecuencias.
—Yo tampoco quiero que mi Luna sea atacada y traumatizada por los lobos, ni que Mert siga viviendo lejos de mí —dije con sinceridad—. Por eso, tenemos que tomar una decisión juntos. O esperamos a recuperar nuestros poderes, que no sabemos cuánto tiempo tardarán en regresar al futuro…
—Eso, mi Alfa, sin saber si vamos a regresar a ese mismo futuro que dejamos. Ustedes saben que todo es relativo —interrumpió Teka.
—Sí, eso también —admití, estando de acuerdo con ella—. O esperamos nuestros poderes o hacemos lo que nos propone Teka. Piénsenlo bien y mañana me dicen.
—¡Yo no tengo que pensar nada! ¡Me voy a buscar a mi Juli, ahora mismo! ¡No voy a permitir que Utukku se apodere de ella! —grita Horacio, fuera de control.
—¡Horacio! ¡Detente! —le grité, dejando que la autoridad de mi voz se hiciera escuchar por encima del caos que intentaba desatarse.
Mat rugió dentro de mí, proyectando nuestra presencia de Alfa Supremo para imponerse sobre el desborde emocional de Horacio, haciendo que mis ojos se volvieran dorados y emitiendo un gruñido dentro de mi pecho que lo obligó a inclinar la cabeza.
—No dije que no lo haremos, solo que pensemos bien en todas sus consecuencias. Aceptaré lo que ustedes digan, pero tenemos que decidirlo todos juntos. Horacio, si estás decidido, iremos contigo todos —dije de inmediato—. Es una gran decisión que no puedo tomar solo. Por eso, piénsenlo. Si las rescatamos ahora, olvídense de ese futuro del que acabamos de llegar, y no sabemos, como dijo la Bruja Suprema, si recuperaremos lo que perdimos.
Mis palabras no solo llenaron la habitación, sino que parecieron calar hondo en cada uno de ellos. Todos apretaron los puños con fuerza, sus músculos tensos y listos para estallar si no encontraba una salida a la tormenta que rugía en su interior.
—¿Y bien? ¿Qué deciden? —pregunté, a punto de teletransportarme a Francia para impedir que mi Luna se vaya con sus padres a África.
Mi beta Amet, con su expresión seria y su mirada fija en mí, el más sabio y razonable de todos nosotros, miró a los demás y luego asintió lentamente. Aunque parecía estar luchando también con la furia y desesperación de su lobo Ammyt, desesperado por ir por su mitad, se mantuvo, como siempre, más controlado que todos los demás.
—Jacking tiene razón —dijo finalmente, su tono calmo contrastando con el aire pesado que nos rodeaba—. No podemos actuar impulsivamente. Estas decisiones pueden marcar el inicio o el fin de todo lo que queremos proteger. Y yo... yo no quiero dejar a Antonieta sufrir.
—¿Entonces todos están de acuerdo en empezar de cero? —preguntó Teka, asumiendo de nuevo su control—. Es una decisión que solo nosotros debemos saber. Porque, si estoy en lo correcto, solo ustedes cuatro, mi esposo y yo conocemos el viaje en el tiempo.
—¿Seguro quieren iniciar de cero? —pregunté de nuevo con voz de Alfa.
—¡Sí, mi Alfa! ¡Queremos salvar a todas nuestras mitades! —contestaron al unísono Amet, Horacio y Bennu. El gruñido de sus lobos Ammyt, Hor y Ben me dijo lo que deseaba escuchar.
Mat emitió un último rugido bajo, reafirmando que nosotros también deseamos salvar a nuestra hermana pequeña y a nuestra Luna. Sentí el peso de la responsabilidad acumulado en mi pecho, pero también la convicción de que, juntos, podríamos hacerlo.
—Muy bien, yo también estoy de acuerdo. Lo haremos juntos, como siempre —dije, y vi cómo les brillaron los ojos. Como toda nuestra vida, la recorreremos unidos; por eso tomo la decisión—. Entonces, ya que lo decidimos, lo haremos en este orden: primero, iremos por Julieta, que es la que mayor riesgo corre de ser atrapada por el vampiro Utukku. Luego, por mi Luna, que le sigue en peligro. Después seguiría Antonieta, luego iríamos por mi hermana, la princesa Merytnert, y por la manada Luna Nueva que tiene tu mitad, Bennu, Netfis, y su hermano Héctor, que es la pareja de mi hermana. Luego veremos cómo localizamos a los chicos. ¿Están de acuerdo?
—¡Estamos de acuerdo, mi Alfa! —contestaron todos al unísono.
Mi Beta Amet, con su expresión seria y su mirada fija en mí, el más sabio y razonable de todos nosotros, miró a los demás y luego asintió lentamente. Aunque parecía estar luchando también con la furia y desesperación de su lobo Ammyt, desesperado por ir en busca de su mitad, se mantuvo, como siempre, más controlado que todos los demás.
—Un momento, mi Alfa —me detuvo de inmediato—. Primero, vamos a revisar a toda la manada y las cuevas milagrosas. No sabemos cuáles viajaron con nosotros ahora. He conectado las cuevas sagradas y la del tesoro. Vamos a ver si vinieron con nosotros y si algo ha cambiado.
—Cierto, cierto —dije de inmediato, agradeciendo que mi Beta sea tan responsable y, a pesar de la situación, no olvide lo más importante—. Vamos a revisar la manada y ver qué sucedió.
Nos preparamos de inmediato. Nuestros lobos se hicieron sentir, llenando el espacio con energía lobuna que nos conectaba no solo como compañeros, sino como una manada inseparable. Mientras salíamos del despacho, vimos de inmediato a la loba Úrsula acercándose sonriente, junto a su padre, el antiguo Mayor.
—Buenos días, mi Alfa —me saludó muy zalamera, dándome un beso en la mejilla. La aparté de inmediato con un fuerte gruñido. ¿Cómo se atreve a besarme?
Mat quiere quitarme el control, furioso. Por culpa de Úrsula, que se dejó poseer por la diosa desterrada, la bruja Isfet, estamos en esta situación. Casi se le tira al cuello para acabar con su vida. Mi Beta Amet me detiene, recordándome que, en esta época, todavía es una joven loba inocentemente enamorada de mí.
—Quizás podamos salvarla —termina diciendo.