6. LA DIRECTORA DEL ORFANATO
Mientras, en otro barrio de las afueras de Río de Janeiro, un hombre con un bebé en sus brazos toca la enorme puerta verde de madera de nuestro orfanato y espera en silencio. La puerta se abre con un sonido chirriante.
— Buenas noches —escucho cómo saluda—. Me dijeron que puedo dejar un bebé aquí por un tiempo.
— Sí, señor, pase —le pide la otra empleada que lo recibió.
— Muchas gracias. Venga por aquí —me dirijo al despacho donde sé que lo traerán.
Escucho sus pasos cuando atraviesan el enorme patio de gravilla y luego se adentran por el oscuro pasillo hasta la habitación que hace de despacho. Me pongo de pie para recibirlo.
— Señora directora, otro caso —me avisa la empleada que lo recibió.
— Muy bien, siéntese —le pido al ver entrar a un hombre solitario con un bebé en sus brazos, como tantos otros que han venido—. ¿Por qué quiere dejar al bebé con nosotros, y por cuánto tiempo?
El hombre parecía dudar por un momento. Miraba la habitación, deteniéndose en los muebles de