120.
KAYNE
Mis pasos hacen eco en este lugar alejado y oscuro del palacio, un lugar al que ella no debió venir, nisiquiera tenía que saber que existía, pero sucedió.
Los cautivos se arrastran al rincón más oscuro de sus celdas, huyendo no solo de mi presencia sino de lo que sienten.
El agua chasquea entre cada paso, anuncia mi llegada al hijo puta que está del otro lado, en la celda más protegida y aún así, él logró hundir sus garras en ella.
—Abre— ordeno impasible, esperando a que mi hombre introduzca la llave y gire lentamente el mecanismo.
La puerta se abre por completo reflejando al hombre adentro.
Andras.
Mi mayor enemigo, uno que tengo retenido porque no tengo opción, pero apenas la consiga lo elimino y ahora más que nunca tengo que buscar la forma de hacerlo.
—Pero miren quién vino al bajo mundo, el gran Rey de los lobos.
Su risa ronca, casi sin fuerzas resuena en las cuatro paredes que lo mantienen preso, atado a cadenas que tintinean cada vez que se mueve.
—¿Qué lo trae por aquí,