05.

NARRADOR

Zyla camina de regreso hacia el palacio, su mente un mar de pensamientos que la llevan de nuevo, una y otra vez, a aquel momento.

Aquella chica en sus brazos, la forma tan posesiva con la que la protegía, como si ella fuera lo más valioso en su vida.

Nunca había visto esto. Nunca, en todos los años que había visto a su hijo perder el control y convertirse en una bestia violenta sedienta de sangre, había visto que alguien pudiera calmarlo de tal forma.

Eso solo podía significar una cosa: esa chica era especial, pero también una debilidad.

Llegó a los jardines del palacio, mirando la sangre y los cuerpos sin vida que aún estaban siendo levantados.

En la entrada a las puertas del gran salón estaba el beta de su hijo, Rowan. Se acercó a él; necesitaba saber si la había seguido o no, ya que era el único que podía saber exactamente dónde estaba Kayne siempre.

—Dime, por favor, que él viene.

—Sí, no está muy lejos.

—Bien —respondió, cambiando toda su expresión, mirando ahora a los guardias con los mantos dorados.

Ellos eran la unidad designada para controlar al Lycan de su hijo, aunque muchas veces eso no era suficiente.

—Necesito que elimines a todos aquellos que se hayan incorporado recientemente.

—Dame una buena razón y está hecho.

Ella suspiró, volteando a verlo de nuevo. No sabía cómo expresarlo; sentía que tal vez había una esperanza, pero también tenía miedo de que esa esperanza fuera arrebatada.

—Aurora— solo un nombre, solo una palabra, y eso fue suficiente para que Rowan tomara una postura diferente.

Asintió, alejándose, llamando a tres de los últimos guardias que se habían incorporado.

—Luna Zyla— ella volteó al escuchar la voz de su doncella personal— hay un joven en la entrada. Dice que busca a su hermana; su nombre es Lessan, de la manada Luna Azul.

Lessan, apenas cubierto por una capa que alguno de los guardias le dio, camina de un lado a otro. Su aspecto es desordenado, su cabello desaliñado y sus ojos muestran emociones complejas de miedo y preocupación.

Escuchó pasos acercarse y se inclinó ligeramente al ver quién era.

—Reina Zyla.

— ¿Lessan, cierto?

—Ssí... lamento que venga a molestarla. Sé que debe estar ocupada, pero... no encuentro a mi hermana. Ella... no tiene un lobo y estoy preocupado. Me gustaría saber si puede ayudarme con uno o dos guardias. No pido mucho, solo eso, por favor.

Se inclinó de nuevo, su respiración temblorosa, sus manos apretándose en puños sin saber qué hacer si se negaba.

Pero, sin darse cuenta, había dicho algo que atrapó la atención de Zyla. Ella no tenía un lobo; era completamente humana. No es común, pero tampoco extraño.

—¿Has venido solo?

—Sí, Luna.

—¿Tus padres?

—Ellos… —se quedó en silencio, la rabia sobrepasando ese pequeño autocontrol que apenas tenía justo ahora. ¿Cómo podía decir que sus padres ni siquiera estaban haciendo el intento de buscar a su propia hija?

—Bien, no necesitas responder. Ahora ven conmigo, Lessan; hay cosas de qué hablar.

Él la siguió en silencio, sintiendo la tensión tan densa y pura que era capaz de cortarse con un simple papel.

Llegaron a una sala vacía; no había muebles, no había decoraciones, solo la luz tenue de una lámpara en una esquina.

Lessan se quedó parado en medio de ella, mirando cómo la Luna Zyla camina tranquilamente hacia las puertas del balcón, abriéndolas, dejando que la suave brisa entrara por ellas y algo más…

La luz de una luna llena que resplandece en el cielo, tan grande, tan hermosa, pero caótica.

—Déjame decirte que tu hermana está bien—comenzó—, pero no puedes llevártela, al menos no por ahora.

—¿Por qué?—preguntó confundido, desconfiado, dando otro paso al frente.

—Porque está en las manos del Lycan de mi hijo y él no la va a soltar, no hasta que esa luna llena desaparezca al amanecer.

Hubo silencio después de eso, como si esa simple respuesta se hubiese llevado todo lo demás.

Su mente había quedado en blanco, siendo reemplazada únicamente por un miedo abrumador al darse cuenta del peso de aquellas palabras.

"Su hermana estaba en las manos del Lycan".

—Ella…—trató de buscar las palabras, pero no salían; muchos escenarios estaban pasando por su mente.

—Aurora estará bien, él no va a lastimarla— se giró por fin mostrándose ante él. —Y de eso precisamente es de lo que debemos hablar. Todos en el Reino saben lo que significa la luna llena y el peor de los escenarios ocurrió hoy. Los brujos, por alguna razón, fallaron en su predicción, algo que casi nunca ocurre, pero sucedió. Muchos han muerto y muchos más hubiesen muerto de no ser por tu hermana.

—¿Qué quiere decir? ¿Me está diciendo que debo dejarla como sacrificio simplemente para salvar a miles de vidas más?

Ella negó. —No, Lessan, estoy diciendo que Aurora logró calmar ese instinto, esa bestia que apenas podemos contener cada luna llena.

Él negó, entendiendo a dónde iba, lo que quería decir; sin embargo, no estaba dispuesto a dejarla, eso no era una opción.

—Ella no va a quedarse.

—No tiene que hacerlo, solo debe estar aquí para esos días.

Zyla se acercó, tocando su hombro, mostrando dolor, angustia y también esperanza.

—Solo debe venir cada luna llena. Prometo su seguridad; no estará en contacto con él como seguramente ahora lo está. Habrá una barrera de por medio, una contención mucho más segura…

Lessan se alejó, con la mirada baja, tragando grueso como si quisiera sacarse ese nudo que le apretaba el pecho.

—No —dijo con firmeza. La determinación de proteger a Aurora estaba escrita en su rostro. Él no iba a ceder, y eso para la Reina Zyla no era aceptable.

Ella asintió despacio, estudiando con cuidado sus palabras, sus expresiones, al lobo que lleva en su interior; ninguno cederá y ella tampoco lo hará.

—Entonces no me dejas opción, Lessan.

La puerta se abrió, mostrando a un hombre alto, imponente, un Lycan sin duda, pero no era uno cualquiera.

Su cabello rojo cae hasta sus hombros, y sus ojos oscuros se mantienen fijos en Lessan. Rowan impone su dominio ante él, haciéndolo caer de rodillas, tomando sus brazos.

Lessan levanta la mirada hacia ella, la mujer que se acerca, cortando su mano con un cuchillo para luego hacer lo mismo con la de él.

—Este será un pacto entre ambos, Lessan, uno que nadie excepto nosotros conocerá. Tu hermana vendrá cada luna llena; tú autorizarás la entrada para que vayan por ella sin preguntas, sin saber nada que no deban. Si decides desobedecer, tu lobo será quien sufra.

Lessan gruñe ante aquella orden de sangre, sin poder negarla.

—No te preocupes, no haré lo mismo con ella, pero se lo tienes que hacer saber. Ahora ve y descansa; mañana podrás ver a tu hermana.

Rowan lo ayudó a levantarse, diciéndole que lo siguiera, y eso hizo Lessan. Se dio la vuelta en silencio, mirando su mano; la herida ya cerrándose, pero la orden latiendo en sus venas, incapaz de ignorar.

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