AURORA
—Por favor, aléjate unos pasos— le dije a Teresa sin dejar de observar las marcas. Ella dudó, pero al final lo hizo.
Cerré los ojos soltando un suspiro tembloroso, mi corazón saltando rápidamente ante el miedo de liberar algo que no quería.
Lo sentí recorrer mis venas, mi ser, extendiéndose por todo mi cuerpo hasta que las manos me picaron.
Temblaba, el tatuaje en mi pecho palpitaba a un ritmo casi doloroso y estaba segura que Kayne sentiría esto y no tardaría en venir como un tornado a querer destruir todo.
«Tranquila, Aurora, estoy contigo»
Solté el aire lentamente dejando que ese poder tomara por completo el control y casi me aterró al sentir la necesidad de destruir y quemar algo.
Abrí los ojos observando las marcas que ya no son negras, ahora son rojas, esa es la forma en la que mis ojos donde la luz no entra, me lo dejan ver.
Con manos temblorosas lo toqué, escuchando la voz llena de pánico de Teresa a mi espalda.
—No, Reina, no, Diosa… El Rey va a matarnos.
—No lo hará—