Reportaje de Amor

Reportaje de AmorES

Romance
Última actualización: 2025-09-05
Lady Santos   Recién actualizado
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Resumen
Índice

Catherine Castillo, una chica de vida acomodada comenzó una nueva etapa al casarse con Dylan Montero, un joven hijo de funcionarios y empresarios que controla parte de la industria televisiva. La ilusión de que todo marcharía a la perfección, se fue por el caño cuando en su propia boda, su prometido le propinó una cachetada. Su enamoramiento duro poco... Y su venganza hacia Dylan Montero llegó como un hombre vestido de negro, el rival de su esposo en la industria televisiva, Han Emris.

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Capítulo 1

Capítulo 1

La carencia del amor es clara, o al menos lo fue en el momento que mi mejilla ardió por obra de esas manos que un día adoré.

Justo en nuestra boda, justo al frente de toda nuestra familia y seres queridos, hasta los más íntimos amigos del instituto que con mucho esfuerzo llegaron de otros países solo por vernos juntos, solo para presenciar la unión de dos personas que supuestamente se amaban.

Que ridiculez.

Que gran ridiculez, Catherine.

Casarme a una edad de tan solo 24 años, en un principio, fue como un sueño, contaba con toda una vida por delante para formar un destino junto a alguien que ame con toda mi alma, me di el lujo de soñar con construir juntos nuestro hogar en imaginar una inocente imagen: los dos pintando la habitación de nuestros futuros hijos, los cuales dudo que ahora aparezcan.

Lástima que la decepción llegó tarde, todo siempre ocurre tarde.

Lo tuve que sospechar desde qué él miró a esa mujer entre los invitados, en vez de a mí usando el hermoso vestido de novia y caminando hacia el altar.

Nada de esto estaría pasando si desde antes fuera tomado algo de comida de su plato con mi tenedor.

Sí, esa es la ridícula razón para yo haberme ganado una cachetada.

La razón que me hizo conocer en verdad el hombre con el que me casé.

—¿¡Que m****a te pasa?!

El grito de mi papá no hizo esperar, la rabia brotaba de su piel como brotes emergiendo de una semilla.

Al fin reaccione, la decepción escapó por la ventana o quizás solo se escondió como la mano de mi esposo.

El típico tiró la piedra y escondo la mano.

Solo que en esta ocasión fue un icónico: “cacheteo a mi mujer y escondo la mano”

Dylan no respondió a mi papá, su mandíbula se tenso al punto en que pensé: “se va a dislocar” y lo calme con una pequeña caricia en su brazo, como toda una estúpida ya que lo primero que debí hacer fue plantar una cachetada de vuelta en su mejilla.

Pero no gano nada haciendo eso, ya no queda ni una pizca de dignidad en mi después de esa gran vergüenza que me hizo pasar. Mucho menos quedará alguno si me divorcio, las cadenas nacionales de televisión se harán cargo de hacerme quedar fatal si se me ocurre tal osadía.

Supongo que fue mala idea casarse con el hijo del dueño de una de las más grandes plataformas televisivas.

—Deja a mi hijo, Richard.

—¡Tu hijo golpeó a mi hija, ese hijo de perra-...! —Papá se calló por unos segundos, casi mordiendo su lengua para no decir lo que pasó por su cabeza, al final no se contuvo. —¡Haré que ese hijo de perra pase su luna de miel en prisión, con los reos dándole por culo!

Vaya…

No puedo quejarme, a papá siempre se le ocurren insultos icónicos.

Aunque no hubo un insulto más grande que Dylan levantándose de mi lado y comenzando a caminar hacia la salida, siendo seguido descaradamente por una mujer que tuvo la osadía de venir usando un vestido de color rojo escandaloso, por donde caminara esa mujer deslumbraba con su presencia.

Incluso hasta más que la novia, sumergida en la desgracia de un matrimonio que comenzó.

Con la pisada de un hombre sin piernas, decir que comenzó con el pie izquierdo no da la talla a la verdadera situación.

Ni brazos debe tener, eso quedó claro en el momento que las cámaras pasaron de enfocar a los invitados a dar todo el espectáculo solo a mi papá. Todo manipulado de la manera más ridícula para hacer que sea mi familia quien quede mal.

Desgraciados Monteros, familia con veneno en vez de sangre.

Lástima que olvidaron que mi sangre es el ácido puro.

Una alegría que lo recordarán cuando me levanté y tomé la silla más cercana, estampando está contra la cámara como una fiera.

Hasta un grito cargado de enojo escapó de mi garganta, hablar no será una opción por varios días.

El camarógrafo aguantó como un campeón hasta que un sillazo dio de lleno en su cabeza, el sonido cuando se estrenó contra el suelo fue seco. Super seco en comparación a la alfombra, que se bañó de sangre en cuestión de segundos por culpa de mi imprudencia.

No me arrepiento.

Este hijo de perra es solo otro lamebotas de la familia Monteros.

Un lamebotas aún vivo, ya que apenas tomó de nuevo algo de conciencia se levantó y salió corriendo, pensando en las costuras que se llevaría en la frente.

—¡Hija-

—¡Largo todo el mundo de aquí! —Mis manos tomaron el mantel blanco de la mesa de novios, aún repleta de comida caliente y en el suelo ese tenedor que estuvo en mis manos cuando comenzó todo.

Pronto todos los platos sobre la mesa le hicieron compañía al pobre y desolado tenedor, un estruendo escandaloso que se extendió cuando varios de los invitados comenzaron a salir de la sala de ceremonias huyendo despavoridos, con la esperanza de no ser alcanzados por uno uno de los platos o la comida que mis manos tomaban con rabia, lanzando estás misma a donde sea que llegue a caer, no me importa si lo hace en mi vestido o en la cara de alguien más.

Lo único que quedó para mí es lamentar en mi interior lo que tuve que vivir tan solo a mis 24 años, una humillación tan grande acompañada del dolor de un corazón roto que si amo sinceramente.

Pero eso es hasta aquí.

Ya no hay más razones para amar a ese hombre.

Nunca debí hacerlo.

Y lastimosamente, ahora vivo aferrada a las cadenas de alguien que solo quiso sumar un poco más de poder en sus contactos, no dudó en que el hecho de que mi padre sea ministro de seguridad puede ser bastante llamativo.

Esta boda de porquería arruinó toda mi maldita vida.

O al menos pensé eso, por seis miserables meses.

Solo fue cuestión de conocerlo…

A él.

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