—Richard, insisto en que debes dejar esa actitud tan terca.
—Amada mía, esta es nuestra oportunidad. —Papá y mamá llegaron en la mañana a buscarme por casa, insistían que con todo este estrés yo debía salir de esa área de peligro referente a la familia Montero.
No lo negaré, tienen razón.
Solo que al menos mi papá, Richard Castillo, llegó con otras intenciones.
—No te metas en problemas que no son tuyos, Señor Castillo.
—¿Cuándo volveremos a tener la oportunidad de llevar a uno de los Monteros tras la rejas? Es probable que nunca. —Papá me miró, una mirada repleta de reclamo en vez de preocupación. —Es momento de que dejes de aferrarte a esa familia, al principio lo permiti por ti, pero mi hija no seguirá bajo la sombra de una familia que la trata de forma tan espantosa. En los Castillos, las segundas oportunidades no existen.
Di un trago a mi café, disfrutando la calidez de la bebida recorriendo mi garganta hasta que decidí responder a papá.
—¿Quieres encarcelar a Claudia Montero? Ha