—Qué espectáculo visual, señorita Castillo. —La llegada del señor Han al frente de mi hogar no fue tardía, llegó justo cuando termine de arreglarme y salí dando mis mejores movimientos de cadera, derrochando mi alegría en una sonrisa que no se disimula con nada.
No agradecí por el halago ni mucho menos hablé, solo di una vuelta luciendo toda mi vestimenta y abrí la puerta delantera del auto, subiendo con total confianza.
—¿A dónde me llevará?
—¿Le carcome la curiosidad?
—Un poco.
—Solo déjeme el trabajo de sorprenderla, aunque si vamos a tomar un trago no creo que las expectativas sean muchas.
—Supongo que lo más lógico es un bar. —El auto arrancó y con ello la brisa dio en mi rostro, dando un recordatorio de como siempre ame viajar en auto con la ventana abierta. El viento en la cara es libertad, algo de lo que carezco desde hace meses.
—Oh vaya, que inteligente es usted, señorita Castillo. —Hablo con sorpresa fingida mi acompañante, usando un tono de voz bastante burlesco, para se