Ameline Brooks era una chica sin hogar debido a un pasado doloroso, pero ella tenía sus trucos para dormir cómoda: colarse en hoteles. Y a veces en hoteles de lujo. Pero nunca habría esperado que en una de tantas noches se toparía con el hombre perfecto: guapo, rico y muy interesado en ella. Él la cree una prostituta de lujo y le ofrece mucho dinero, y Ameline hace lo impensable: se entrega a él. A la mañana siguiente, como lo cree un millonario ingenuo, decide robarle dinero, joyas y un reloj, sin saber dónde se metía, sin saber quién era él: Seth Rinaldi, el joven líder de la mafia más poderosa de la ciudad. Seth se sintió cautivado por Ameline, pero lo único que no podía perdonarle era que le hubiera robado su reloj, su mayor tesoro por ser el recuerdo de una persona importante, y por eso moviliza a todos sus hombres para encontrarla y así la secuestra con la intención de recuperar su tesoro. Sin embargo, las cosas no serán tan sencillas, a Ameline le robaron el reloj, y al no creerle Seth empieza a maltratarla y hacerla vivir un infierno... sin saber que ella está embarazada de su bebé. Cuando descubra el embarazo, Seth hará todo para que Ameline lo perdone, pero ya será demasiado tarde... ¿o no? ¿Acaso podría existir una pequeña oportunidad de que ella pudiera perdonarlo? Seth hará todo para ser perdonado, pero Ameline nunca olvidara el infierno que la hizo vivir por su desconfianza. ¿Acaso podrían alguna vez juntar las piezas rotas de su oscura historia de amor y convertirse en la familia que su bebé necesitaba?
Leer másAmeline Brooks vivía en las calles desde hace años, sin hogar a donde ir, pero se las arreglaba para casi siempre tener un techo sobre su cabeza, ya que había aprendido muchos trucos para sobrevivir.
Uno de esos trucos era escabullirse en hoteles, ya que había aprendido a evitar cámaras, trepar muros o rejas, abrir cerraduras y, lo más importante, ser una actriz lo suficientemente buena para fingir ser familiar de alguien y haberse perdido buscando la salida si es que llegaban a descubrirla. Siempre se salía con la suya, de una forma u otra, pero esa noche el destino le tenía preparada una sorpresa… Había sido avariciosa, lo admitía, vio un hotel muy lujoso con cámaras muy fáciles de evitar y una reja muy fácil de trepar, y luego solo tuvo que fingir que era hermana de alguien allí y pudo caminar normal buscando entre los pasillos una habitación que no estuviera ocupada. Para su desgracia, casi todas estaban ocupadas, así que tuvo que ir subiendo y subiendo hasta que llegó a un pent-house que vio con la típica cerradura de hotel que hace tiempo había dominado y… no pudo resistir la tentación. Se coló dentro de la habitación y de inmediato se maravilló con todos sus lujos, se comió todos los bocadillos de la nevera, saltó en la cama como una niña y luego se dio un largo baño en la enorme tina del lugar, incluso prendió unas velas aromáticas que encontró. Salió en bata de baño, se tomó su tiempo peinándose y, justo mientras se amarraba el cabello en una coleta, alguien abrió la puerta de la habitación. Volteó, llena de pánico, viendo entrar a un hombre joven y atractivo con un traje caro, un maletín en una mano y una botella de licor en la otra. Él volteó a verla con curiosidad, para luego rodar los ojos, confundiéndola. —Le dije a Reynolds que no quería ninguna prostituta esta noche. —Cerró la puerta con fastidio, para luego tomar su billetera y comenzar a sacar billetes de cien dólares, uno tras otro, dejándola boquiabierta. Nunca había visto tanto dinero junto… —Mira, no estoy de humor, tuve una mala noche, así que solo toma esto y veté, dile a Reynolds que no me fastidie. —Le tendió quinientos dólares como si nada. Ella permaneció en silencio, con los ojos muy abiertos, sin entender bien qué demonios estaba pasando allí. Él la miró con impaciencia. —¿Qué pasa? ¿Quieres más dinero? —La miró de arriba a abajo—. Bueno, no niego que Reynolds se esmeró… creo que eres la más atractiva de todas las que pagó para mí, supongo que eres una prostituta de lujo, disculpa. —Sacó quinientos dólares más, haciendo que ella lo mirara todavía más sorprendida. —¿Y ahora qué? —Él miró con extrañeza su mueca de sorpresa—. ¿Esto no es suficiente? Aunque… —Volvió a mirarla de arriba a abajo—. Pagaría más por ti, para ser sincero, pero de verdad no estoy de humor, y tampoco te daría más de mil solo por la molestia de que Reynolds te hiciera venir para nada. Solo toma el dinero y ya veté. Ella se mordió el labio, intentando procesar todo lo que pasaba, pero decidió no perder más tiempo y tomó el dinero lentamente. Sus dedos se rozaron con los dedos grandes y callosos de ese extraño hombre, que volvió a mirarla de arriba a abajo, pero luego negó con la cabeza y comenzó a beber de la botella que traía en la mano. Ameline lo miró con curiosidad mientras él se sentaba cómodamente en el sofá del pent-house, luego miró a sus manos, que tenían varios anillos de oro, con joyas, y también tenía un reloj que se veía muy costoso… Y sin duda tenía mucho más dinero en esa billetera. Se mordió el labio, con una idea loca comenzando a rondar por su mente. Ese hombre había simplemente asumido que ella era una prostituta de lujo que le mandó algún amigo o socio suyo, y le había dado mucho dinero solo porque la vio bonita, entonces… claramente era un idiota. Y a ella siempre le gustó sacar provecho de los idiotas… Sonrió lentamente, sin poder contener su lado de superviviente exigiéndole que le sacara más dinero a este idiota. —Sabes… —habló por fin, provocando que él volteara a verla de inmediato—. Puedo ofrecerte otros servicios. Si estás muy tenso, ¿qué tal un masaje? —Sonrió inocentemente. Él volvió a mirarla de arriba a abajo, y ella se paró más derecha, sacando pecho, provocando que su bata se abriera un poco, aunque eso fue involuntario. —Mmm… —Él bebió un largo trago de su botella—. Bien, un masaje estaría bien. Si realmente logras sacarme algo de tensión, te pagaré más. —De repente le dedicó una sonrisa ladina, casi maliciosa, y ella no pudo evitar sonrojarse por lo guapo que era, pero rápidamente apartó esos pensamientos y se acercó a él. Antes de perder a su familia, su madre le enseñó a dar masajes, así que sabía una cosa o dos respecto a sacarle la tensión a las personas. Comenzó a masajear los hombros del hombre apuesto, ganándose unos cuantos gruñidos de satisfacción de su parte que solo la hicieron sonrojar más y más. En verdad este hombre era demasiado guapo… De repente, él alzó la mirada y sus ojos se encontraron, y ella notó perpleja que sus ojos eran de un azul tan oscuro que parecían casi violeta… eran hermosos… Detuvo su masaje, perdida en la belleza e intensidad de sus ojos, y de repente él alzó la mano hasta atrapar su nuca, le bajó la cabeza y la besó con fiereza, sorprendiéndola tanto que no pudo hacer nada más que quedarse allí quieta, dejando que la besara. Pronto, él se giró para tomarla por la cintura haciéndola pasar por encima del sofá, la sentó en su regazo y continuó besándola con pasión. Ella comenzó a corresponder, sintiendo su cuerpo arder de deseo. No se detuvieron en toda la noche, ni siquiera cuando él descubrió que ella era virgen, continuó haciéndole el amor a pesar de la sorpresa que lo invadía, diciéndole que pagaría todo lo que quisiera por haberle dado su virginidad, o que incluso estaba dispuesto a llevársela con él, a volverla su mujer, y… en medio de ese dulce placer, ella le creyó todo. Sin embargo, cuando se despertó al día siguiente, Ameline volvió a la realidad. Había escuchado que los hombres decían muchas tonterías en medio del calor del momento, así que era mejor no creer en todas las idioteces que le prometió mientras estaba consumido por el deseo… además, también le sintió en la boca el gusto a alcohol, por lo que era altamente probable que dijera tantas promesas irreales por estar borracho. —Seth… —susurró su nombre al verlo dormir abrazado a su cintura, casi sintiendo una pizca de cariño por él, pero rápidamente lo alejó y se levantó de la cama. Él le había dicho su nombre única y exclusivamente para que ella lo gritara mientras le daba placer, pero ni siquiera se molestó en preguntar el suyo, lo cual era otra razón para confiar en que realmente su noche no significó la gran cosa para él. Se dio un baño rápido, pensando qué hacer ahora. Si lo despertaba, seguro le daría otros mil dólares, lo cual era bueno, pero… si lo dejaba dormido, entonces podría obtener mucho más. Vivir en las calles era duro, y Ameline se enorgullecía de no ser una mala persona a pesar de la vida difícil que llevaba, pero… cuando tenía la oportunidad de robarle a personas que no iban a extrañar lo robado, la tomaba. Seth claramente era muy rico, no iba a ser difícil para él recuperarse de unas cuantas joyas y dinero robado, y técnicamente le dijo que le pagaría lo que sea por haberle quitado la virginidad, así que… le tomaría la palabra. Le quitó los anillos de los dedos, uno a uno, y luego le quitó su reloj. De su ropa tirada en el suelo tomó su billetera y de ahí sacó todo el dinero que había, contando cuatro mil dólares en efectivo. ¡Esto le daría comida por meses! Sacó del baño su ropa desgastada de mujer sin hogar, se vistió y miró con tristeza a Seth. —Me hubiera encantado que tus promesas fueran reales —dijo con tristeza, para luego marcharse de la habitación y del hotel, lista para tener una buena cena por primera vez en mucho tiempo. . Cuando Seth despertó, se extrañó de no encontrar a la belleza con la que había pasado la noche, pero entonces notó que le faltaban sus anillos… y su reloj… Se levantó de golpe de la cama, buscando por toda la habitación, llenó de pánico. —¡¿Preciosa?! —gritó, entrando al baño y maldiciendo al no verla allí. Buscó entre su ropa y maldijo todavía más al ver su billetera vacía de todo el efectivo. No había querido creerlo, pero ahora era innegable… la preciosidad que lo había encantado la noche anterior le robó y se escapó. La noche que pasaron fue tan maravillosa que quizás la habría perdonado por robarle el dinero y los anillos, pero le robó el reloj también… y eso no lo podía tolerar. Se frotó la cara con frustración, antes de sacar su celular y llamar a su jefe de seguridad. —Aquí Tucker, ¿qué ocurre? —Prepárate para movilizar a toda nuestra gente, me robaron mi reloj y quiero recuperarlo cuanto antes. —¿Quién sería tan estúpido para robarle su tesoro más preciado al mafioso más temido de la ciudad? —preguntó Tucker, incrédulo. —Una preciosidad que sin duda no sabe con quién se metió. —Sonrió maliciosamente “Te voy a encontrar, preciosa, y será mejor que estés lista para rogarme perdón”. Porque él era Seth Rinaldi, y nadie se burlaba de él sin sufrir las consecuencias.Ameline paseaba por su habitación, ahora vestida con un camisón blanco largo atrás cuya tela rozaba el suelo de madera mientras sus pies descalzos trazaban círculos inquietos. La lámpara en la mesita de noche emitía un resplandor suave, pero no calmaba los nervios que le apretaban el pecho. Eran casi las doce de la noche, y el silencio de la mansión, roto solo por el tictac del reloj en la pared, hacía que cada segundo se sintiera eterno. Su celular, sobre la cama, estaba abierto en el grupo de chat “Misión Claus”, pero no había nuevos mensajes desde hacía al menos dos horas. Lo último que Laura había escrito era que no tenía dinero para entrar a la zona VIP del bar Nocturne, donde Claus estaba. Las chicas, sin dudarlo, habían juntado dinero entre todas, queriendo colaborar en la misión y enviándoselo para que pudiera pasar. Laura había agradecido con un emoji de corazón y luego… nada. Silencio absoluto.Ameline se detuvo frente a la ventana, mirando el jardín oscuro de la mansión, s
Ameline estaba sentada en la mesa de la cafetería mientras observaba a Laura, Clara, Rachel, Sofía, Beverly, Marta y Ellen, cuyas risas y planes llenaban la mesa con una energía vibrante. Laura se inclinó hacia adelante, sus ojos oscuros brillando con determinación tras aceptar ser la elegida para conquistar y dejar a Claus Vidertti.—Chicas, ¿saben qué? —dijo Laura, su voz cargada de entusiasmo mientras jugaba con un mechón de su cabello—. Podría empezar hoy mismo. Según los artículos que vimos, Claus frecuenta el bar Eclipse mucho, quizás tenga suerte o quizás no, pero me gusta ir de fiesta de todos modos, je. Iré esta misma noche, a ver si lo encuentro. Y si no está, igual me divertiré y charlaré con la gente del bar. Alguien debe saber algo sobre él, ¿no?Ameline parpadeó, sorprendida por la rapidez con la que Laura tomaba las riendas. Clara, con su vestido negro ajustado, aplaudió con una sonrisa traviesa. —¡Esa es mi chica! —dijo, su tono lleno de admiración—. Ve y deslúmbralo
Ameline despertó con el sol filtrándose por las cortinas de su habitación y rápidamente se alistó pata el día. Hoy sería un día importante. Se puso un vestido azul claro que abrazaba suavemente su vientre de cinco meses. El aire fresco de la mañana traía un aroma a jazmín desde el jardín, pero su mente estaba inquieta, atrapada en la conversación con Seth del día anterior, su tono serio resonando como una advertencia que la había hecho dar muchas vueltas en la cama por el miedo, a la vez que sentía que Nataniel seguro también había sufrido algo de insomnio. "Me aleg que no estés aquí, Kato..." penso triste. Hoy tenía que llamarlo otra vez para pedirle permiso para reunirse con Prissy y sus amigas, y la sola idea le apretaba el pecho. Sentada en el borde de la cama, tomó el celular con manos temblorosas, respiró hondo y marcó su número, el tono de llamada acelerando su pulso.—Ameline —respondió Seth, su voz sorprendentemente más suave, casi cálida, sin el filo cauteloso de ayer—.
Ameline miro a su alrededor, a los celulares y libretas llenos de notas sobre Claus Vidertti: sus horarios, los bares que frecuentaba, el campo de golf de su familia, incluso los nombres de los periodistas que escribían sobre él. Prissy, a su lado, le lanzaba sonrisas de orgullo cada vez que notaba la expresión de asombro de Ameline. La charla era un torbellino de ideas, risas y planes afilados, cada palabra cargada de una energía que hacía que Ameline se sintiera viva, como si estuviera entre amigas de verdad por primera vez en toda la vida.De repente, Clara, con su sonrisa traviesa, miró su celular y frunció el ceño, su sonrisa cayendo. —Oh, no —dijo, su voz perdiendo un poco de su brillo habitual—. Mi niñera me está llamando. Mi pequeño debe estar haciendo un desastre. —Rió, pero había un toque de urgencia en su tono mientras guardaba su libreta en el bolso—. Chicas, me tengo que ir, pero esto no termina aquí. Nos reunimos mañana, ¿sí? Tenemos que seguir planeando cómo destrozar
Ameline miro a Prissy, que estaba a su lado con su vestido amarillo brillante, sonriendo con entusiasmo, sus ojos brillando mientras miraba a sus amigas tomar el control de la situación.Clara, con su vestido morado que destellaba bajo las luces de la cafetería, dejó el celular de Ameline en la mesa y sacó el suyo propio, sus uñas perfectamente manicuredas tecleando con velocidad. —Ok, chicas, esto es una misión de las top —dijo, su voz seria pero con un filo travieso—. Si vamos a darle una lección a este tipo, necesitamos saber todo sobre él. Absolutamente todo.Laura, en jeans y una blusa blanca, ya estaba deslizando su dedo por la pantalla de su celular, sus ojos entrecerrados con concentración. —Voy a buscar en la sección de noticias —dijo, su tono decidido mientras abría un navegador—. Si es un heredero de farmacéuticas, seguro aparece en más de un artículo sensacionalista.Rachel, con su top rojo y una sonrisa que prometía problemas, sacó una libreta pequeña de su bolso, garab
Ameline estaba sentada frente al tocador en su habitación, el espejo reflejando su rostro tenso mientras se aplicaba un toque de brillo labial. Prissy, frente al armario abierto, revisaba un chal blanco para combinar con su vestido amarillo brillante, su celular en la mano mientras mensajeaba a sus amigas, su entusiasmo llenando el aire con positivismo. —Laura dice que ya está saliendo de casa —dijo Prissy, su voz vibrante mientras deslizaba la pantalla del celular—. Clara está lista, Sofía también, aunque dice que está un poco nerviosa por llegar a tiempo porque ella vive en el centro y hay tráfico. Rachel y Beverly confirmaron que estarán ahí. Marta y Ellen no podrán venir, tienen una reunión en la iglesia, pero mandaron saludos y dicen que quieren verte pronto.Ameline asintió, forzando una sonrisa mientras se ajustaba el cabello en una coleta. —Suena bien —dijo, su tono intentando ser ligero, aunque su mente seguía atrapada en la llamada con Seth. Su voz seria, sus preguntas i
Último capítulo