A las 04:00 am, el primo Rodolfo salió del depósito con un folder bajo el brazo y un bostezo de hombre que no piensa morir los miércoles.
Llevaba el saco sin abrochar y el cuello de la camisa lastimando la nuez. La Sprinter gris donde subió olía a goma y a urgencias viejas.
—Sigue derecho y gira en la tercera —ordenó una voz desde la oscuridad de la parte trasera; Mateo se deslizó por el lado, el tas de la pistola eléctrica fue una serpiente breve. Rodolfo cayó como un saco de harina no hubo tiempo para evitarlo...
De inmediato se lo llevaron secuestrado y lo sentaron en la casa de paso, atado a una silla metálica frente a un aire acondicionado puesto en 16.
Enzo le colocó una manta sobre las piernas, no por piedad, por control.
—Te vas a enfriar, Rodolfito —dijo, apretándole el hombro con una fuerza blanda—. Y vas a pensar. —Se alejó sin cerrar la puerta, dejándole ver el pasillo vacío—. El miedo hace eco en los corredores.
Valentín miró un segundo más de la cuenta al hombre inmóvil,