FUEGOS ARTIFICIALES
Destellos secos y el sonido cortante de ráfagas rompieron la noche desde los manglares.
Las balas pegaban con todo, reventando botellas, rompiendo madera, arrancando gritos.
En un instante la celebración se convirtió en un campo de guerra, cuerpos corriendo en todas direcciones, otros cayendo al suelo, hombres y mujeres arrastrándose para cubrirse, mientras los hombres de Alma y los Moretti reaccionaban al fuego que venía desde la sombra.
Los violines se cortaron de golpe.
Un hilo chillón, un quiebre abrupto, como si una tijera invisible hubiera mordido las cuerdas.
Las balas reventaron unas cuantas botellas y el vino se abrió como sangre sobre los manteles.
Del lado de los manglares ese laberinto oscuro que bordeaba la isla como una trenza de sombras, parpadearon destellos finísimos, ordenados, de tirador.
El infierno se desato, ráfagas cruzadas, gritos, vidrio, madera, cuerpos buscando suelo.
—¡Al suelo, al suelo! —rugió Enzo, empujando una mesa, pateando sillas