Alma se despertó pasada la una de la tarde, envuelta en un calor sofocante que parecía emanar desde su propio cuerpo y alma.De repente se sentó de golpe al sentir una náusea creciente, se llevó la mano al estómago y corrió al baño tambaleándose, donde terminó inclinada sobre la taza, vomitando el vacío amargo que le subía por la garganta.Las arcadas eran espesas, dolorosas, como si su cuerpo intentara expulsar algo más que solo malestar físico.Fue entonces, al alzar ligeramente la vista hacia el espejo empañado, que vio la herida en su sien y, de golpe, lo recordó todo, el accidente, el choque, la figura de Valentín, y el frío del mesón donde despertó.regresó a la habitación tambaleante y tomó su teléfono. Tenía 23 llamadas perdidas de Gustavo, de su abogado, de Isabela, de números desconocidos. Unas 15 notificaciones de mensajes de voz.Algo no estaba bien.El corazón le dio un vuelco, el presentimiento le comprimió el pecho, como si supiera, antes de saber, que algo había sucedi
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