En el quinto cumpleaños de mi hijo Óscar, le horneé su pastel favorito, cuidando cada ingrediente para evitar cualquier cosa que pudiera causarle una reacción alérgica. Y, aun así, ese día me dijo que quería que Raquel, la secretaria de mi pareja, fuera su mamá. Mientras yo me esforzaba sin descanso para que Diego y Óscar pudieran tener una vida privilegiada, ellos se fueron con Raquel a un parque de diversiones, comían helado y jugaban a ser una familia feliz. A pesar de todo, seguí haciendo horas extra en el centro médico para atender a Óscar, incluso cuando él me rechazó públicamente en el jardín de infantes y dijo que Raquel era su madre biológica. Y seguí creyendo en las palabras de Diego, incluso después de encontrar una foto antigua de Diego y Raquel tomada antes de que él y yo nos conociéramos. Pensaba que ser la Jefa de Sanación de la Manada Luna de Sangre significaba que podía curar cualquier herida. Pero descubrí que hay traiciones que hieren tan profundo que ni la magia más poderosa es capaz de sanar. Así están las cosas. Y ya es momento de que todos sepan cuánto he sacrificado por esta pequeña «familia perfecta». Ha llegado la hora de que me devuelvan, uno a uno, todo lo que les entregué.
Leer másPunto de vista de OliviaMiré a Diego mientras me declaraba su amor, con la desesperación reflejada en sus ojos. Óscar seguía aferrado a mis piernas , temblando con cada sollozo, mientras Raquel, sentada en el suelo con la cara enrojecida por la bofetada, apenas era la sombra de la mujer arrogante de antes.Solo los pitidos de los monitores y la respiración entrecortada de Óscar rompían el silencio.Respiré hondo y permití que una leve sonrisa asomara en mis labios.—Te creo —le dije suavemente.La cara de Diego se iluminó de inmediato, con la esperanza brotando en su mirada como un campo floreciendo tras la lluvia. Se relajó visiblemente y dejó escapar un suspiro de alivio.—Gracias —murmuró con la voz quebrada por la emoción—. Te prometo que...—Te creo cuando dices que me amas —lo interrumpí, manteniendo la sonrisa—. También me creo que Óscar quiere volver a tenerme como madre ahora.Me agaché y acaricié con ternura el cabello de Óscar. Él alzó la vista, con su carita llena de lágri
Punto de vista de OliviaMe quedé inmóvil. Óscar se abrazaba a mis piernas con tanta fuerza que parecía que su vida dependiera de ello. Su cuerpo temblaba con cada sollozo, y sus lágrimas empapaban mi uniforme mientras sus manos se aferraban a mí, como si temiera que yo pudiera desvanecerme si me soltaba.—Por favor, mamá... —suplicaba entre jadeos—. No te vayas.Su rostro estaba encendido de rojo, y le costaba cada vez más respirar. Cada lágrima parecía arrancarle un poco más de fuerza.—Ella me hizo decir eso... —balbuceó entre sollozos—. Raquel me dijo que si no lo hacía, me ibas a alejar de papá para siempre...Sentí que algo se rompía dentro de mí. Esa coraza que me había construido empezaba a agrietarse. Era mi hijo. Mi pequeño. Más allá de todo el daño que me ha hecho, seguía siendo mío.—Óscar, tienes que tranquilizarte —le dije, dejándome llevar por mi instinto médico—. Tu cuerpo no puede soportar este nivel de angustia.Pero él se aferró aún más fuerte, temblando incontrolada
(Punto de vista de Olivia)Miré a Óscar. Su pequeño rostro, crispado por la desesperación mientras acusaba a Raquel de querer matarlo, era tan absurdo que por un momento estuve a punto de soltar una carcajada.—Raquel no intentó matarte, Óscar —le dije, con tono de voz frío—. Lo que pasó es que no sabía cómo cuidarte.Crucé los brazos y lo observé con frialdad. Resultaba fascinante lo rápido que un niño podía cambiar de lealtad cuando su bienestar se veía amenazado.Si hacía unos minutos había sentido un atisbo de ternura, ahora solo quedaban dentro de mí la decepción y el desaliento.¿Cuándo se había convertido en esto? ¿O acaso la sangre pesa tanto que, siendo tan pequeño, ya había heredado la frialdad y el egoísmo de su padre? Era un pequeño egoísta disfrazado de inocencia.Me costaba creer que este era el hijo por quien tanto había luchado, al que había traído al mundo con tanto sacrificio. Y de pronto entendí por qué había elegido a Raquel. Porque mientras pensaba que su bienestar
Punto de vista de OliviaLa mirada de Diego se oscureció al ver cómo apartaba su mano sin dudarlo.—No me toques —le solté con frialdad—. Si quieres que salve a Óscar, sal de mi vista.Ya no me importaban sus sentimientos. Sin mirar atrás, crucé la puerta de la sala de tratamiento, dejando a Diego y su expresión herida fuera de mi mente. Ahora no estaba allí como madre, sino como sanadora. Ya no era mi hijo, era mi paciente.El Dr. Molina levantó la cabeza al verme entrar, con un alivio reflejado en sus ojos.—Su estado es crítico —informó enseguida—. Los tratamientos habituales no están funcionando.Asentí con la cabeza, con un leve movimiento y me acerqué a Óscar. Verlo así, tan pequeño, conectado a tubos y rodeado de máquinas que emitían pitidos urgentes, me rompía el alma.—Déjenme espacio —ordené con firmeza—. Necesito trabajar.Como Jefa de Sanadores, poseía habilidades que rara vez necesitaba usar en toda su intensidad. Pero por Óscar, estaba dispuesta a vaciarme por completo.C
Punto de vista de OliviaCon las manos temblorosas, agarré las llaves del auto y salí corriendo. Diego, que claramente también había escuchado la llamada, me alcanzó y me sujetó la mano.—Tienes que calmarte, Olivia —me dijo con firmeza—. Déjame conducir.Por una vez, no discutí. Cada segundo era crucial.Atravesamos las calles mojadas bajo la lluvia, en completo silencio. No fue hasta que el hospital ya casi estaba a la vista que rompí el silencio.—¿Qué pasó? —pregunté, con el corazón encogido—. ¿Cómo fue que consumió productos lácteos?Diego negó con la cabeza.—No lo sé. Raquel estaba cuidándolo mientras yo fui a verte.Un frío presentimiento me recorrió de pies a cabeza.—¿Raquel? ¿La misma que trajo un pastel de crema a su cumpleaños, sabiendo de su alergia?Diego no me respondió, pero su silencio lo decía todo.Llegamos al hospital casi derrapando en el estacionamiento. Saltamos del auto antes de que este terminara de detenerse y corrimos hacia la entrada.Sara nos esperaba en e
Punto de vista de Olivia—La sacaré de nuestras vidas —me prometió desesperado—. Aún podemos ser una familia. Seguiremos siendo tú, yo y Óscar.Lo miré con desdén, dejando escapar una risa amarga.—Imposible —le dije, cruzándome de brazos—. El día en que convenciste a mi hijo de que Raquel era su verdadera madre, te convertiste en mi enemigo.Los ojos de Diego se abrieron, incrédulos.—No, Olivia, jamás haría eso. ¡Tienes que creerme!Se pasó la mano por el cabello empapado, dejándolo erizado en todas direcciones.—Estábamos demasiado ocupados trabajando —balbuceó, desesperado—. Tú con tus responsabilidades como sanadora, y yo intentando levantar la empresa. Raquel cuidaba mucho de Óscar... seguro fue ella quien le llenó la cabeza con esas ideas absurdas.Alcé una ceja, claramente poco impresionada por su intento de excusarse.—Te lo juro —insistió—. A partir de ahora, yo mismo me encargaré de Óscar. No volveré a permitir que Raquel se acerque a él. No le daré otra oportunidad, te lo p
Punto de vista de OliviaMe encontraba de pie frente al Consejo de la Manada, con todas mis pruebas organizadas cuidadosamente sobre la mesa. El gran salón estaba lleno de lobos que habían acudido para presenciar la audiencia. En primera fila, estaban sentados Diego, Raquel y Óscar, todos con rostros tensos, como debía ser.El anciano Zarco, un lobo de pelo blanco y jefe del consejo, llamó a la sesión.—Dra. Valdés, puede comenzar con su presentación —anunció.Asentí con la cabeza y conecté mi tableta al sistema de proyección.—Quisiera empezar mostrando un video de la fiesta de quinto cumpleaños de mi hijo —dije, manteniendo la voz firme, a pesar del torbellino de emociones dentro de mí.La gran pantalla detrás de mí se iluminó, mostrando a Óscar frente a su pastel de cumpleaños, con los ojos brillando de emoción.—¡Pide un deseo, cariño! —se escuchó mi voz detrás de la cámara.Óscar cerró los ojos con fuerza y, al abrirlos de nuevo, sonrió radiante.—¡Deseo que Raquel sea mi mamá! —e
Punto de vista de OliviaSara tenía asuntos que atender, así que la acompañé hasta la puerta de mi oficina. Apenas la cerré, noté las miradas curiosas en el pasillo. Era como si pudiera sentir cómo mi reputación se desmoronaba.Volví a mi silla, paralizada, sin saber qué hacer. El peso de tantas mentiras me aplastaba. Mi celular volvió a sonar, trayendo más mensajes llenos de juicios y condenas de gente que no conocía la verdad.Esa tarde, los pacientes comenzaron a cancelar sus citas. En los pasillos, los murmullos entre mis compañeros de trabajo eran imposibles de ignorar. El video se propagaba como fuego, retratándome como un monstruo que maltrataba a su propio hijo.Un golpe fuerte en la puerta me sacó de mis pensamientos. Antes de que pudiera responder, la puerta se abrió de golpe. Allí estaba el Dr. Molina, jefe médico de la manada, con el rostro serio.—Olivia, tenemos que hablar sobre las acusaciones —me dijo con firmeza.Detrás de él, esperaban dos oficiales del Consejo de la
Punto de vista de Olivia —¡Mamá! ¡Por favor, ayúdanos! —Gritó Óscar de nuevo al verme en la ventana.Los observé con frialdad, sin inmutarme ante el aspecto golpeado de Diego. Ese hombre que me había mentido durante años, que había mantenido cerca a su exnovia mientras fingía amarme, ya no era mi responsabilidad.Desvié la mirada hacia Óscar. A pesar de todo, seguía siendo mi hijo biológico. Lo observé detenidamente, chequeando si estaba lastimado, pero no parecía estar herido físicamente, solo se lo notaba cansado y asustado.—Olivia. —Me llamó Diego, con la voz ronca. —Por favor, déjanos entrar. No tenemos a dónde ir.Cerré las cortinas sin responderles y tomé mi celular. Desde que dejé de gastar dinero en un esposo y un hijo que no me valoraban, había destinado diez mil dólares mensuales para contratar a dos guardias muy fuertes para mi propiedad.Escribí un mensaje rápido: "Hay intrusos en la puerta principal. Por favor, retírenlos de la propiedad."En cuestión de minutos, escuché