Punto de vista de Olivia
Me quedé inmóvil. Óscar se abrazaba a mis piernas con tanta fuerza que parecía que su vida dependiera de ello. Su cuerpo temblaba con cada sollozo, y sus lágrimas empapaban mi uniforme mientras sus manos se aferraban a mí, como si temiera que yo pudiera desvanecerme si me soltaba.
—Por favor, mamá... —suplicaba entre jadeos—. No te vayas.
Su rostro estaba encendido de rojo, y le costaba cada vez más respirar. Cada lágrima parecía arrancarle un poco más de fuerza.
—Ella me hizo decir eso... —balbuceó entre sollozos—. Raquel me dijo que si no lo hacía, me ibas a alejar de papá para siempre...
Sentí que algo se rompía dentro de mí. Esa coraza que me había construido empezaba a agrietarse. Era mi hijo. Mi pequeño. Más allá de todo el daño que me ha hecho, seguía siendo mío.
—Óscar, tienes que tranquilizarte —le dije, dejándome llevar por mi instinto médico—. Tu cuerpo no puede soportar este nivel de angustia.
Pero él se aferró aún más fuerte, temblando incontrolada