Mi hijo, en sus últimos momentos, cuando ya casi no tenía fuerzas, me dijo con la voz quebrada: —Mamá, quiero ir con papá a ver el circo Barnum & Bailey. Pero, por más que intenté, nunca pude contactar a mi marido. Y así, sin poder hacer nada al respecto, tuve que ver cómo mi hijo se iba con aquel deseo en el corazón. Días después, mi marido, que había estado incomunicado todo ese tiempo, apareció de repente de la nada... ¡junto a mi prima! Se abrazaron con cariño y se besaron apasionados, con descaro, delante de mí. Fue entonces cuando descubrí que, mientras mi hijo agonizaba por su maldita enfermedad, ellos se veían muy campantes a escondidas en el Valle Rosado. El corazón se me hizo mil pedazos. Decidí que me iría y que lo dejaría todo. Pero mi marido, ese mismo que tanto me menospreció, de repente rompió en llanto.
Leer másUn mes después, Leonardo apareció en mi casona completamente borracho.Apenas cruzó la puerta, cayó de rodillas y de repente rompió en llanto:—Alicia, me equivoqué. ¡En serio me equivoqué! Hasta ahora entiendo quién es en realidad Isabella. Fui un estúpido… me engañó durante años. Alicia, por favor, perdóname. ¡Te juro que cortaré todo contacto con ella! Ni un recurso más.Lo miré sin sentir absolutamente nada al respecto.—Si te arrepientes o no —respondí con cierta indiferencia—, no tiene nada que ver conmigo.—Pero por favor, perdóname. Te lo suplico, sé que estuve mal. —Leonardo se arrastró como perro hasta mis pies, abrazando la tela de mi vestido y, sollozando—. Te juro que de ahora en adelante te voy a cuidar, voy a hacer todo bien.Lo observé en silencio y solté una sonrisa:—¿Perdonarte? Leonardo, ¿de verdad no entiendes que cada vez que te miro, recuerdo a Jack?Su rostro palideció:—Yo...Lo empujé:—A menos que puedas devolverle la vida a Jack, jamás te voy a perdonar.Leo
Isabella palideció.Se le olvidó un detalle crucial: este collar de cristal grababa el sonido.Activé la reproducción para que todos escucharan sus palabras desagradables.Isabella, aterrorizada, se aferró a la mano de Leonardo y balbuceando dijo:—Leonardo, yo… yo confieso que te mentí. Pero es que te quiero demasiado. Tenía mucho miedo de que Alicia te quitara, por eso te engañé. Te amo con el alma, Leonardo. No me juzgues.Leonardo quedó paralizado. Sus ojos se llenaron de lágrimas:—¿Entonces no fuiste tú quien convenció a Alicia de salvarme?Isabella estaba pálida, sin pronunciar ni una sola palabra, y su silencio lo dijo todo.Con un impulso violento, Leonardo la apartó de un empujón.Ella cayó entre los fragmentos de vidrio y de repente dio un grito desgarrador. Su rostro estaba cortado y sangraba por todos lados, una visión cruel y brutal se reflejaba en ella.Pese al dolor, parecía no sentirlo. Se aferró como pudo al abrigo de Leonardo:—Perdóname esta vez. Lo hice porque te a
Ella avanzó decidida hacia mí con los ojos llenos de odio.Me clavó la mirada y, con voz venenosa, soltó:—Alicia, ¿por qué todo el mundo te adora? Mi madre te prefería a ti, ¡y hasta Leonardo se pega como una babosa a tu lado! ¿En qué soy menos que tú? Cuando mamá se fue, quiso llevarte a ti y dejarme a mí… ¡Y ahora Leonardo también te elige a ti!Ante sus palabras tan duras, sonreí con amargura.En realidad, cuando mamá se marchaba, fue Isabella quien insistió en seguir a papá al clan vecino para convertirse en noble.¿Y ahora eso era mi culpa?La observé con frialdad y le respondí:—¿Isabella, ya olvidaste que fuiste tú quien lloró para seguir a papá?—No me importa estar con quien sea… pero odio con el alma que todos te prefieran a ti y me tomen por un chiste. Con papá y mamá, ya perdí ante ti. ¡Pero con Leonardo no va a ser así! Yo soy su única salvación. Fui yo quien convenció a nuestros padres de rescatarlo. Si no hubiera sido por mí, él hubiera muerto ese día en el bosque.Ente
Esta noche asistí a la fiesta del clan.Mi objetivo principal era hacer contactos y ampliar así mis redes.Ahora que voy a manejar mis propios negocios, hay muchas cosas que debo empezar desde cero, y forjar así buenas relaciones era primordial.Durante el banquete, varias personas se acercaron a saludarme, y yo respondí con a cortesía y con una sonrisa amable.De pronto, vi a Leonardo rodeado de gente, conversando entusiasmado. .De algún modo, me localizó entre la multitud. Al verme, apartó sin mirar a quienes tenía delante de él y se dirigió directo hacia mí.Se paró frente a mí, con el rostro lleno de emoción, y me dijo:—Alicia, quiero anunciarle a todos que tú eres mi verdadera Luna.Mantuve el rostro serio, solté su mano enseguida y le respondí:—No quiere ser tu Luna. Yo no vine hasta aquí por ti.Justo en ese instante, un caballero se acercó con intenciones de hablar conmigo.Pero Leonardo me rodeó la cintura sin ningún pudor me dijo:—Ella es mi Luna, Alicia.Para no causar u
Su pregunta me pareció ser algo extraña.¿Acaso iba a quererlo a él en lugar de las propiedades familiares?¿Creía acaso que volvería a estar con él?Sorprendida respondí con firmeza:—Así es. Quiero las empresas. Sólo me interesa el dinero.Leonardo me miró con una expresión difícil de descifrar.Sus ojos se llenaron de pesar, y después de una pausa, habló con cierta dificultad:—Alicia, lo de aquel entonces… yo me equivoqué contigo y con tu madre. Pensé que ella me había dejado quedarme solo para que fuera el heredero de su negocio. Me sentí usado, como si me hubieran impuesto una responsabilidad que no había pedido. Luego, cuando tú y yo formamos el vínculo de pareja, sentí que era una forma de amarrarme, de esclavizarme a tu familia. Después, cuando el clan León me encontró y me llevó de vuelta, decidí incorporar las empresas de tu familia al patrimonio de los León. Ahora que nos vamos a separar, dividir los negocios será complicado. Hay muchos enredos legales, y hay que hacerlo p
Leonardo agarró aquellas cosas y se marchó a toda prisa.Fue a buscar a la mejor bruja de la tribu y usó magia para verificar todos los objetos.A la mañana siguiente, bien temprano, ya estaba en la puerta de la mansión. Me tomó de la mano.Su aspecto era bastante desolador: la barba de días, los ojos cristalizados de rojo, una fatiga que se le notaba en cada rasgo.Agarrándose a mi falda, comenzó a sollozar como un niño en voz baja: —Alicia, lo siento… me equivoqué. No debí hacerle caso a Isabella, no debí dudar de Jack. Ayer cuando regresé a casa busqué una foto mía de niño… ¡y es que Jack se me parecía tanto! Él era mi hijo. ¿Cómo pude dudar de él? ¿Cómo pude ser tan cruel?Antes de terminar la frase, levantó la mano y se dio una cachetada tan fuerte que al instante brotó sangre de sus labios.Yo lo miraba sin mostrar expresión alguna, sin sentir nada más que una tristeza amarga.¿Dónde estaba este arrepentimiento cuando Jack vivía? Ahora que mi hijo había muerto, venía con descaro
Último capítulo