Punto de vista de Olivia
Con las manos temblorosas, agarré las llaves del auto y salí corriendo. Diego, que claramente también había escuchado la llamada, me alcanzó y me sujetó la mano.
—Tienes que calmarte, Olivia —me dijo con firmeza—. Déjame conducir.
Por una vez, no discutí. Cada segundo era crucial.
Atravesamos las calles mojadas bajo la lluvia, en completo silencio. No fue hasta que el hospital ya casi estaba a la vista que rompí el silencio.
—¿Qué pasó? —pregunté, con el corazón encogido—. ¿Cómo fue que consumió productos lácteos?
Diego negó con la cabeza.
—No lo sé. Raquel estaba cuidándolo mientras yo fui a verte.
Un frío presentimiento me recorrió de pies a cabeza.
—¿Raquel? ¿La misma que trajo un pastel de crema a su cumpleaños, sabiendo de su alergia?
Diego no me respondió, pero su silencio lo decía todo.
Llegamos al hospital casi derrapando en el estacionamiento. Saltamos del auto antes de que este terminara de detenerse y corrimos hacia la entrada.
Sara nos esperaba en e