Punto de vista de Olivia
La mirada de Diego se oscureció al ver cómo apartaba su mano sin dudarlo.
—No me toques —le solté con frialdad—. Si quieres que salve a Óscar, sal de mi vista.
Ya no me importaban sus sentimientos. Sin mirar atrás, crucé la puerta de la sala de tratamiento, dejando a Diego y su expresión herida fuera de mi mente. Ahora no estaba allí como madre, sino como sanadora. Ya no era mi hijo, era mi paciente.
El Dr. Molina levantó la cabeza al verme entrar, con un alivio reflejado en sus ojos.
—Su estado es crítico —informó enseguida—. Los tratamientos habituales no están funcionando.
Asentí con la cabeza, con un leve movimiento y me acerqué a Óscar. Verlo así, tan pequeño, conectado a tubos y rodeado de máquinas que emitían pitidos urgentes, me rompía el alma.
—Déjenme espacio —ordené con firmeza—. Necesito trabajar.
Como Jefa de Sanadores, poseía habilidades que rara vez necesitaba usar en toda su intensidad. Pero por Óscar, estaba dispuesta a vaciarme por completo.
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