Mis hermanos trillizos alfa me encerraron en el sótano después de que mi hermanastra Elena me echara la culpa de haber matado a su loba por haberle dado un pastel de almendras. Habían cerrado la salida con cadenas de plata, y mi loba no paraba de aullar y de rogarles que me dejaran salir. Pero mis hermanos no quisieron escuchar. Diego, mi hermano mayor, me gruñó con rabia: —¡Maldita! Sabías muy bien que era alérgica a las nueces y, aun así, le diste ese pastel. ¿Sabes lo que pudo haberle pasado a su loba? ¡Te quedas aquí hasta que aprendas la lección! Sergio, mi segundo hermano, y Carlos, mi hermano menor, me atacaron, diciendo: —¡Eres horrible! Todavía te haces la víctima en vez de aceptar lo que hiciste. ¡Quédate ahí adentro, te lo mereces! Luego se convirtieron en lobos y se llevaron a Elena, que estaba temblando como una hoja, directo al hospital de la manada. Me quedé allí, respirando con dificultad mientras el aire cargado de partículas de plata llenaba mis pulmones. Mi loba lloraba en silencio, y yo sabía que no había escapatoria. Al final, me morí ahí mismo. Tres días pasaron antes de que recordaran mi existencia. Fue hasta que Elena regresó del hospital que vinieron por mí. Pero ya era demasiado tarde… Ya había muerto en aquel sótano de plata.
Leer másDiego lanzó el cristal al suelo frente a Sergio y Carlos. Al estrellarse se agrietó, aunque la luz seguía parpadeando en su interior, y cuando lo levantaron desconcertados, la pantalla cobró vida y el color se les fue del rostro.El cristal guardaba todas las pruebas.Desde que Elena puso un pie en nuestro hogar, había empezado a urdir su plan: destruyó a propósito su propio juguete para echarme la culpa y enfurecerlos, me convenció de comprarle una torta de almendras hace unos días solo para convertirla en evidencia de mi "maldad".Cada video los dejaba sin defensa, cada grabación mostraba su rabia y sus gritos dirigidos contra mí, mientras las carcajadas de Elena resonaban de fondo como puñales clavándose en carne viva.Carlos fue el primero en explotar. Con los ojos enrojecidos de ira incontrolable, se abalanzó y le propinó una patada brutal en el rostro a Elena.—¿Nos equivocamos con Ariana... todo este tiempo? ¡¿Esto fue culpa TUYA?!—No olvides que gracias a Ariana pudiste entrar
Diego se recargó contra la pared, sosteniendo mi cristal con tanta fuerza que le temblaba la mano, hasta que la superficie volvió a brillar. Al mirar, reconocí el rostro de Carlos, mi tercer hermano.Carlos, el médico prodigio de la manada con una mirada penetrante como el filo de la luna, era capaz de reconocer cualquier planta medicinal por su fragancia. Hace apenas cuatro días había conseguido para él una artemisa lunar, esa hierba esquiva que tanto había buscado para crear remedios que aliviaran las transformaciones dolorosas de la luna llena. Quería darle esa sorpresa, pero morí en aquel sótano antes de poder entregársela.Diego activó el cristal y apareció el semblante de Carlos, cuya voz surgió cálida y protectora, con esa cadencia que usaba para tranquilizar a los cachorros asustados.—Basta ya, Ariana. No te enojes más. Sé que cometiste errores... pero regresa a casa, sin importar dónde estés. Yo cuidaré de ti.Carlos siguió hablando con ternura ciega, sin reconocer su propia
Elena se precipitó hacia él con desesperación, pero en el momento en que sus dedos rozaron su pelaje, los instintos lobunos de Diego estallaron.Sus ojos se encendieron de un rojo ardiente y con un gruñido furioso la apartó de un golpe.—¡Aléjate de mí!El rugido del Alfa Diego resonó por toda la cámara con una fuerza devastadora que estremeció las paredes.Elena cayó al suelo con el rostro pálido de terror, las lágrimas corrían por sus mejillas pero ya no resultaban convincentes. Su actuación de indefensión, antes tan efectiva, ya no significaba nada para Diego.Su furia se había vuelto salvaje e incontrolable, la rabia corría por sus venas como fuego líquido y sus ojos enrojecidos destilaban una sed implacable de venganza.Se giró bruscamente hacia los guardias con voz baja y peligrosa.—El cuerpo. ¿Dónde pusieron su cuerpo?Los guardias se quedaron helados con los hombros tensos, evitando su mirada hasta que uno finalmente se adelantó tragando saliva con dificultad.—Alfa Diego... e
Cuando el Alfa Diego recuperó la conciencia, las lágrimas corrían por su rostro altivo que antes irradiaba poder y control. ¿Cómo pudo haberlo olvidado?La transformación de Ariana jamás volvió a ser la misma después de aquella noche maldita, cuando enfrentó a tres sicarios de la Manada Luna Roja que la hirieron con armas de plata. Cada herida le había robado parte de su esencia, pero aún moribunda, había encontrado fuerzas para arrastrarlo a salvo, sacrificando lo poco que le quedaba de vida para protegerlo.Desde entonces, su capacidad para transformarse se vio limitada para siempre: no podía aventurarse lejos del territorio ni perseguir presas como antes. Algo esencial en su naturaleza salvaje se había roto sin remedio.Esa revelación golpeó a Diego como un rayo atravesándole el pecho, mientras el arrepentimiento se le enroscaba alrededor de las costillas como una trampa de acero, y por primera vez en años, el Alfa Diego sintió miedo.A su lado, Elena extendió la mano fingiendo pre
Mis tres hermanos alfa regresaron a la sala junto con Elena. Antes de que ella pudiera comenzar su teatro, Diego ya había establecido conexión mental con toda la manada.—Busquen dónde ha estado Ariana estos últimos días. Ahora mismo. Quiero nombres: quién la vio, a dónde fue. También revisen la vieja guarida de nuestros padres. Necesito saber todo lo que hizo, cada cosa.Cortó la comunicación con frialdad calculada. En cuanto obtuviera esa información, reconstruiría mi ruta paso a paso y después me haría pagar de una forma que jamás podría olvidar.Solté una risa amarga. ¿Ya había borrado Diego de su memoria lo sucedido?Hacía poco, cuando salió a cazar solo, la Manada Luna Roja le tendió una emboscada y tres de sus mejores guerreros estuvieron a punto de destrozar a su lobo. Cada golpe de sus garras plateadas buscaba el punto mortal, calculado para matarlo.Percibí su peligro al instante. Me lancé hacia él sin dudarlo, abriéndome paso entre los árboles hasta llegar completamente heri
La luz del exterior se filtró hacia adentro, disipando poco a poco las sombras que envolvían el sótano como un manto espeso.Me aproximé flotando, hasta que me topé con el espantoso espectáculo de mi propio cadáver.El sótano sellado, recubierto de polvo de plata, había conservado mi cuerpo de la manera más horrible posible, y, aunque solo habían transcurrido tres días, mi aspecto era el de alguien que llevaba semanas muerta. La putrefacción había avanzado rápidamente y las larvas pululaban entre los restos de mi carne, devorando con voracidad, mientras mi cara se veía hinchada y amoratada por la asfixia, con facciones que ya no se parecían a las mías.El horror se apoderó de mí. No podía permitir que me vieran en ese estado, así que intenté ocultarme de alguna manera, cualquier cosa con tal de conservar algo de dignidad, pero ya era solo un alma en pena, impotente e invisible.Diego fue quien se atrevió a entrar primero, pero se detuvo en seco. Sus ojos dorados de lobo se desorbit
Último capítulo