La víspera de mi boda, puse a Sofía Herrera, el primer amor de mi prometido, en mi lugar como novia. Porque acababa de descubrir que Sebastián Méndez me había estado engañando: tenía una vida secreta con Sofía. Llevábamos cinco años de novios y nunca habíamos tenido intimidad. No era por mi problema del corazón, sino porque en realidad estaba enamorado de Sofía. Conmigo solo se casaba para quedarse con la empresa de mi papá. Así que decidí ayudarlos. Vendí todas mis acciones y a los pocos días desaparecí de sus vidas.
Leer másJamás me imaginé que me pediría matrimonio así. Me quedé helada, como si el tiempo se hubiera detenido, viendo la cara de nervios que tenía Matías.Se mordía los labios con fuerza, como si hubiera tomado la decisión más importante de su vida. Por más asustado que estuviera, se las arregló para decir lo que tenía que decir.Bajo su mirada ansiosa, asentí despacio y susurré: —Sí.Esa simple palabra me costó toda mi energía.Una vez que acepté, me tranquilicé y empecé a imaginar nuestro futuro. Después de todo lo vivido, había aprendido que si era verdaderamente independiente y fuerte, el amor ya no me daría miedo.Cuando dije que sí, Matías me abrazó con tanto cuidado, como si fuera de cristal. Ese momento tan tierno se me quedaría grabado para siempre.A los pocos días, mientras andábamos preparando la boda, Sebastián se enteró de la noticia. Llegó corriendo desde su oficina, aún con la ropa de trabajo, y se plantó en la puerta de casa de los.Ese día iba a salir con Matías a escoger m
Cuando uno de esos hombres se atrevió a extender la mano hacia mi pecho, no dudé ni un segundo en sacar la pistola eléctrica y descargarla sobre él. Sin darles tiempo a entender qué pasaba, fui por los otros cuatro de uno en uno.Al poco rato solo se escuchaban quejidos por todas partes. Ahí quedaron los cinco tipos, retorciéndose en el piso.Inmediatamente saqué mi celular y llamé a la policía. No me importaba quién estuviera detrás de esto; las autoridades se encargarían de investigarlo.En ese mismo momento, Matías revisaba los mensajes en su celular, específicamente los de su contacto guardado como "mi amor". Al leer que yo iría a buscarlo, no pudo contener la emoción y comenzó a alardear frente a sus amigos.—¡Miren! ¡Mi esposa viene a buscarme!—¿Qué tal, eh? ¡A ver si no les da envidia, solteros!Uno de sus amigos más cercanos le dio un codazo.—¡Tanto presumir va a salir mal!—Nomás porque tienes novia... ¡nosotros también vamos a conseguir una!Otro de ellos resopló con desdén
Varios días después me enteré de casualidad de los rumores que circulaban en internet. La verdad es que no me molestó tanto, al fin y al cabo estos escándalos se solucionan fácil contratando a alguien que aclare las cosas. Además, los rumores de internet duran poco, la gente pasa rápido a otra cosa. Así que el plan de Sebastián para presionarme con el escándalo no le había funcionado para nada.Lo que sí logró fue hacer que Sofía Herrera se pusiera furiosa.Sofía estaba en su cama del hospital mirando el celular, y la rabia la consumía por dentro. Al final no pudo más y tiró el teléfono sobre las sábanas, susurrando con odio:—¡Yolanda Valdez, mataste a mi hijo y ahora quieres robarme a mi hombre!—¡Te odio!La enfermera que venía a cambiarle las vendas lo escuchó todo y puso cara de asco. Al principio casi se había tragado todo el teatro de esta mujer, especialmente cuando la veía con esa mirada tan llena de odio. Había pensado que de verdad estaba sufriendo por la muerte de su hi
—Lo que dices son puras tonterías, ¿verdad? Eres súper tierno, ¿cómo puedes decir esas cosas?Sebastián me miraba con una expresión que casi parecía ruego. Era la primera vez que lo veía así, con la misma cara herida que había puesto Matías cuando me enseñó mis antiguos cuadros, preguntándome si tenía prometido.Cuando Matías ponía esa cara me parecía adorable, pero él me provocaba náuseas.El amor es así de cruel: lo que te enamora de una persona, viniendo de otra te puede dar ganas de vomitar.Así que aparté su mano con firmeza.—El día que me amenazaste de muerte por esos papeles, ahí murió todo lo que había entre nosotros.Sebastián trató de decir algo, pero ya era tarde para palabras. Nunca pensó que alguien que lo amaba tanto podría alejarse de él. Incluso si algún día yo descubriera lo suyo con Sofía, él confiaba en poder convencerme.Ahora todo había cambiado.Sebastián no estaba dispuesto a perder ni a Yolanda ni a Sofía, por eso prefirió dejarme ir.No siguió insistiendo, aun
Lo miré con total sorpresa.Hasta el médico se veía completamente harto. Lo agarró de la ropa y le dijo secamente: —No digas tonterías.Se volvió directo al quirófano después de decirnos eso.Sebastián empezó a golpear como loco la puerta del quirófano.—¡Salven al bebé!—¡¿Me oyeron?!Viendo cómo se comportaba, le pregunté sin poder creerlo:—Eres universitario, ¿cómo no sabes algo tan básico? Digas lo que digas, por ley siempre se salva a la madre.Sebastián se puso rígido un momento, después me habló con esa voz melosa:—¿No decías que Sofía no te agradaba? Si dejamos solo al niño para que tú lo cuides, te vas a sentir más tranquila, ¿no? Si quieres tus propios hijos, cuando nos casemos también puedes tenerlos. —Al final lo de Sofía fue culpa tuya, pero si yo no te acuso, no te va a pasar nada. ¡Así que te tienes que casar conmigo! ¿Ya dejas de hacer teatro?Ver a Sebastián tan seguro de sí mismo me revolvió el estómago, pero sonreí forzadamente mientras pensaba qué decirle para qu
Sofía se desplomó en el suelo, tapándose la cara con terror mientras gritaba de dolor. Vi claramente cómo la sangre empezó a correr entre sus piernas.Me asusté tanto que enseguida saqué el celular para llamar a la ambulancia. La gente se hizo a un lado para dejar espacio.Por más que la odiara, no podía dejar que se muriera. Y con tanta gente mirando, menos.Cuando los paramédicos subieron a Sofía a la ambulancia, le insistí a Matías para que fuera por su premio. Al principio no quería, pero tanto le rogué que al final aceptó quedarse.Me daba pena que pasara esto justo en su día especial. Matías se dio cuenta de lo que pensaba y me dijo: —No es tu culpa, se lo merece. No te preocupes, en cuanto termine esto voy para allá contigo.Asentí y en el camino llamé a Sebastián. El teléfono sonó varias veces antes de que contestara, como si estuviera haciéndose el importante.—¿Qué tal? ¿Por fin te dignas a llamarme?—¿Ya terminaste de hacer berrinches? Si ya se te pasó, regresa. Igual me voy
Último capítulo