Supe que se había lastimado la pierna en un accidente de carreras con sus amigos. Afortunadamente se podía curar, si no habría tenido mucho de qué llorar.
—¡Qué aburrido! ¡No sé cómo aguantas estar aquí sentada todo el día!
Matías soltó un suspiro dramático antes de pasarme el almuerzo.
—No puedo más, siento que si me quedo aquí me voy a volver loco, ¡pero mi hermano no me deja salir!
—Es súper molesto, ¡el doctor ya dijo que puedo caminar!
Alcé la vista hacia Matías que gesticulaba dramáticamente y no pude evitar sonreír.
—Tu hermano se preocupa por ti.
—¡Qué va! ¡Ya le dio otra vez por ser sobreprotector!
Matías se quejó descontento y se acercó a abrazarme del brazo, haciendo pucheros.
Con el rabillo del ojo noté las cicatrices en su muñeca y comenté casualmente: —Tienes bastantes heridas viejas en el cuerpo, es normal que tu hermano se preocupe.
Matías se sobresaltó y se cubrió el torso con ambas manos, alarmado.
—¡¿Cuándo me viste así?! ¡¿Fue mientras dormía?!
Como si hubiera pens