El masajista masculino especializado en estimulación posparto aplicaba una técnica precisa y medida, haciendo que mi cuerpo ardiera y se derritiera en el sofá. —Es usted muy sensible, señora... Su aliento cálido junto a mi oído hizo que mi cuerpo temblara sin poder evitarlo...
Leer másPreguntó mi esposo, acariciando el cabello de Milena: —Llevo mucho tiempo intentando obtener pruebas de su infidelidad, y ya no hay cámaras; cada vez es más difícil…—Tranquilo—dijo Milena con calma. —Carlos recibió mi dinero; lo hará. Solo tenemos que esperar.¡Así que era eso! Un escalofrío de horror me recorrió. ¡Carlos era su cómplice! Habían planeado que yo cometiera un error…Por suerte, las dos veces anteriores no había caído en la trampa. Pero me preguntaba por qué Carlos no les había contado sobre nosotros… Según su plan, ya deberían saberlo.La única explicación era que Carlos lo había ocultado. Había ocultado nuestra relación.Eso no me conmovió en absoluto. Independientemente de sus motivos, ¡no podía tolerar que me hubieran engañado y usado como una tonta!Sin perder tiempo, reuní las pruebas y contacté a un abogado para que redactara el acuerdo de divorcio. Ignoré los mensajes de WhatsApp de Carlos y lo bloqueé.Cuando le presenté el acuerdo de divorcio a mi esposo, entró
Su mano se detuvo, y una expresión de pánico cruzó su rostro, aunque rápidamente la disimuló. Sonrió misteriosamente: —¿Cómo sabes que te traje un regalo?—. Me miró fijamente, intentando descifrar mis intenciones.Sonreí. Si no quería decirlo, esperaría a que la verdad saliera a la luz. Le había dado una oportunidad. Si me lo hubiera confesado, habríamos podido separarnos de forma civilizada.Pero ya habíamos llegado a este punto, así que no dudé más. Mientras estaba en el trabajo, instalé cámaras ocultas en la sala y el dormitorio. Si no tenía pruebas, las crearía yo misma. Solo así tendría más posibilidades de ganar la custodia de mi hija y la batalla por los bienes en el divorcio.Hablé con mi amiga Milena para que viniera a casa el fin de semana. Le preparé un regalo.—¡Milena, eres la mejor!—exclamó ella, llena de alegría.En mi interior, me reí con frialdad. No sabía si estaba feliz por el regalo o por ver a su novio.El fin de semana, mi esposo estaba libre. Milena llegó a la ho
Su voz mostró sorpresa, pero considerando mi estado, aceptó.Colgué y desmonté la cámara de seguridad de la sala. Cuando Carlos llegó, ya era de noche. Parecía preocupado, pero al ver mi expresión seria, no dijo nada. Se preparó en el sofá como siempre.—Hoy no aquí, en la cama—dije sin mirarlo, y caminé hacia el dormitorio.Carlos dudó, pero finalmente entró. Esta vez no usó aceite; sus manos recorrían mi pecho con suavidad, y yo ya no intenté controlar mis deseos.En poco más de una hora, Carlos estaba sonrojado por mi reacción. Retiró sus manos y comenzó a recoger sus cosas: —La congestión ha mejorado mucho, puedes espaciar las sesiones…Antes de que terminara, me levanté y lo besé. Carlos se sorprendió y quiso detenerme, pero se dio cuenta de que estaba casi desnuda. Sus manos se quedaron en el aire, sin saber dónde colocarlas.Sonreí levemente y susurré en su oído: —Doctor Urquiza, ¿no puede…?.Ningún hombre puede resistir ese tipo de desafío, y Carlos no fue la excepción. Gruñó y
Ambos reían y bromeaban; en el rostro de mi esposo vi una ternura y un cariño que hacía mucho no veía.Me quedé allí, mirando sus siluetas alejarse, con el corazón lleno de amargura. Ese era el hombre al que había amado durante diez años, el padre de mi hija. Todo mi amor había sido en vano.Mi visión se volvió borrosa, y de repente escuché una voz familiar:—Señora, ¿necesita… ayuda?Volví la cabeza y vi a Carlos. Llevaba dos bolsas de la compra y estaba parado a poca distancia. Al ver mis ojos rojos, se sorprendió, pero con delicadeza me ofreció un pañuelo.—Para que se limpie.Me sentía desorientada y, con un gesto, intenté irme hacia el coche. Carlos me agarró del brazo, con una mirada de preocupación que no entendía: —Déjeme llevarla a casa.Su actitud me llenó de decepción. Un desconocido se preocupaba por mí, mientras que la persona más cercana me había traicionado. Antes me había sentido culpable por casi cometer un error, pero ahora mi perseverancia parecía una broma.No dejé
Preguntó Carlos en voz baja, cerca de mi oído, al parecer notando mi incomodidad.Mi mente estaba nublada, y antes de poder reaccionar, sentí una humedad en mi oreja. ¡Me estaba lamiendo!En ese momento, me di cuenta de lo incómoda que era la situación y quise detenerlo, pero mi cuerpo estaba demasiado débil como para reaccionar.Carlos siguió bajando, desde mi oreja, con sus manos deslizándose lentamente desde mi pecho hacia abajo. El placer me invadió, y me dejé llevar, pensando en permitirme un pequeño exceso. Carlos era muy hábil; solo con sus manos me llevó al clímax.De repente, detuvo sus movimientos. Quité la máscara y descubrí que se estaba bajando los pantalones. Me sentí avergonzada; aunque sabía que no estaba bien, mi cuerpo respondía de otra manera. Me miró con una leve sonrisa; su rostro atractivo me dejó aún más embelesada.—¿Señora, está bien?—preguntó. Maldije mentalmente; a estas alturas, ¿aún preguntaba eso? Asentí con la cabeza.Justo en ese momento, el llanto de mi
Luego, me dijo que la próxima vez que contratara a un especialista en lactancia masculino, debería tener presente a alguien más, presente por seguridad.Comment by Ailín Calire: Modificaciones y reformulaciones necesarias para un tono más directo, y una comprensión y fluidez. Asentí, pero no le di mucha importancia.Carlos fue se había comportado con total profesionalismomuy profesional durante todo el masaje;. sSus manos nunca se desviaron, y su técnica era excelenteimpecable. Gracias a él, la congestión mamaria mejoró había mejorado notablementesignificativamente. Sin embargo, poco después, la leche volvió a fluir con dificultad.Mi esposo estaba de viaje, y, aunque planeaba esperar a su regreso para llamar a Carlos, el dolor de la congestión era se volvió insoportable, una vez más. Así que lLlamé a mi mejor amiga para que me hiciera compañía. Ella aceptó de inmediato, pero el día de la cita con Carlos, canceló sin previo aviso.En la llamada, bromeó: Comment by Ailín Calire:
Carlos no dijo nada más, y sus manos, con un toque suave y pero firme, volvieron a relajarme.Comment by Ailín Calire: Mínimas modificaciones necesarias. —Listo, señora. El masaje ha terminado —dijo Carlos cerca de mi oído mientras me quedaba dormida.Inmediatamente desperté, me senté en el sofá y me quité la máscara.—¿Ya terminó? — pregunté, aún con ganas de más. No esperaba que acabara tan rápidopronto.Al levantar la cabeza, vi a Carlos limpiándose las manos con una toallita húmeda. Había un líquido blanco en ella, y me avergoncé demasiado tanto que aparté la mirada enseguidacomo para seguir mirando.El rostro de Carlos era impasible, sin mostrar ninguna reacción.—Sí, después de este masaje, su situación debería mejorar. Si necesita otro masaje, puede contactarme por WhatsApp —dijo, y comenzó a recogermientras recogía sus cosas para irse.Comment by Ailín Calire: Modificaciones y reformulaciones necesarias para un tono más directo, y una mejor comprensión y fluidez. Me
A pesar de estar vestida, sentirme tendidarecostarme frente a un hombre desconocido me ponía nerviosa. Mis manos se aferraban con incertidumbre al borde del sofá.Comment by Ailín Calire: Mínimas modificaciones necesarias. Carlos pareció notar mi tensión y esbozó una leve sonrisa, mientras me decía sonrió levemente: —Relájese, señora. Ahora puede subir un poco la bsablusa.Asentí, mordí mordiéndome elmi labio inferior y, con cierta timidez, subí mi blusa, dejando al descubierto mis pechos congestionados.Comment by Ailín Calire: Mínimas modificaciones necesarias. Carlos asintió, observando mis senos fijamentedetenidamente. Un brillo de admiración cruzó sus ojos, como si contemplara una joya invaluable. Sabía que mis pechos eran bonitos; antes de quedar embarazada usaba una copa C, y ahora me parecíanse veían aún más grandes.La mirada de Carlos era indisimulada; y yo me sentía como un pescado en una tabla de cortar, expuesta a su escrutinio. Avergonzada, me sonrojé, me removí
El masajista de lactancia, un hombre, tenía un toque tan perfecto, que me dejó dejándome caliente y débil en el sofá.Comment by Ailín Calire: Mínimas modificaciones necesarias. —Señora, es muy sensible…Sentí su aliento cálido en mi oído, y mi cuerpo tembló……Me llamo Milena Sánchez, y hace poco tuve una niña. Todos me felicitaban, pero solo yo conocía mi sufrimiento. Tenía los pechos congestionados y la leche no fluía. Cada vez que mi hija amamantaba, temblaba me hacía temblar de dolor. A veces, incluso sangraba.Comment by Ailín Calire: Mínimas modificaciones para un tono más directo. Cuando mi mejor amiga se enteróMi mejor amiga, al enterarse, me recomendó a un especialista en lactancia. Me contó dijo que ella misma había pasado por lo mismo y que él la había ayudado muchísimosolucionado un problema similar con él, y que era excelente. Me pasó su contacto, y, de inmediato, concerté una cita a domicilio. La verdad, la congestión mamaria era insoportable. Sentía que la lech