Sofía se desplomó en el suelo, tapándose la cara con terror mientras gritaba de dolor. Vi claramente cómo la sangre empezó a correr entre sus piernas.
Me asusté tanto que enseguida saqué el celular para llamar a la ambulancia. La gente se hizo a un lado para dejar espacio.
Por más que la odiara, no podía dejar que se muriera. Y con tanta gente mirando, menos.
Cuando los paramédicos subieron a Sofía a la ambulancia, le insistí a Matías para que fuera por su premio. Al principio no quería, pero tanto le rogué que al final aceptó quedarse.
Me daba pena que pasara esto justo en su día especial. Matías se dio cuenta de lo que pensaba y me dijo: —No es tu culpa, se lo merece. No te preocupes, en cuanto termine esto voy para allá contigo.
Asentí y en el camino llamé a Sebastián. El teléfono sonó varias veces antes de que contestara, como si estuviera haciéndose el importante.
—¿Qué tal? ¿Por fin te dignas a llamarme?
—¿Ya terminaste de hacer berrinches? Si ya se te pasó, regresa. Igual me voy