Desperté después de varios días en coma por una fiebre alta. La cabeza me daba vueltas y la luz de la habitación me resultaba deslumbrante. Lo primero que vi al abrir los ojos fueron dos hombres sentados junto a mi cama. Uno era mi novio, o… al menos, eso creía. Intentando aliviar la tensión, solté una broma: —¿Y ustedes son...? Ricardo Paredes señaló a su mejor amigo con una expresión complicada. —¿No te acuerdas? Tu novio estaba desesperado... y, bueno, como buen amigo, no podía dejarlo solo esperando. Me quedé helada. Pero Joaquín dio un paso al frente, con una sonrisa tranquila: —Claro, soy yo tu novio, Joaquín Ríos.
Leer más—Hace tiempo que tengo este anillo preparado. Tiene nuestros nombres grabados. Quería esperar a que recuperaras la memoria para pedirte perdón.—No me importa lo que haya pasado entre tú y Joaquín. Fue mi culpa. Yo fui quien arruinó todo. Quiero pasar el resto de mi vida enmendando mis errores, dándote todo lo que desees...—Carolina, te amo. De verdad te amo. Perdóname, solo esta vez, por favor. Tú me amabas tanto... dame una oportunidad, ¿sí?Ricardo alzó el anillo delante de mí. Una piedra brillante resplandecía en la luz, y en la parte interior del aro se leía mi nombre.Sin dudarlo, Joaquín alzó la mano y le tiró el anillo al suelo.—¡Ricardo! Desde el momento en que la traicionaste, dejaste de merecer su amor.—Tú la engañaste. ¿Y ahora te molesta que ella haya encontrado a alguien más?—Carolina es mi novia. Y para ti, eso ya no cambiará.Me quedé mirando a Joaquín. Esa frase me resultó... familiar.Claro. Esa misma noche, en la orilla del lago, yo se la había dicho a Claudia.R
—¡Ricardo, no! ¡Esa navaja es de utilería! —grité desesperada.Ricardo se detuvo en seco, mirando incrédulo el cuchillo en su mano. Al comprobar que era falso, bajó el brazo con expresión aturdida.Claudia, aún en el suelo, soltó una carcajada. Sus ojos brillaban entre lágrimas y locura.—Carolina... jamás sería tan estúpida como para arruinar mi vida por ti.Mientras hablaba, su risa se volvía más inestable, más desesperada.—¡Mírenlos! Dos chicos ricos, supuestamente poderosos, manipulados por una mujer. ¡Una sola mujer!Yo solo la observé, sin miedo. Sabía perfectamente que el cuchillo no era el punto. Claudia me había usado para que los dos estuvieran presentes.—¡Par de idiotas! —gritó con voz rota—. ¡Carolina jamás perdió la memoria!La declaración cayó como un relámpago.Ricardo se quedó paralizado. Joaquín entrecerró los ojos, impasible.—Tú decías que ella te amaba, que cuando recuperara la memoria volvería contigo —continuó Claudia, con tono burlón—. ¡Pero nunca la perdió! ¡Y
En los últimos días, Ricardo no volvió a aparecer.Mi relación con Joaquín avanzaba de forma estable, tranquila, como si finalmente las aguas se hubieran calmado.Esa mañana, recibí un mensaje inesperado de Claudia: quería verme.Decía que por fin había perdido toda esperanza.Que cuando se recuperara del todo, se iría a otra ciudad…y que no me preocupara, que ya no diría nada sobre “la verdad”.Nos encontramos en el hospital.Ella lucía más delgada, con ojeras marcadas y el ánimo visiblemente bajo.—¿De verdad vas a rendirte? —le pregunté, mientras nos sentábamos en una banca del pasillo.Sonrió con tristeza.—¿Qué más puedo hacer? Él solo piensa en ti. Yo sí lo amaba, Carolina. De verdad.La miré y asentí suavemente.—Espero que puedas soltar todo eso. El mundo no gira solo alrededor de Ricardo.Ella me observó con una mezcla de curiosidad y envidia.—Solo quiero entender algo... ¿cómo hiciste para que tanto Ricardo como Joaquín estén tan locos por ti?Levanté una ceja con ligera bu
Últimamente, Ricardo había pasado todos los días en el hospital.Claudia, que se había lanzado al agua por él sin pensarlo dos veces, logró conmoverlo profundamente.En sus redes sociales, no dejaba de publicar fotos: la mesa repleta de flores frescas, postres delicados, cajas de regalo.Todo comprado por Ricardo, quien no paraba de consentirla.Se veían… felices.***El día de mi cumpleaños, Joaquín apareció con un pastel aún más lujoso que el de Claudia.Y entonces, Ricardo también me envió un regalo: un collar de diamantes carísimo.Cuando lo abrí, sonreí, fingí sorpresa… y corrí en dirección a quien supuestamente me lo había dado.Ricardo dio un paso emocionado, ilusionado.Pero en el siguiente segundo, ya estaba en los brazos de Joaquín.—Gracias por tu regalo —le dije con dulzura—. Me encantó.Él me besó suavemente en la mejilla.—Feliz cumpleaños, mi princesa.Ricardo se quedó al otro lado, inmóvil, con el puño apretado y la expresión endurecida.Yo sabía que Joaquín había imped
Cuando Claudia y yo regresábamos hacia la casa, Joaquín apareció justo frente a nosotras, con mi bufanda en la mano.—Póntela, no quiero que te resfríes —dijo con suavidad mientras me la colocaba él mismo alrededor del cuello.En ese instante, Ricardo llegó apresurado. Pero no para buscar a Claudia, sino para clavar su mirada en Joaquín con frialdad contenida.Le devolví la mirada con extrañeza, y él de inmediato se acercó con una sonrisa falsa.—Carolina, el lago está congelado. Es perfecto para pescar en hielo. ¿No dijiste alguna vez que querías probarlo? Podemos ir luego, si quieres.Me volví hacia Joaquín con curiosidad.—¿De verdad alguna vez dije eso? Entonces llévame tú, ¿sí?—Claro —respondió con una media sonrisa—. Pero primero vamos a cambiarnos, necesitas más abrigo.Joaquín me tomó de la mano y nos fuimos, dejando a Ricardo ahí, con la expresión endurecida.Sentí la mirada de Claudia clavarse en mi espalda, hirviendo de celos.***De vuelta en la habitación, buscaba una cha
Le sonreí con una dulzura perfecta.—Vaya... me descubriste. Entonces, como mi buena amiga que eres, tendrás que guardarme el secreto, ¿sí?Claudia retrocedió un paso tras otro, apuntándome con el dedo tembloroso.—¡Tú… lo fingiste todo! ¡Y aun así te acostaste con Joaquín! Carolina, te subestimé. Eres la peor de todas. Voy a contárselo todo a Ricardo y a Joaquín. ¡Ellos deben saber que jamás perdiste la memoria! ¡Que todo fue una mentira desde el principio!No la detuve. Solo me crucé de brazos y, justo cuando estaba girándose, solté con frialdad:—¿Estás segura? Si se lo dices a Ricardo... ¿crees que aún querrá estar contigo?Sus ojos se llenaron de pánico. Recordó, sin duda, lo que Ricardo había dicho esa mañana: que pensaba dejarla. Aun así, resopló y me enfrentó con altivez.—Cuando sepa que lo engañaste, que dormiste con Joaquín fingiendo que no sabías nada, ¡te va a rechazar con asco!Me encogí de hombros con indiferencia.—Entonces lo negaré todo. Lloraré. Diré que me
Último capítulo