Tres días antes del compromiso, Jaime Esparza me llamó por celular: —Vamos a retrasar la ceremonia un mes. Ese día es el primer concierto de regreso de Patrícia, no puedo faltar. No pasa nada, solo es un retraso. Era la tercera vez en un año que posponía nuestro compromiso. La primera vez fue porque Patrícia estaba en el extranjero con apendicitis. Dijo que tenía que ir a cuidarla y salió disparado hacia allá. La segunda, porque Patrícia dijo que se sentía mal y él temía que cayera en depresión y reservó un vuelo inmediatamente. Y ahora, la tercera vez. Yo simplemente dije “está bien”, colgué el celular y me giré hacia el hombre guapo y noble a mi lado: —¿Te interesa casarte conmigo? Más tarde, en el concierto de Patrícia, Jaime la dejó sin pensarlo, y con los ojos rojos se precipitó hacia mi compromiso. —¿Alejandra, de verdad vas a comprometerte con este hombre?
Leer másLas lágrimas se deslizaron por el rostro de Patrícia. Con los ojos llenos de odio me miró y gritó:—¡Todo es tu culpa, Alejandra, todo es tu culpa!—Si no fueras tú, ¿cómo es que Jaime me hubiera rechazado? ¿Por qué me lo tienes que arrebatar? ¿Por qué?Yo no pude evitar bufar de fastidio:—Por favor, ¿quién crees que quiere quitarte nada?—Ese tipo de basura solo alguien como tú lo querría. Te lo ruego: llévatelo de mi vida, desaparezcan los dos de una vez.En ese instante apareció Jaime.Al parecer también había escuchado los rumores y corrió hasta allí.—¡Alejandra, Alejandra! —se lanzó hacia mí con desesperación—. Escúchame, déjame explicarte. ¡Ya no tengo nada que ver con esa mujer!Patrícia, entre sollozos rabiosos, gritó:—¡Jaime, cómo puedes hacerme esto! ¡Yo estoy esperando un hijo tuyo!—Es tu sangre, ¿piensas abandonarlo?Por un momento todos se quedaron petrificados. Yo solté una carcajada helada:—¿No decías que entre ustedes nunca pasó nada? ¿Entonces de dónde salió esa c
Pero yo ni me iba a molestar en darle tantas vueltas:—Si no fuera porque siempre le dabas chance, ¿crees que ella se atrevería a plantarse delante de mí para asquearme?—Lo que pasa es que te gusta tener una en casa y otra afuera, disfrutar de los dos mundos. Pero si quieres que te diga la verdad, ¡el más repugnante aquí eres tú!Patrícia lloraba a un lado, como si se le viniera el mundo encima:—¡Perdón, perdón! Todo fue mi culpa, no debí meterme entre ustedes dos, entre ti y Jaime… Ya me voy.Yo fruncí el ceño, impaciente:—Pues lárgate de una vez. A nadie le importa adónde vayas.—Tu familia, los Batista, se ha venido abajo generación tras generación; contigo ya tocaron fondo.—Si me haces caso, mejor agárrate fuerte de Jaime, porque después de él ya no vas a encontrar nada.Ella, con la cara ardiendo de vergüenza, salió corriendo.Jaime todavía intentó seguir insistiendo, pero Samuel mandó a sus hombres y lo echaron a golpes.Después de la ceremonia, mis amigas vinieron a felicita
Cuando él irrumpió en el salón de la ceremonia, yo justo estaba intercambiando anillos con Samuel.Jaime, con los ojos inyectados en sangre, se lanzó hacia mí y me agarró la mano con fuerza:—Alejandra, ya no hagas berrinche, vámonos a casa.Samuel frunció el ceño y lo empujó con firmeza:—Señor Esparza, no recuerdo haberle enviado invitación.—Si viene a hacer escándalo, no me culpe de ser grosero.Los padres de Jaime también se quedaron helados. Con tanta gente mirando, no querían hacer el ridículo y lo sujetaron para sacarlo:—¿Qué te pasa? ¿Con tanta gente aquí quieres arruinarlo todo?Pero Jaime no escuchaba. Empecinado, seguía tirando de mí para sacarme:—¡Qué compromiso ni qué nada! ¡Yo no estoy de acuerdo!—¿Acaso ella no es mi prometida? ¡Ni siquiera hemos terminado! ¿Con qué derecho Samuel Florentino se convierte en el novio?—Alejandra, antes de que me enoje de verdad, ven conmigo ahora mismo.A un costado, Patrícia fingía inocencia al defenderlo:—Sí, Jaime nunca dijo que c
Samuel, siendo tan joven, ya se había convertido en el pilar de la familia Florentino. Con su sola presencia, medio Ciudad Solara le hacía caso. Su ceremonia de compromiso, por supuesto, resultó fastuosa hasta el exceso.El lugar elegido fue el hotel más grande de toda la ciudad, y hasta contrataron gente para transmitir en vivo.Mis padres no dijeron nada en contra; al contrario, esperaban con alegría el día en que yo me casara.Yo sabía que siempre habían tenido reparos contra Jaime, pero como en aquel entonces yo estaba ciegamente enamorada de él, terminaron por consentirme.Ahora que ya había roto con él, no tenían por qué guardarse nada.Mi mamá, con la sonrisa iluminándole la cara, me dijo:—¿Te acuerdas? Cuando eras niña tratabas a Samuel como si fuera tu hermano mayor, lo correteabas para que jugara contigo.—Y quién sabe cómo, pero al llegar la adolescencia fuiste y te fijaste en el chamaco de los Esparza.—En ese entonces yo y tu papá te dijimos que ese muchacho no era alguie
De pronto todas las miradas se dirigieron hacia mí. Samuel apareció a mi lado, con su altura uno noventa imponiéndose sobre todos, irradiando una presión difícil de ignorar.—¿Estás bien? —me cubrió entre sus brazos, su voz baja y tranquila—. ¿No te hizo nada?—No —negué con la cabeza.Él me protegió con firmeza detrás de su espalda y se giró hacia Jaime Esparza, hablándole con frialdad:—Señor Esparza, qué vestido de novia lleve mi prometida es asunto nuestro. Usted es un extraño, no debería meterse tanto.—¿Un extraño? —El rostro de Jaime se tornó oscuro de inmediato—. Alejandra, ¿qué quiere decir con eso?Samuel alzó la mano y lo detuvo de frente. Siempre había tenido un aire severo y un talento indiscutible; en la Ciudad Solara nadie se atrevía a faltarle al respeto. Con esa actitud imponente, los presentes ni siquiera se atrevieron a respirar.Pero Jaime era de los que nunca miden las consecuencias; siguió persiguiéndome, furioso:—Alejandra, dímelo, ¿acaso estás actuando otra v
—Wow, no me extraña de Jaime, siempre tan generoso —me reí suavemente—. Esto está hecho con zafiro en bruto que los mayores de la familia Esparza compraron hace diez años en una subasta.—Originalmente iba a llevarlo la nuera de los Esparza… parece que Jaime realmente te aprecia —dijo alguien.Por un instante, toda la sala quedó en silencio; después de todo, yo seguía siendo la prometida oficial de Jaime.Patrícia fue la primera en reaccionar. Con los ojos enrojecidos, extendió la mano para quitárselo:—Perdón, Alejandra, sé que no merezco algo tan valioso… te lo devuelvo.Arrancó el pasador de corona con fuerza, llevándose unos cuantos mechones de cabello y con lágrimas colgando en las comisuras de los ojos.Jaime, molesto, le detuvo la mano:Jaime, molesto, le detuvo la mano, diciendo:—¿Qué sentido tiene devolver algo que ya te di? ¡Si te lo doy, te lo quedas! ¡A ver quién se atreve a decir algo!Cuando me miró, su rostro mostraba fastidio:—Alejandra, ¿por qué tienes que ser tan qu
Último capítulo