Mundo ficciónIniciar sesiónPrólogo La oscuridad nunca me dio miedo. Lo que me aterra es lo que se oculta dentro de ella. Llevaba días, o quizá semanas —ya no sabía distinguir el tiempo en esa celda húmeda— esperando una salida. Pero nunca imaginé que la libertad llegaría envuelta en fuego y destrucción. La detonación no fue anunciada. Fue una furia repentina que desgarró los muros y me lanzó como un muñeco de trapo contra el concreto. El sabor a sangre invadió mi boca, y un pitido ensordecedor me robó el sentido de la realidad. Sobre mí, el guardián respiraba con dificultad, sus ojos brillando con una ferocidad latente. Estaba a segundos de transformarse, de convertirse en algo que yo no podría detener si despertaba completamente. Y entonces lo vi. Una sombra emergiendo del humo, cruzando los escombros como si nada pudiera frenarla. Una figura solitaria, letal, con la mirada clavada en mí. No sabía si era un enemigo más o mi única salvación. Solo supe una cosa: Ese era el comienzo del fin.
Leer másPOV LIORA
No fue una sola noche.
No fue un solo golpe.
No fue la primera violación, ni la segunda, ni la décima.
Fue todo. Fue siempre.
Me rompí tantas veces que ya no recuerdo cuál fue la definitiva.
Quizás fue el día que dejaron de traerme agua por tres días y aún así, me negué a llorar.
O la vez que me amarraron boca abajo con los brazos abiertos, como si fuera una ofrenda, y no me moví ni para gritar.
Quizás fue la noche que me arrastraron, con la cara raspando el cemento, y no me defendí.
O cuando me metieron en la cámara frigorífica, desnuda, con los labios morados y las uñas negras, y pensé: ojalá esta sea la última vez.
Tal vez fue más simple: el día que mi loba, Selene, murió dentro de mí.
La sentí irse como se va una llama cuando soplas una vela.
Sin gritos. Sin adiós.
Solo vacío.
Solo silencio.
Desde entonces, el mundo se volvió más oscuro. Literalmente. Sin ella, ya no tengo visión nocturna. Ni curación. Ni instinto.
Me convertí en una omega muda, rota y ciega.
Un pedazo de carne tibia encerrado en una celda de cinco por cinco, con barrotes que aún huelen a sangre y miedo.
Pero no estoy muerta.
No del todo.
No tengo palabras. No tengo lágrimas. Pero tengo memoria.
Y odio.
Un odio frío, que me lame el estómago cada vez que Viktor se acerca.
Un odio que se agazapa cuando sus manos me buscan, cuando su aliento podrido me acaricia el cuello.
Un odio que respira en silencio.
Que espera.
He estado aquí desde los catorce.
No sé qué día es.
No sé cuántos inviernos han pasado.
Solo sé contar por heridas:
— esta costilla rota es de cuando me negué a gritar.
— esta cicatriz en la cadera, por no suplicar.
— estas uñas aún creciendo, por intentar arrastrarme.
Mi cuerpo ya no es mío.
Y aún así, conservo algo.
Una cosa.
El silencio.
Mi voz fue lo último que entregué.
Y me niego a devolverla.
Ellos creen que me ganaron. Que estoy entumecida. Hueca.
Y lo estoy.
Pero no vacía.
A veces, cuando el dolor cede un poco y puedo quedarme quieta, imagino cosas.
Me imagino transformada de nuevo, con Selene viva y aullando.
Me imagino desgarrando gargantas.
Rompiendo huesos.
Quemando jaulas.
Otras veces me imagino morir.
No con desesperación, sino con alivio.
Como si, al fin, pudiera apagar la última luz que queda dentro de mí.
Pero entonces, anoche, pasó algo.
Un temblor.
Un rugido en las paredes.
Polvo cayendo del techo.
Y una figura…
Una sombra.
Alguien que no era Viktor.
Alguien que no me golpeó.
Alguien que me miró como si aún pudiera ser algo más que una prisionera.
Tal vez fue un sueño. Tal vez deliraba.
O tal vez, el infierno al fin está a punto de arder.
Y si lo está…
Si las cadenas comienzan a romperse…
Que me encuentre despierta.
Porque aún tengo colmillos.
Aún tengo hambre.
Y si algún día salgo de aquí,
no será para pedir ayuda.
Será para cobrarla.
NARRADO POR RONAN La palabra “Traición” todavía sangra en la sábana cuando doy un paso hacia ella.No hablo. No respiro. No pienso.Solo observo cómo Liora baja la mano, exhausta, como si ese trazo le hubiera arrancado parte del alma.Maeve me toca el brazo, apenas un roce.—No la presiones —susurra—. Está… en un punto delicado.Delicado.No.Esto no es delicado.Esto es una herida abierta que lleva sangrando diez años.Me arrodillo frente a la cama, despacio, como si me acercara a un animal herido que podría romperse con un gesto brusco.—Liora —digo bajo, mi voz casi un temblor—. No tienes que escribir más si no quieres. Solo… mírame.Ella me mira.Esos ojos turquesa se clavan en mí con una mezcla extraña: miedo, sí. Pero también una chispa tenue, casi infantil, como si buscara un punto seguro donde poner los pies.Y me escoge a mí.No sé qué demonios hacer con eso.Maeve se retira unos pasos, dándonos espacio. Y yo tomo aire antes de hablar de nuevo.—¿Puedo sentarme contigo?Ella
El enlace mental de Maeve me corta la respiración como una cuchilla helada.«Ronan. Necesito que regreses. Ahora.»Barack frena en seco dentro de mí, como si alguien lo hubiese agarrado del cuello.La tierra todavía vibra bajo nuestras patas, pero toda la rabia, toda la necesidad de desangrar a alguien… se disipa en un segundo.Porque ella lo pidió.Liora.Sin pensarlo dos veces, suelto a Artemis y salgo disparado.Mis huesos crujen, mis músculos se encogen, y vuelvo a mi forma humana en un salto, sin detenerme a respirar, sin tomar ropa, sin pensar en nada más que en esa urgencia en la voz de Maeve.Carson grita algo detrás de mí, una broma idiota, seguro.Ni lo escucho.Solo corro.El viento me corta la piel.El bosque pasa a mi alrededor en ráfagas.Mi corazón late como un tambor de guerra.Algo le pasó.Algo cambió.Algo no está bien.Barack gruñe, pero no es ira
Narrado por RonanDiez años.Maldita sea… diez años.No meses como otras víctimas.No semanas.Diez inviernos.Diez lunas llenas donde nadie la escuchó gritar.Diez años en manos de bestias que no merecen llamarse cambiaformas.Las letras que Liora escribió siguen estampadas en mi mente como hierro candente.Mi lobo, Barack, golpea con furia dentro de mi pecho, empujando mi control, arañando mi cordura.«Protégela.Despójalos de la piel.Que sangren.»Su voz ruge, profunda, instintiva, ancestral.Tengo que salir de la clínica.Si me quedo un segundo más, voy a transformarme frente a ella y destruir todo el progreso que logramos esta mañana.Salgo sin despedirme.Mi respiración es una hoguera.Mis pasos, cuchillas contra el suelo.Y aun así… aun así, en medio de la ira, su nombre—Liora—me atraviesa con una suavidad que no entiendo.Un nombre hermoso, pero insignificante comparado con la fuerza que guarda dentro.Es una criatura hecha de sombras y resistencia, de cicatrices y luz.Una b
Narrado por Liora Desperté sin saber dónde terminaba mi cuerpo y dónde empezaba el de él. Un pecho firme bajo mi mejilla. Un brazo alrededor de mi cintura. Un calor que no ardía… que sostenía. Abrí los ojos con un sobresalto, mi respiración disparándose como si un látigo invisible cayera sobre mi piel. Me moví instintivamente para alejarme, pero su voz me detuvo. —Hey… tranquila. —No era una orden. Era… calma. Gruesa. Tibia. Innegociablemente segura—. Estás a salvo. A salvo. Una palabra que mi mente no entendía. Me quedé quieta, tensa como un arco, sin atreverme a respirar del todo. Ronan tampoco se movió. Simplemente esperó, como si supiera que cualquier gesto brusco me haría romperme en mil pedazos. Cuando al fin pude alzar la vista, sus ojos—oscuros, intensos—ya estaban sobre mí. Él habló bajito, como si el aire pudiera herirme. —Necesito que intentemos algo, ¿sí? —Levantó lentamente una libreta y un lápiz—. Quiero hacerte preguntas. Tú puedes escribir las respuestas.
Narrado por Ronan Draven Han pasado tres días desde que la pequeña omega abrió los ojos. Tres días observando cómo el miedo la devora en silencio. No pronuncia palabra. No emite sonido alguno, solo el leve temblor de sus manos cuando alguien se le acerca. Ni siquiera su respiración parece pertenecerle, es como si la contuviera para no existir. Maeve me dijo que el cuerpo humano puede sanar, pero la mente... La mente es otro campo de batalla. Entro en la enfermería cuando la luna se asoma entre las torres negras de Bloodbane, mi territorio. El aire huele a desinfectante y a lluvia; la tormenta afuera ruge con la misma furia que siento en el pecho. Varak, mi lobo, está inquieto, gruñendo bajo mi piel. Desde que la trajimos, no ha querido apartarse de su presencia. “Protégela”, ruge dentro de mí, una y otra vez. La veo en la esquina, encogida, temblando bajo la camilla, los ojos turquesas brillando como cristales rotos. Me duele verla así. No debería doler, pero duele. Y
Narrado por Ronan Había pasado una semana desde la noche en que la trajimos. Siete días de silencio. Siete días en los que la muerte rondó cada respiración suya, pero no se atrevió a llevársela. La omega seguía inconsciente. Su cuerpo apenas respondía, pero su lobo... su lobo no estaba. Maeve decía que era imposible sentir tanto vacío dentro de un cuerpo que seguía respirando. Yo iba todos los días. A la misma hora. Sin falta. No decía nada. Solo me quedaba de pie frente al cristal reforzado del laboratorio médico, observando su cuerpo conectado a los monitores. Cada pitido era un recordatorio de que seguía viva. Y cada vez que Varak olía su aroma, rugía dentro de mí, impaciente, salvaje. > “Nos necesita.” “Está viva.” “Sufrió demasiado.” —Cállate —le gruñí en mi mente. Pero ni siquiera yo creía mis propias órdenes. Aquella noche, Maeve me esperaba con su tableta en la mano y ojeras hasta el alma. La sala olía a desinfectante y sangre vieja. —Alfa —comenzó, con esa
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