Cap 3

Narrado por Ronan Draven

 El olor a hierro siempre me devuelve a aquella noche.

 A las llamas.

 A los gritos.

 A la sangre caliente derramándose sobre la nieve.

 Yo tenía dieciséis años cuando mi mundo ardió.

 La casa de mi padre, el orgullo de mi linaje, se convirtió en un matadero.

 Los cazadores entraron a medianoche, con fuego y balas plateadas, buscando lo que consideraban más valioso: las omegas.

 Mis padres lucharon. Yo también. Pero cuando desperté entre los restos carbonizados, mi padre estaba muerto… y mi hermana, Lyris, desaparecida.

 Su olor —a jazmín silvestre y luna llena— fue lo último que sentí antes de que la arrastraran lejos.

 Desde ese día, dejé de ser un hijo.

 Dejé de ser humano.

 Me convertí en cazador.

 En el Alfa de Alfas.

 Y juro, por la sangre que derramé, que encontraré a mi hermana… aunque tenga que abrir cada jaula del infierno para hacerlo.

 (Presente)

 Entramos por el flanco este.

 Las paredes están manchadas de óxido y sangre vieja.

 El silencio no es normal; hay un tipo de quietud que solo precede al horror.

 Y entonces lo escucho.

 Un gemido. Débil. Apenas un susurro.

 Y un olor… agrio, químico, mezclado con el sudor masculino.

 Droga de celo.

 La reconozco al instante.

 Camino más rápido, siguiendo el sonido entre los pasillos. La puerta al fondo vibra con el golpe de un cuerpo contra el metal. El aire es espeso, húmedo, cargado de miedo.

 Empujo la puerta.

 Y el tiempo se detiene.

 Ahí está ella.

 Una joven omega, delgada hasta la fragilidad, la piel cubierta de moretones, temblando. Sus ojos —turquesas, desorientados— apenas logran enfocarse.

 Y sobre ella… ese maldito bastardo.

 Viktor.

 Lo reconozco por el tatuaje en el cuello, el mismo que vi en las marcas de transporte de las redes.

 Está encima de ella, jadeando, con los pantalones a medio bajar, mientras el cuerpo de la muchacha tiembla, drogado hasta la médula.

 —¡Alfa! —grita uno de mis hombres, pero ya es tarde.

 No pienso.

 No siento.

 Solo actúo.

 Cruzo la habitación en un parpadeo. Lo agarro por el cuello, lo estrello contra la pared con tal fuerza que el concreto se agrieta. Él intenta hablar, pero el miedo ya le rompió la voz.

 —¿Te gusta forzar a las indefensas? —le gruño, los colmillos asomando—. ¿Te excita verlas temblar?

 Viktor escupe sangre. Intenta sacar su arma, pero le rompo la muñeca antes de que alcance el gatillo.

 Su alarido se pierde cuando clavo mi mano en su pecho y lo lanzo al suelo.

 El sonido de su cráneo al partirse contra el concreto es seco. Final.

 Silencio.

 El hedor de su miedo se apaga.

 Me giro hacia ella.

 La omega.

 Sigue en el suelo, con la respiración entrecortada, los ojos nublados por el efecto de la droga. Su piel brilla con sudor frío y hay un hilo de sangre en su labio inferior.

 Se encoge cuando me acerco, como si esperara otro golpe.

 —Tranquila… —digo, bajando la voz, más instinto que palabra—. Ya está muerto. Nadie volverá a tocarte.

 No responde.

 No pestañea.

 Solo respira, como si eso ya fuera demasiado esfuerzo.

 Me quito mi chaqueta y la cubro. Pesa casi nada. Su olor —dulce, quebrado, contaminado por químicos— me revuelve el estómago.

 Siento al lobo bajo mi piel, inquieto.

 Furioso.

 Protector.

 —Ryker, tengo a una —digo por el comunicador—. Necesito un vehículo médico. Y fuego.

 —¿Fuego?

 —Voy a borrar este maldito lugar del mapa.

 La saco en brazos mientras el resto de mi equipo prende las cargas. El viento de la noche entra por las grietas del techo. El cielo truena.

 La sostengo con cuidado, su cabeza apoyada contra mi pecho, su respiración débil rozando mi piel.

 Y mientras el fuego empieza a devorar las paredes detrás de mí, juro algo más.

 Si no puedo salvar a mi hermana, salvaré a esta.

 Aunque eso me cueste la maldita alma.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP