Siento las manos de Andrew sobre mi cuerpo y abro los ojos de nuevo, para encontrarme con los suyos. Es tan precioso, sexy y coqueto, me ha hecho reír como nadie y ha sido un perfecto caballero. Me ayuda a levantar mi camiseta, dejándome expuesta. Mis pezones están erizados de nuevo, aunque esta vez no es por el frío, sino por lo caliente que estoy.
—Me han estado volviendo loco toda la noche —murmura Andrew, refiriéndose a mis senos. Mi pecho sube y baja con fuerza, porque estoy agitada y respiro con irregularidad—. Lo único que quería era inclinarme y chuparlos —dice y a continuación, lo hace. Su boca es cálida y húmeda, succiona mi pezón y gimo fuerte, porque se siente exquisito—. Eres deliciosa.
—¿Vas a dejarte tomar, Lauren? —pregunta, mi nombre en su boca nunca sonó tan bien—. Serás una chica mala y tomarás mi polla.
Toma uno de mis pezones y los pellizca, antes de jugar con la punta de su lengua en ellos. Estoy ardiendo, todo mi cuerpo me grita para que me tome ahora.
—¿Te gusta eso? —pregunta, su dedo aún pellizcando mis pezones. Jadeo, gimoteando—. Sí —susurro, atrevida.
—¿Sí qué?
—Sí me gusta —vuelvo a gemir cuando aprieta mi pezón con más fuerza. Dios, ¿por qué esto se siente tan bien? — Me gusta mucho.
Dios, es un hombre al que le gusta hablar sucio. Yo no sabía que me gustaba también hasta ahora.
Pero entonces, lo veo sacar el condón de su bolsillo, es cuando me doy cuenta de lo que estoy a punto de hacer. Andrew va a follarme, ¡aquí! ¡En un ascensor! Por supuesto, todo está oscuro por lo que no pueden vernos por las cámaras, ¡pero sigue siendo un lugar público! ¿No se consideraba eso un delito?
Lo pensé un segundo, antes de que Andrew me besara de nuevo y todo se me olvidara. A tientas, toqué su cuerpo, admirando los músculos que se contraían cuando pasaba mis dedos por allí. Su erección está atormentándome, por lo que lo acaricio también. Se siente duro, Andrew gime en mi boca y me maravillo de tener a este imponente hombre disfrutando de mis caricias.
—No tenemos tiempo para más —murmura, antes de apartar mi mano de su erección—. Desabróchate el pantalón.
Mi corazón se detiene un segundo.
—¡Alguien podría vernos!
Pone los ojos en blanco.
—¿Ves a alguien más aquí aparte de nosotros dos? —pregunta y niego, besa debajo de mi lóbulo, trayendo pequeñas cosquillas placenteras—. Desabróchalo.
Puedo negarme, pero no encuentro la suficiente fuerza. Algo en el tono mandón y dominante de Andrew me excita tremendamente. Con lentitud, desabrocho mis pantalones.
La respiración de Andrew tiembla. Sin pensarlo y en plena oscuridad, se arrodilla ante mí y mete su cara entre mis piernas, probándome. Echo mi cabeza hacia atrás y me agarro de sus hombros, porque siento que voy a desmayarme, nada que ver con el alcohol en mi sistema, más bien es la corriente de placer que atraviesa todo mi cuerpo, haciéndome perder el sentido.
Su lengua golpea repetidamente mi clítoris, sin detenerse, parece que quiere hacerlo estallar. Me remuevo en su boca, tapando la mía con mi palma para que gritos de placer no se me escapen, pero es difícil cuando tengo a un hombre con la cara en mi centro.
Chupa deliberadamente mi sexo unos segundos antes de levantarse. — Date la vuelta —vuelve a ordenar.
Hago lo que me pide, me doy la vuelta y salto cuando siento su mano en mi entrepierna, acariciándome. Me relajo de nuevo ante sus caricias, su dedo pasa alrededor de mi entrada, lo que me pone al límite, solo quiero que introduzca su dedo, mejor aún, su pene.
Es como si leyera mis pensamientos cuando se reincorpora. Escucho el sonido del preservativo. La cabeza de su pene se presiona en mi entrada y vuelvo a gemir, mis paredes se contraen porque quiero recibirlo. — Soy grande así que tómalo despacio.
Asiento, pero me echo para atrás porque quiero tenerlo dentro de mí, sin importar el tamaño. Andrew sisea cuando entra poco a poco, el calor y la corriente que ambos sentimos nos hizo jadear, muy excitados, pero también un poco asustados. ¿Es normal que se sienta así de bien?
Entra despacio primero, me da el tiempo de sentirlo por completo. Suelto un quejido, y él también se queja de lo delicioso que se siente—. Joder sí, estás tan apretada que te sientes increíble.
No respondo, en cambio, muevo mis caderas como una señal de que quiero que me folle ya. No sé qué ocurre conmigo, estoy desesperada por su polla, enloquecida porque comience a moverme y me tome. Dios, pensé que mi poco deseo sexual hacia mi novio se debía a la rutina o los exámenes finales, pero en realidad, es que nunca se ha sentido así, nada se siente de esta forma.
Cuando comienza a moverse, siguiendo mis súplicas, volteo mis ojos y dejo que me folle. Golpea dentro de mí, estocada tras estocada, nuestras pieles chocan y el ascensor se mueve, pero aún la luz no vuelve y siendo sincera, ahora no me importa. No puede detenerse o voy a morir.
El jadeo que emite me indica que se siente igual que yo, que esto no es solo yo estando muy excitada. Pega su pecho a mi espalda y mete su mano en mi vagina, acariciando mi clítoris manteniendo su ritmo.
Aquello provoca otra descarga de placer que me lleva al límite, el orgasmo comienza a crearse, quiero más, necesito tenerlo más dentro de mí.
—Ven aquí —pide de nuevo, saliéndose de mí.
Me quejo, haciendo un puchero cuando me da la vuelta para estar de frente. Sus labios toman los míos con hambre y se me olvida por qué me estaba quejando, ¡este hombre besa riquísimo! Su lengua se mueve con soltura, no es invasivo, a pesar del hambre y pasión en su beso.
Su pecho sube y baja como el mío, puedo escuchar su corazón latiendo como un loco. Llevo mi mano hacia allí y la mantengo, suspirando cuando este se acelera hasta un punto en que no sé si sea saludable. Ambos nos miramos, todo está oscuro, pero siento la intensidad de sus ojos en los míos, la energía y la estática sexual que nos envuelve a los dos.
Levanta una de mis piernas y sin pensarlo, la envuelvo en su cintura. Mis pantalones están arrugados en mis tobillos, lo que le da la libertad de introducir su pene de nuevo. Gimo contra su boca, estoy a punto de culminar, voy a venirme en solo unos segundos.
Andrew parece sentir que mis paredes lo aprietan con más fuerza, porque acelera sus embestidas a un ritmo frenético y salvaje. Grito, su pene entrando con fuerza, golpeando tan fuerte que el sonido de nuestras pieles chocando crea un sonido excitante y salvaje, haciéndome perder aún más la razón.
No es normal, ahora lo sé. No es normal sentirse así con un hombre. Lo miro a los ojos, de alguna manera estamos viéndonos en la oscuridad, de alguna forma nos comunicamos.
—Sí, joder —susurra, va a venirse pronto también—. Se siente tan bien, Lauren, se siente endiabladamente bien. Jesús.
Sus comentarios sobre lo delicioso que esto era me llevaron más cerca de venirme. Mi mano seguía en su corazón, sintiendo el golpeteo constante y rápido, tan rápido como sus estocadas dentro y fuera de mí.
—Sí así por favor —pido, los dedos de mis pies se encorvan, es solo cuestión de segundos.
Cuando responde, su voz es ronca y pesada, él tampoco aguantará mucho más.
—Sí, Lauren, dámelo de una vez, vamos a venirnos juntos —suplica—. Joder, joder, joder, joder.
Colapso, no lo soporto más y mi orgasmo termina de explotar en mi interior. Grito, antes de darme cuenta, la mano de Andrew está sobre mi boca, silenciándome mientras yo me retuerzo de placer en sus brazos. Su mano se aparta de mi boca y me doy cuenta de que también se está viniendo.
Lo observo todo lo que puedo, fascinada mientras se deshace él también.
Dios, esto ha sido fantástico.
Cuando nos recuperamos poco a poco, Andrew se queda dándome suaves y coquetos besos, mientras yo recupero mi respiración. Nos quedamos así durante unos minutos, el silencio es reconfortante, no incómodo como creí. Andrew y yo nos besábamos durante una eternidad, parece que a pesar de haber follado hace minutos, aún seguimos encendidos por el otro.
Se separa poco a poco de mí y me quejo, pero no digo nada. Él enrolla el condón y lo mete en su bolsillo trasero, sonrío, pensando que ese traje debe costar más que mi alquiler de un mes. Como un perfecto caballero, sube mis pantalones y me los abrocha, sonriendo cuando me ve deshecha.
—Luces jodidamente perfecta recién follada —comenta.
No lo creía, me sentía muy sonrojada, debo estar despeinada y a punto de desmayarme por todo el alcohol en mi sistema. Aunque me contento, no quiero que esta noche acabe, porque sé que mañana no lo volveré a ver.
Probablemente nunca más.
Mi teléfono celular comienza a sonar en ese momento y ambos gemimos. Dios, no ha dejado de sonar en toda la maldita noche.
—¿Alguien te explicó alguna vez que puedes silenciar tu teléfono? —pregunta Andrew, gruñéndome.
Sonrío y lo alejo de mí para tomarlo. Reviso mi pantalla y me doy cuenta de que es Brent de nuevo. La furia regresa, al leer los mensajes amenazantes que ha estado enviando. Me exige que le coja el teléfono, que le explique dónde demonios me he metido y me pide que no haga un drama, después de todo, es mi culpa y de mi poco apetito sexual si me ha engañado.
Vuelve a llamar y gruño, estoy agotada de él. Resulta que ahora yo soy la culpable de que no pueda mantener su polla dentro de los pantalones. ¡Me engañó con nuestra compañera y futura madrina de boda! ¿Cómo cree que debo actuar? ¿Darle un beso y pedirle que no vuelva a hacerlo?
El hecho de que no esté deshecha no significa que no me haya dolido su traición. Una idea brilla en mi mente, y sin pensarlo, tal vez influenciada por el alcohol, respondo la llamada.
—Hola —susurro dulcemente.
Andrew me frunce el ceño, pero le guiño un ojo y él comienza a besar mi cuello de nuevo.
—¿Dónde estás? —pregunta Brent—. ¡He estado llamándote durante horas! —gruñe, no actúa para nada como un hombre que acaba de ser descubierto, lo que me enfada tremendamente.
Veo rojo durante unos segundos, tal vez por el alcohol o el hecho de que acabo de darme cuenta de que follar con Brent no se parece en nada a follar con Andrew, comenzando porque con este sí puedo acabar. Mi conquista de una noche ha terminado demostrándome que no puedo sufrir por un imbécil como Brent. Él tiene razón, me merezco algo mejor.
Probablemente me arrepienta mañana, pero justo ahora, solo quiero desahogarme. Necesito decirle muchas cosas y aunque no es el momento indicado, al alcohol no le importa.
—Escucha algo, pobre idiota —gruño, haciendo que se detenga de inmediato—. Te follaste a nuestra puta compañera de clases, luego me dejas tirada en la carretera y no regresas por mí. ¿Y ahora esperas que te dé explicaciones? —pregunto, pero no dejo que responda—. Puedes irte a la m****a. —Andrew suelta una risita baja en mi cuello, pero no dice nada mientras sigo desahogándome como una completa borracha sobre mi ex—. ¿Quieres saber por qué no quería tener sexo contigo? Es porque eres perezoso, aburrido ¡y con un pene pequeño! Así que puedes quedarte con Gloria o cualquier zorra que quieras cogerte, porque acabo de follar con un hombre jodidamente sexy e increíble, ¡en un ascensor! Así que jódete.
Cuelgo un segundo después, sin dejarlo responder. Probablemente tampoco hubiese podido hacerlo, porque se quedó en silencio mientras me desahogaba contra él.
—Eres un infierno cuando estás enojada —murmura, negando con diversión.
No, no lo soy, pero hoy he decidido convertirme en otra mujer. A partir de ahora, he decidido vivir la vida intensamente.
La luz vuelve unos pocos minutos después. El ascensor vibra de nuevo y comenzamos a subir otra vez, deteniéndonos en la última planta, dónde están las suites.
Cuando quiero salir del ascensor, mis piernas se sienten entumecidas. Andrew me toma de la cintura, levantándome en el aire con facilidad. Pego un grito asustado y me río un segundo después, estoy bastante ebria.
Mientras Andrew me carga en sus brazos a la habitación, mi conciencia poco a poco va durmiéndose. Me obligo a mí misma a mantener los ojos abiertos, pero el cansancio y el orgasmo arrebatador, sumado al alcohol, no me logran mantener despierta.
—Si esta fuera una cita, definitivamente habría sido la mejor de todas, señor desconocido —susurro, antes de que mis ojos se apaguen.
Caigo en un sueño profundo, sin poder escuchar su respuesta.