Al día siguiente, desperté sola. El vacío inmenso que mi cuerpo sintió casi me hace llorar. Extrañaba dormir con Andrew, pero sabía que, si cedía ahora, jamás me vería como algo más que como una amante, aun cuando sintiera más por mí. Nos encontrábamos en mitad de un trance, temporal hasta que encontraran a James. No quería pisar mi casa con miedo a que en cualquier momento apareciera.
Apenas amanece, los primeros rayos del sol inundan la habitación, se siente fría, lujosa y poco acogedora. A pesar de todo, me despierto con la mente clara: hacer todo lo posible porque James caiga.
Me doy una ducha y cuando salgo, ya vestida, el sol ha salido por completo. Me doy cuenta de que Andrew está en el salón, junto a la ventana. Está bebiéndose un café mientras mira hacia la ciudad, es una vista demasiado impresionante como para no admirarla de vez en cuando.
No se voltea, pero sabe que estoy aquí.
—Tu hermana vendrá a buscarte a las ocho —dice, su voz es más tensa de lo normal.
—Lo sé.
—No te