Inicio / Romance / La ley del deseo / 2: Regalo de consolación
2: Regalo de consolación

El hombre a mi lado es atractivo, con el cabello revuelto y apuntando hacia todos lados, una barba espesa de dos días, ahora solo puedo imaginar lo que se siente pasar la yema de los dedos sobre su piel. Está sonriendo, lo que lo hace ver más atractivo aún. Luce un traje que le queda como un guante, resaltando sus bíceps y espalda bien trabajadas, es un hombre atlético y esbelto. Aunque claramente se ve mayor que yo.  

—No es necesa... 

Me interrumpe y me quedo en silencio de inmediato, aun medio atontada, lo tengo cerca, a menos de un metro así que podía ver sus pestañas rizadas y el surco de pecas que inunda el tabique de su nariz. Sus ojos también se encuentran con los míos, su sonrisa es relajada, pero sus ojos muestran una intensidad arrolladora. 

—No te preocupes, tómalo como un regalo de consolación —responde, relajado. Se vuelve de nuevo a la recepcionista. - Susan, por favor.  

Los ojos de la mujer brillan mientras mira al hombre a mi lado. 

—Por supuesto que sí, señor Liv... 

—Solo Andrew, sabes que me gusta que me llamen por mi nombre —le guiña un ojo y ella se sonroja, mirándolo como si fuera una Coca-Cola en mitad del desierto. 

—Claro que sí, Andrew —dice, soltando una risita. 

Niego de nuevo, aunque por dentro, estoy un poco aliviada. En verdad no quiero terminar durmiendo en la calle esta noche.  

—Insisto, no es necesario. Es demasiado. 

—No pasa nada, creo que ya lo has pasado lo suficientemente mal esta noche. 

Mis mejillas se encienden, confirmando que escuchó mientras le contaba mi miserable vida amorosa a la recepcionista de un hotel. ¿Se puede ser más patética? De manera inconsciente, busco la pulsera en mi muñeca y me golpeo con ella, tratando de tranquilizarme. 

Finalmente, puede concentrarse lo suficiente para pedir mis datos. Mientras la recepcionista hace la reserva, puedo sentir la mirada de Andrew en mí. Volteo para mirarlo, encontrándome con sus ojos juguetones. 

—Sus reservas están hechas —dice la recepcionista con una sonrisa, devolviéndonos nuestras identificaciones—. Mientras preparamos sus habitaciones, pueden esperar en el bar del hotel o en la sala de espera, uno de mis compañeros les avisará cuando estén listas. 

Nos entrega dos llaves con el número de habitación en el llavero, habitaciones simultáneas. Andrew se despide de Susan y ella no puede estar más contenta, mientras nos alejamos de la fila para que el siguiente pueda reservar. Siento algo cálido sobre mis hombros y me doy cuenta de que el hombre desconocido está poniendo su abrigo sobre mí. Mi primer instinto es alejarme, pero se siente tan cálido y reconfortante que no tengo valor para quitármelo. A pesar de la calefacción, aun me encuentro mojada, asi que algo caliente es bienvenido.  

—Soy Andrew —saluda el hombre, tendiéndome su mano. 

 Cuando nos tocamos, mi corazón se dispara. Comienza a palpitar emocionado, aunque no entiendo del todo porqué. He visto hombres guapos antes, pero Andrew es... diferente. No se parece a ningún hombre que he visto antes, no con ese porte. 

—Un placer, soy Lauren —aseguro, forzando una pequeña sonrisa. Su mano se queda tomando la mía un poco más de lo normal—. Gracias por ayudarme, fue muy amable. Si puedes darme tus datos, te pagaré la habitación apenas llegue a casa —prometo. No tengo dinero, pero puedo pedirle algo prestado a mi hermana. 

Él sonríe, mirándome con lo que parece ser un poco de ternura. 

—Eso no es necesario, aunque puedes invitarme un trago en el bar y contarme acerca de tu prometido engañándote con una “zorra”, parece una buena historia —susurra. 

Sonrío, aunque mis mejillas arden de vergüenza. Mañana me daré golpes mentales al recordar que realmente le dije eso a una recepcionista y que el hombre más sexy que he visto en mi vida lo escuchó. 

—Lo siento, estaba detrás de ti y no pude evitar escucharlo —vuelve a decir, al notar mi expresión de vergüenza. 

—Creo que puedo invitarte un trago, aunque no prometo nada con lo de la historia —confieso. 

—No hay problema, de todas formas, hay otros temas que me interesan más. 

Sentí cosquillas en mi vientre bajo al escuchar el doble sentido en sus palabras, y mi corazón dio un salto. ¿Por qué me siento tan nerviosa? Ahora mismo ni siquiera debería tener cabeza para esto, dadas las circunstancias, pero no puedo evitarlo. 

Nos sentamos en una mesa alejada y distraídamente inhalo el perfume del abrigo, huele divino, a hombre y a madera. Me encanta, es justo como imaginaría que alguien como Andrew olería, tomando en cuenta que es precioso. 

—No es necesario que me hagas compañía —dije, cuando ya estábamos sentados en la mesa—. No quiero molestarte. 

—No lo haces, la verdad, estoy bastante intrigado —responde, encogiéndose de hombros—. ¿Puedo saber qué hace una mujer preciosa en medio de la carretera y bajo la lluvia? 

Un hombre en traje y corbatín aparece en ese momento, tiene dos tragos de lo que parece ser whisky, asegurando que es cortesía de la casa. No es mi bebida favorita, pero ahora mismo necesito algo fuerte que me haga entrar en calor. Dice que estará atento a cualquier petición, aunque mira más a Andrew, y luego se aleja de la mesa para ir a recibir a otros clientes. El bar está repleto, lo que es normal tomando en cuenta que todas las habitaciones están llenas y afuera llueve, todos estamos atrapados aquí dentro. 

Miro de nuevo a Andrew, que sigue esperando una respuesta. 

—Venía con mi prometido —me detengo y luego hablo de nuevo—. Mi ex prometido. Íbamos de camino a Nueva York, pero tuvimos una pelea y le dije que me dejara a un lado de la carretera y se fuera. 

 Evito contarle que me confesó haberme engañado con nuestra compañera, porque no necesita saber todos los detalles. Ya bastante vergüenza he pasado, tuvo que haberle dado lástima verme así para tener que intervenir y salvarme. 

Alza las cejas, incrédulo. 

—Suena a que tu exnovio es un imbécil —replica, dándole un trago a su whisky. 

—Estoy helada en mitad de la noche, ¿qué crees? 

Niega con la cabeza de nuevo, como si no pudiera creerlo. 

—Al menos te diste cuenta de que tu prometido es un perdedor antes de casarte con él —dice, lo que por primera vez me pone en perspectiva. Él tiene razón, unos pocos meses más y me habría casado con Brent, habría jurado ante Dios que era el hombre para mí y que me haría feliz, pero es pura mierda—. Algunos no tienen la misma suerte. 

 Pensar en eso despierta mi furia dormida. Ahora que ya he solucionado lo de mi hospedaje, mi cuerpo por fin se está relajando, lo que, de hecho, le da paso a la rabia y a la decepción. Bastardo, iba a poner a Gloria como una de mis madrinas, ella inclusive aceptó emocionada cuando se lo dije.  

 Tomo otro trago largo de Whisky, ahora es sabor es un poco más suave y baja con más facilidad por mi garganta.  

—Tienes razón —acepto. No sé por qué estoy derramando mi frustración sobre un desconocido, que aparte es el hombre más sexy que he visto en mi vida—. ¿Estás casado? 

Él alza una ceja, mirándome con diversión. Casi me atraganto, el alcohol aun bajando por mi garganta. Es sensual, sin serlo, es como si te prometiera muchas cosas oscuras. No veo anillo en su dedo anular, pero he conocido tipos que lo guardan en su bolsillo justo después de salir de casa y se lo volvían a poner cuando regresaban. 

Apuesto a que, si me hubiese casado con Brent, habría sido de ese tipo de hombre. 

—¿Intentas descubrir si soy un hombre comprometido? —pregunta. 

—Dios, por favor, dame un respiro —digo, soltando una risita nerviosa. —  Acabo de descubrir que el género masculino es un poco innecesario para la humanidad.  

Andrew responde con una carcajada que resuena en todo el lugar. Algunas personas voltean a verlo, pero a él parece no importarle. La verdad, a mí tampoco, inclusive su risa es sexy.  

—Acabas de descubrir que tú novio es un bueno para nada —responde—. Por favor, no nos quites protagonismo solo por él. Y estoy bastante seguro de que una ruptura amorosa no vale la pena el riesgo que corriste hoy. 

Me siento aún más tonta. ¿Qué si alguien me hubiese hecho algo? Miro a Andrew frente a mí, luce como si aquello le molestara, el hecho de que terminara en mitad de la carretera sola por la noche. Pero más allá de mi vergüenza, algo dentro de mí se enciende, porque aun cuando me está doliendo por ser descuidada, luce como el pecado andante. 

—Lo sé, fue tonto —sigo hablando, porque parece que no puedo detenerme—. Me engañó con su mejor amiga, así que no estaba pensando en nada más que eso. 

Toma un trago de su vaso y me da una sonrisa oscura, haciendo que mi estómago se contraiga. ¿Por qué tenía que ser tan sexy? No puedo concentrarme en responder correctamente cuando está mirándome como si fuera a saltar sobre mí. 

—No te preocupes, hoy prometo hacerte olvidar las penas —asegura, y algo en mi pecho explota en anticipación. 

Algo me dice a mí también que va a ser una noche interesante. 

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP