Mundo de ficçãoIniciar sessãoEvanya lo tenía todo… o al menos eso creía: una familia, y la ilusión de pertenecer. Hasta que, en plena sala, un sobre y una confesión destrozan su mundo: no es la hija biológica de los Moretty. Para saldar la deuda de su padre adoptivo, la entregan en matrimonio en lugar de su hermana Sabrina a Alistair Ferraro, un capo mafioso despiadado, cuya fama de romper voluntades solo es superada por su control absoluto. Pero la humillación despierta algo inesperado: una ferocidad y astucia que la obligan a luchar por su propia supervivencia. Y mientras Alistair intenta doblegarla, algo más surge: contra todo pronóstico, se enamora de Evanya, y el choque entre su mundo de violencia y su resiliencia enciende una tensión que no es solo de poder… sino de secretos que podrían destruirlos o unirlos a ambos.
Ler mais~ Narra Evanya ~El silencio volvió a llenar la habitación después de que Alistair se fue. Podía escuchar el tic-tac del reloj, tan constante, tan molesto, como si quisiera recordarme que aún seguía aquí… viva, pero sin saber por qué.Sus palabras seguían dando vueltas en mi cabeza: “No deberías estar viva… fui yo quien la desvió.”¿Era verdad? ¿De verdad lo había hecho para salvarme? No sabía si creerle. Con él, nunca sabía dónde terminaba la verdad y empezaba la mentira.Cerré los ojos y respiré con cuidado. Cada movimiento dolía. El vendaje apretaba mi costado y el sabor amargo de la sangre seca seguía en mis labios. Pensé en la boda, en el disparo, en su mirada cuando me vio caer. Y, aunque me dolía admitirlo, algo en su voz hace un rato no sonó como una amenaza… sino como culpa.Estaba perdida en esos pensamientos cuando la puerta volvió a abrirse. Me tensé.Alistair entró otra vez, pero esta vez no traía esa mirada dura de antes. Sostenía un plato de sopa, y por un segundo, creí
~ Narra Evanya ~El primer aliento dolió.Una punzada aguda me recorrió el costado y me arrancó un gemido ahogado. Abrí los ojos con esfuerzo, sintiendo cómo el aire se me escapaba entre los labios resecos. La habitación estaba en penumbra, bañada por la luz tibia de una lámpara cercana. Las sombras se alargaban sobre las paredes, deformadas, como si el mismo silencio respirara conmigo.Tardé unos segundos en entender que seguía con el vestido puesto, aquel vestido blanco ahora manchado de sangre seca. La tela se había pegado a mi piel; el roce sobre la herida me arrancó otro quejido. Intenté moverme, pero el cuerpo no respondió. Apenas un leve temblor, una súplica muda de dolor.El olor metálico de la sangre se mezclaba con el de los desinfectantes. Había un vendaje improvisado a la altura de mis costillas, apretado con una precisión que solo podía venir de él. Las sábanas, impecablemente estiradas, contrastaban con mi respiración entrecortada. Por un momento, pensé que estaba en uno
~ Narra Alistair ~No reaccionó. En mi pecho había un peso que no era solo físico: la sorpresa se arremolinaba en mis ojos y un mar de preguntas me atravesaba la cabeza —¿por qué? ¿por qué lo había hecho? ¿por qué había tomado la bala por mí?—, pero ninguna palabra encontraba salida. Estaba en trance, aferrado a ella, mientras el mundo a nuestro alrededor se desmoronaba en gritos y metal.La iglesia, que apenas instantes antes parecía inmóvil, se llenó de alaridos y del crujir de las balas. Sin pensarlo, la recogí en brazos y la aparté del peligro. Mis hombres se encargaron de los atacantes; los neutralizaron con precisión. —Captúrenlos, pero no los maten —ordené sin levantar la vista—. Yo mismo me ocuparé de que paguen por esto. Todos asintieron con la cabeza, rígidos, respetando la línea fina entre venganza y espectáculo.Salimos envueltos por una lluvia de disparos. Nos escoltaron hasta el auto blindado; Juan se sentó al volante y arrancó como si cada segundo fuera un obstáculo me
~ Narra Alistair ~Estoy en mi despacho y no logro sacar de mi cabeza la frase de Evanya: «Te destruiré a ti primero». La osadía de esa chiquilla indecente resulta casi ridícula…A mi alrededor la reunión continúa: mi asistente repite cifras, Cerazzo traza rutas y mi hermano menor, Alesso, no deja de hablar sobre la entrega de drogas en la costa de Portugal. Pero no escucho nada. Mi mente sigue atrapada en esa amenaza.—Alistair, ¿qué te pasa? —me interrumpe Alesso—. No estás escuchando nada de lo que decimos.Respondo sin levantar la vista del vaso:—Nada… solo estoy un poco cansado.Sé bien que ese cansancio no proviene del trabajo; proviene de la insolencia de alguien.Alesso frunce el ceño.—Sí, claro… «cansado». Ese cansancio tiene nombre y apellido: Evanya Moretty. Apenas puedo creer que la hayas dejado ir sin castigo después de poner a la organización en boca de todos. Eso no es un error que puedas permitirte.Mi ceño se estrecha al escucharlo. Cerazzo, que hasta entonces guard
~ Narra Evanya ~Ver la sonrisa triunfante en el rostro de ese tirano me hizo querer alzar el puño y estampárselo en la cara hasta que no le quedaran ganas de reír. Pero sabía que sería un acto estúpido, una sentencia directa para mí… y para Tiffy.Aun así, el hecho de haber aceptado casarme con él no significaba que se la dejaría tan fácil.—Me casaré contigo… pero solo con una condición —dije, alzando la voz con la poca valentía que me quedaba.Alistair soltó una risa seca, una de esas que helaban la sangre.—¿Con una condición? Ja. No estoy para condiciones, Evanya. Las condiciones las pongo yo, por si no te has dado cuenta.Dio un paso hacia mí, tan cerca que pude oler el aroma metálico de su perfume, una mezcla de poder y peligro.—Créeme —susurró con voz baja, cargada de amenaza—, no me sería nada difícil llevarte al altar amordazada y con una pistola apuntando a tu cabeza hasta que aceptes ser mi esposa. No tengo ningún problema con eso.Su sonrisa volvió, cruel, casi divertida
Me detuve en seco al verlo. Alistair Ferraro. Mi cuerpo se heló, el miedo recorriéndome la piel como un escalofrío que no podía controlar, pero me obligué a no retroceder. Respiré hondo, intentando que el terror no me paralizara.Di un paso hacia atrás, con la intención de escapar, pero él me observaba con esos ojos fríos, y su voz cortó el aire como un cuchillo:—No des un paso más, Evanya.No podía dejar que me atrapara ahora. No podía morir, no así, justo como mis padres. Debía mantenerme firme, aferrarme a cada latido de mi corazón, y no permitir que el miedo me consumiera.Mi corazón latía con fuerza, y mi instinto gritaba que corriera, que huyera de él, pero me mantuve firme. Lo miré directamente a los ojos y le respondí, con voz temblorosa pero desafiante:—No me importa lo que digas… no me convertiré en tu juguete.Sin esperar más, intenté dar un giro y salir corriendo. Sentí mi corazón en la garganta, cada paso un golpe de adrenalina, pero antes de que pudiera alejarme, su ma





Último capítulo