Danae
El despertador sonó, pero me quedé inmóvil bajo las sábanas. No había prisa, ni juntas con clientes, ni proveedores llamando a última hora. Por primera vez en mucho tiempo había decidido tomarme un respiro. El mundo podía esperar: hoy sería solo para Sofía, Lucas y yo.
Sentí un pequeño cuerpecito trepar a mi cama, y al abrir los ojos me encontré con Sofía, con el cabello revuelto y las mejillas todavía sonrojadas del sueño.
—Mami… —dijo en un susurro arrastrado—, ¿no vas a trabajar?
La atraje hacia mí, cubriéndola de besos.
—Hoy no, mi amor. Hoy me quedo contigo y con tu hermano.
Sus ojitos se iluminaron como si le hubiera dicho que íbamos a viajar a la luna.
—¿De verdad? —preguntó incrédula.
—De verdad —le sonreí, acariciando su mejilla.
Apenas terminé de hablar, escuché un golpe en la puerta y Lucas entró corriendo, arrastrando consigo su coche favorito.
—¡Día libre, día libre! —gritó con esa energía que lo caracterizaba. Saltó sobre la cama y casi me tira encima de Sofía.
—¡L