Danae
El sonido de la lluvia golpeando los ventanales fue lo primero que escuché.
Desperté sobresaltada, el corazón latiendo tan rápido que por un instante creí que se me saldría del pecho.
No sabía qué hora era, pero el cielo afuera estaba oscuro y el aire tenía ese aroma a tormenta que siempre me había inquietado.
Me senté en la cama, intentando calmar mi respiración, pero el presentimiento no se iba. Era como si una mano invisible me apretara el pecho. Algo dentro de mí gritaba que algo estaba mal. Muy mal.
Miré a mi alrededor: la habitación estaba vacía.
El lado de Kael en la cama seguía intacto, la colcha sin arrugar, el aire frío donde debería estar su calor.
—Kael… —susurré, apenas un murmullo en la oscuridad.
Nada.
Ni una nota, ni un mensaje, ni un sonido que me dijera que estaba bien.
Me levanté de golpe, caminando descalza por la habitación. Afuera el viento rugía, y cada ráfaga hacía crujir las ventanas.
Intenté convencerme de que había salido temprano, que quizá estaba con