capítulo 14

El aire en el pasillo de la casa de seguridad olía a pólvora, sudor y desinfectante. Rebeca cerró la puerta detrás de ella tras la llamada con Dimitri. Había logrado mantener la voz firme durante la conversación, pero en cuanto apoyó la espalda contra la pared, sintió que la realidad la aplastaba con un peso insoportable.

Él había sido claro: “Era eso o morir. Rebelar tu lado oscuro o no salir viva de esa balacera. Déjalo en mis manos. Voy a investigar qué salió mal y en cuanto tenga algo te informo”.

Rebeca se repitió esas palabras como un mantra. Aún podía sentir en los dedos el frío del gatillo, el retroceso de cada disparo que había atravesado carne y hueso. El eco de los gritos de los hombres que cayeron no la abandonaba. Cerró los ojos, tratando de encontrar calma, pero la calma no llegaba.

Respiró hondo y se obligó a recomponerse. No podía darse el lujo de quebrarse frente a Giulio. Él la observaba con demasiada atención, como si pudiera leer los pliegues ocultos de su alma. En
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