Renatto Corleone se convirtió en uno de los jefes de la mafia a corta edad. Tras sufrir la traición de la mujer que le prometieron en matrimonio y de la mujer que amaba, se juró que en cuanto pudiera se vengaría de ambas, mientras se dedicó a hacer crecer su imperio. Ocho años después de ese acontecimiento que lo cambió, su hijo apareció frente a sus ojos y está dispuesto a darle el mundo, pero para ellos debe cuidarlo de sus enemigos y decide contratar una tutora que lo eduque en la seguridad de su mansión, sin embargo, la elegida no es lo que él esperaba. Isabella Fugatti es una mujer joven que ha pasado por mucho, la vida la endureció y perdió el miedo incluso a la muerte, porque ya pasó por ahí un par de veces. Cuando el capo de la mafia calabresa la pide para que sea quien eduque a su hijo no duda en aceptar, aunque eso signifique terminar en medio de los leones y de un baile con la muerte misma, porque ella también tiene secretos oscuros. Sin embargo, ambos terminarán involucrados más de lo que esperan por aquel pequeño niño que deben proteger y, en medio de todo eso, algo parecido al amor podría nacer, solo que uno no cree en este y la otra dejó de pensar en cuento de hadas hace mucho tiempo. ¿Qué resultará de esta unión?
Leer másLa vida de Ethan Whote era perfecta: un matrimonio consolidado con una mujer hermosa a quien amaba profundamente, una empresa prestigiosa a cargo que le generaba montos de seis cifras semanales en su cuenta bancaria y la alegría, de que pronto, nacería su primer hijo. Todo eso era suficientes para que Ethan se sintiera un hombre privilegiado y feliz.
—¿Cómo te sientes? —Le preguntó a su esposa Jane, sujetando su mano con ternura. —Un poco nerviosa —contestó ella, acostada en la camilla, acariciando su barriga. —No te preocupes. Todo va a estar bien, en pocas horas tú, nuestro pequeño Oliver y yo estaremos juntos como una gran familia. Ella asintió, sonriendo levemente, mientras él besaba su frente con ternura. —Tengo miedo, Et. —No te preocupes, yo estaré aquí. El médico interrumpió la tierna escena y el enfermero dirigió la camilla hacia dentro de la sala fría del quirófano. Ethan entró junto a ella, aunque intentaba sonreír, él también estaba nervioso. El equipo médico dio inicio a la operación ante la mirada atónita de Ethan, quien presenciaba con aspaviento, por primera vez, una delicada cirugía como aquella. En tanto, Jane aunque no podía ver el procedimiento quirúrgico, se notaba algo ansiosa. Sostenía la mano de su abnegado esposo con fuerza. Mas, había algo dentro de ella que le preocupaba. Algo que no sé había atrevido a decirle a su esposo. El médico levantó la piel del abdomen y sujetó a la criatura, mas el llanto del recién nacido al ser recibido en el mundo exterior, no se escuchó a pesar de que se movía y estaba respirando. Ethan frunció el entrecejo, se acercó al médico y le preguntó en voz baja, casi inaudible por el pequeño. —¿Qué ocurre, doctor? El hombre negó con la cabeza, mientras Jane observaba en silencio, lo que tanto había temido, su peor pesadilla parecía haberse hecho realidad. —El niño presenta una condición especial, tiene síndrome de Down. —afirmó con absoluta convicción. —¿Qué dice? Pero eso no puede ser —murmuró con asombro. —¿Qué ocurre, Et? —intervino Jane con voz temblorosa, mientras intentaba apoyarse en sus codos e incorporarse, pero una de las enfermeras se lo impidió. —Debe calmarse, aún la cirugía no termina. El médico le entregó a la criatura, a la enfermera para que lo llevara hasta el área neonatal mientras, terminaban el procedimiento de la cesárea. Aunque Ethan permaneció al lado de Jane, su mente estaba en otro lugar. Mil pensamientos viajaban por su mente, tratando de aceptar aquella realidad, intentando entender que había pasado. ¿Por qué su hijo había nacido enfermo? Recordó entonces, la negativa de su esposa de hacerse algunos exámenes que podían prever algún tipo de condición especial, su insistencia en que no la acompañara a las consultas, con el pretexto de que iría junto a su madre. ¿Acaso ella sabía que el bebé…? Durante el resto de la cirugía se mantuvo en silencio mientras una lágrima recorría el rostro de Jane, una lágrima de insatisfacción propia, de miedo a ser abandonada por él, de tener que revivir la historia de su hermano Jake, quien también padecía la misma enfermedad. El silencio era ensordecedor, sólo se escuchaba la voz del médico y el sonido de las pinzas sobre la mesa de metal al ser colocadas por el auxiliar del médico. —Tijeras —dijo y tomando la tijera cortó el hilo de nylon para finalizar la cirugía. Jane cerró los ojos cayendo en un profundo sopor. —La paciente permanecerá en observación. Usted puede ir al área de recién nacidos, se necesitan algunos datos personales suyos y de su esposa. —El hombre retiró los guantes y secó con su antebrazo el sudor en su rostro. —¿Doctor, usted sabía de esto, verdad? —Sí, Sr Whote, pensé que estaba al tanto de la situación. Su esposa nunca quiso realizarse la prueba de translucencia nucal en el primer trimestre, la cual hubiese permitido diagnosticar con tiempo la situación del bebé e interrumpir el embarazo. Ethan lo miró con asombro y habló en un tono severo: —¿De que está hablando doctor? Si hubiese sabido que mi hijo venía con alguna anomalía, jamás hubiese permitido que interrumpiera el embarazo. ¡Se trata de la vida de un ser humano! —exclamó indignado—¿Así cumple con el juramento hipocrático que hizo al recibirse como médico? —esgrimió. —Está usted interpretando mal mis palabras, Sr Whote. La decisión final sobre la interrupción del embarazo, la tienen los padres, no los médicos. —contestó el galeno ante la acusación del multimillonario.— Ahora con su permiso, debo descansar unos minutos para mi próxima operación. Ethan tragó saliva mientras veía al médico saliendo hasta el pasillo. Con un movimiento brusco se quitó el mandil azul y el gorro de su kit EPI, lo depositó en el bote de desechos y salió de la sala de cirugía. Sentía la sangre hirviendo dentro de sus venas, la rabia y la impotencia se apoderaron de él; no era la condición genética de su pequeño lo que le perturbaba, era el hecho de que Jane le hubiese ocultado la verdad pero sobre todo, el no estar preparado para una situación como aquella. El CEO caminó lentamente hasta el área de recién nacidos, llevaba las manos dentro de los bolsillos de su pantalón e iba cabizbajo. Levantó la vista y vio el identificador en la pared que indicaba el pasillo que debía tomar. Justo en el momento en que se disponía a cruzar hacia la derecha, tropezó con una chica que venía en dirección opuesta a él. —Fíjese por donde camina —dijo él con severidad sujetándola de ambos brazos. —Lo si-siento —respondió la chica entre sollozos mientras levantaba el rostro con los ojos llenos de lágrimas. Ethan frunció el entrecejo y la chica continuó caminando hacia el área de cirugía. Pronto, se detuvo frente al ventanal y observó a los pequeños que dormían alineados en sus cunas transparentes. Sus ojos sólo buscaban uno, a su pequeño Oliver. Finalmente lo vio. Allí estaba, el pequeño envuelto en una manta azul claro, con sus ojitos cerrados. Era tan pequeño y tan frágil. En su pequeño rostro podían verse con claridad los rasgos inconfundibles: nariz chata, ojos almendrados, tono de piel lechoso, propios de su condición especial. Ethan apoyó la palma en el vidrio, como si pudiera alcanzarlo y tocarlo. El bebé se movió levemente, quizás sintiendo la presencia de su padre. Ethan contuvo el aliento y un gemido suave escapó de sus labios, reflejando lo que estaba sintiendo en su interior. No era tristeza, sino una ternura profunda lo que lo invadía. —Hola, campeón —susurró, aunque el bebé no podía oírlo—. Te estaba esperando. —dijo y una sonrisa se dibujó en su rostro, luego de los minutos de tensión que había experimentado…Seis años después…El tiempo ha pasado en la mansión sin que nadie pudiera evitarlo, como una brisa suave que poco a poco ha esculpido el destino de los Corleone.Años han transcurrido desde la última gran guerra que libraron contra Daniel y Viktor. San Luca sigue siendo su hogar, la base de un imperio que se ha fortalecido con los años, pero también ha encontrado un equilibro entre el poder y la paz.El sol baña los jardines de la majestuosa mansión Corleone. La vida ha florecido de una manera que Isabella nunca pensó posible. La risa de los niños resuena entre los árboles, creando un sonido que antes hubiera sido impensable en su mundo.Los gemelos, ahora adolescentes, han crecido bajo la influencia de dos mundos: la oscuridad de la mafia y el amor de su familia. Alain, con su astucia y su carácter noble, se ha convertido en un joven carismático y estratégico, capaz de leer las intenciones de los demás con una facilidad aterr
El bautizo de Elena se vuelve el acontecimiento del año. Con tres meses de edad, la pequeña se robó las miradas de ternura de los hombres más rudos y poderosos de Italia. Gerardo Bernardini, el elegido como padrino de la princesa Corleone, se tuvo que pelear con Dante para lograr tomarla entre sus brazos, porque se tomó muy en serio lo de ser su protector.Luego de la ceremonia en la iglesia, la que se hizo con la máxima seguridad posible, todos llegaron a la mansión Corleone para el festejo. Carreras de caballos, manos de póker y tiro al blanco fueron parte de las actividades para honrar a la pequeña.—Al menos ellos tendrán un buen recuerdo de este día —señaló Isabella a su esposo—. ¿Por qué no les demuestras que tienes mejor puntería que ellos, amor? En honor a la princesa de la casa.Y lo hizo, pero Dante nuevamente le dio la batalla, aludiendo que, si no era capaz de vencerlo a él, cómo se supone que sería un buen protector.—Tranquilo,
La mansión Corleone en San Luca está más viva que nunca. La luz de la mañana se filtra por los amplios ventanales, iluminando el mármol pulido y los lujosos pasillos llenos de historia.Renatto camina con paso firme, su presencia imponente impregnando cada rincón. Los hombres de confianza lo rodean, entregándole informes y asegurándole que su dominio sigue intacto.—El respeto hacia usted nunca ha sido tan fuerte, Renatto —dice uno de los capos, con una leve inclinación de cabeza—. Sus enemigos han aprendido la lección. Nadie se atreverá a desafiarlo nuevamente.Renatto asiente con gravedad. Ha derramado sangre para llegar hasta aquí, ha enterrado su pasado bajo montañas de cadáveres, y ahora su poder es indiscutible. Pero mientras escucha los reportes, su mente no está en las estrategias ni en los negocios. Su mundo ha cambiado. Ya no solo lucha por un imperio, sino por algo mucho más valioso: su familia.Después de finalizar la reunión, Re
El amanecer en la mansión de San Luca trae consigo una calma que ha sido extrañamente inusual en sus vidas. La brisa fresca de la mañana entra por los ventanales abiertos, acariciando suavemente los rostros de quienes han pasado la noche en vela.Isabella duerme profundamente en la enorme cama matrimonial, con su pequeña hija en brazos, envuelta en una suave manta blanca. Su expresión es de absoluta paz, un reflejo del alivio y felicidad que siente después de haber dado a luz.Renatto está sentado en un sillón cerca de la cama, observándolas en silencio. Sus ojos, normalmente llenos de dureza y calculo, ahora reflejan algo completamente distinto: ternura, devoción y una emoción que pocas veces se permite sentir.Sostiene un vaso con un poco de whisky, aunque no lo ha probado. No quiere perder ni un solo instante de esa imagen, de esa perfección que se ha instalado en su vida de la forma más inesperada.La celebración por el nacimiento de la nueva heredera de la familia Corleone se ext
El aire en la mansión de San Luca se siente pesado, cargado de una tensión contenida. Isabella camina de un lado a otro en su habitación, sintiendo cada vez con más intensidad las punzadas en su vientre. Sabe que el momento ha llegado, pero no quiere alarmar a nadie todavía. Sin embargo, su cuerpo la traiciona cuando un dolor más fuerte la hace doblarse ligeramente y soltar un jadeo involuntario.Renatto, que está en la habitación junto a ella inmerso en algunos reportes, se gira de inmediato, sus ojos oscuros reflejan preocupación.—Isabella… —se acerca en cuestión de segundos, sosteniéndola por la cintura—. ¿Estás bien?Ella cierra los ojos por un instante, intentando regular su respiración.—Creo que nuestra hija está lista para conocer el mundo —susurra con una leve sonrisa, pero su expresión se contrae de inmediato cuando otra contracción la golpea.Renatto no pierde el tiempo. Sin soltarla, saca su teléfono y llama al médico que
El sol se alza sobre San Luca cuando el avión privado aterriza en la pista de la propiedad Corleone. El viaje desde Suiza ha sido largo, pero tanto Renatto como Isabella están ansiosos por regresar a casa. A través de la ventanilla, Isabella observa la extensión de tierra que marca su territorio, la misma que, a pesar de estar envuelta en peligro constante, ahora representa también estabilidad. Una sensación extraña de pertenencia la invade.Renatto le aprieta la mano con suavidad. No ha soltado su contacto desde que abordaron el avión. Le preocupa que eso pueda afectar su embarazo.—Ya estamos en casa —dice, con una sonrisa de medio lado.Isabella asiente, acomodando su abrigo sobre su vientre, que ya acusa la cercanía del parto. La noticia de su embarazo ha cambiado muchas cosas, sobre todo la forma en que Renatto la protege, casi con una devoción absoluta.Ahora no sólo se enfrenta a enemigos en la mafia, sino también a sus propios miedos
Último capítulo