La mayoría teme a los Alfas. Pero Asha aprendió a temer algo peor: el vínculo. Exiliada, marcada como indeseable y perseguida por lo que corre en su sangre, Asha sobrevive como médica en una manada que no la quiere, pero la necesita. Sabe cortar tendones, ocultar rastros... y matar sin culpa. Su única regla: no volver a confiar en nadie. Hasta que Kieran Dusk, el Alfa más temido del norte, la marca sin permiso. No por amor. Por estrategia. Por control. Pero ese lazo despierta algo más que instinto. Los Lobos del Velo la están cazando. La quieren viva. La quieren abierta como una puerta. Porque Asha no es una Omega común: es una llave viviente que puede desatar horrores antiguos y romper el equilibrio de todo lo que respira bajo la Luna. Ahora, atrapada entre la furia de un Alfa cruel y las sombras de su pasado, Asha deberá decidir si va a obedecer… o a incendiarlo todo. En un mundo donde los vínculos se usan como cadenas, hay quienes nacen para romperlas.
Ler maisLa torre de huesos se mantenía en pie sin raíces, el viento no la movía, el fuego no la tocaba, las sombras no la atravesaban, era el nuevo centro, el lugar donde Asha caminaba sin reflejo, los "sin nombre" la seguían como a una diosa, no por elección, por necesidad, había nacido un orden donde los títulos se rompían, ya no existían Omegas, ya no existían Alfas, solo existía ella, Kieran, oculto entre los túneles de la frontera norte, respiraba con dificultad, no dormía, no hablaba, no era, lo único que le quedaba era la voz, pero no la suya.—¿La sentís? —susurraba algo dentro de él y él no respondía, porque sabía que si hablaba, lo que estaba enterrado saldría.Asha, sentada en lo alto de su torre, miraba hacia abajo, los "de la vieja marca" empezaban a reagruparse, sobrevivientes del sello original, fanáticos del viejo orden, guiados por el lobo de piedra: varían, varían no hablaba, tampoco rugía, pero sus ojos de obsidiana ardían con la ira de siglos, había servido a los ancestros
LunaLa luna no se alzaba, observaba y en sus ojos antiguos, Asha sentía el pulso de algo más que un ciclo natural, sentía un juicio, una condena, una marca que ardía desde el hueso, Kieran no esperó a que la energía se asentara, la encerró.—Sellad las puertas, rodead los sellos, nadie entra, nadie habla con ella.—¿Por cuánto tiempo? —preguntó Nerya.—Hasta que deje de ser una amenaza —respondió Kieran—. O hasta que el Eclipse se la trague.Asha fue llevada como se lleva a una criatura peligrosa: sin contacto, sin palabras, sin reconocimiento, las cadenas de hierro lunar le quemaban las muñecas, el suelo parecía negarse a sostenerla. —No llorás —susurró un guardia. —Hace siglos que ya no tengo lágrimas para regalarle a nadie —respondió ella.Kieran caminaba detrás, no decía nada, pero el vínculo entre ellos vibraba con una tensión antinatural, él no sabía si quería destruirla o dominarla y eso la hacía aún más peligrosa, la sala del Eclipse Caído fue abierta, allí la arrojaron, u
La marca ardía, Asha se presionó el cuello con los dedos, como si pudiera arrancarse la mordida que Kieran le había dejado sin su permiso, no era un sello de vínculo, era una cadena caliente, una forma de decirle al mundo: “esto es mío”, aunque ella no lo fuera, aunque nunca se dejara serlo, lo odiaba por eso, lo odiaba por todo, Kieran no apareció, no pidió disculpas, no explicó nada, el silencio fue su forma de dominio y Asha, al contrario de lo que todos esperaban, no se quebró, los informes no mentían, las desapariciones de Omegas aumentaban, no eran simples raptos: eran cazas rituales, todas las víctimas habían sido encontradas sin lengua, sin aroma, y con símbolos de invocación marcados con hierro fundido en el torso.—Esto no es una guerra —dijo Asha frente al consejo—. Es una purga selectiva, están filtrando a las Omegas con herencia lunar para quedarse con una sola: conmigo.—¿Y cómo sabés que no es paranoia? —preguntó Kael, cruzado de brazos.—Porque la última desaparecida t
El silencio posterior al combate era más cruel que el rugido de los enemigos, Asha estaba de pie, ensangrentada, con el cuello vendado por la mordida que Kieran le había dejado, no había una explicación, ni una disculpa, ni una mirada de entendimiento, solo dolor, solo irá, solo condena.—Me marcaste sin permiso —dijo, con voz seca, mientras el humo de los túneles aún flotaba en el aire.Kieran no respondió. Estaba apoyado en la baranda de piedra, la piel abierta en múltiples cortes, las manos cubiertas de sangre ajena.—Ni se te ocurra fingir que no lo sabías.—No lo fingí —murmuró al fin—. Lo hice, porque así se cierran las puertas y vos eras una puerta abierta. —Asha escupió sangre al suelo.—Entonces cerrame, pero no te atrevas a encadenarme. —Kieran la miró por fin, sin culpa, sin ternura, solo con cálculo.—No necesito que me ames, necesito que no me traiciones y la marca lo garantiza. —La Omega giró sobre los talones y se fue, sin más palabras, el vínculo ardía como ácido, no c
El rugido partió la noche en dos, no fue un aullido común, era grave, profundo, como si la tierra misma hubiera gruñido de rabia. Asha, la médica forzada de la Manada Umbral, levantó la vista con el ceño fruncido, sus manos estaban cubiertas de sangre, los guantes pegajosos, el cuerpo de un guerrero abierto en canal sobre la camilla improvisada, no era la primera vez que cosía vísceras, pero ese sonido... ese sonido no era parte del bosque, era una amenaza.—¡Sujétalo! —ordenó al joven Beta que la asistía, con una frialdad que ya no se molestaba en fingir.El muchacho obedeció, tembloroso, Asha no temblaba, había perdido ese derecho el día que la exiliaron, el día que la marcaron como “indeseable” y le arrebataron su aroma, desde entonces, aprendió que una Omega sin protección no sobrevive por empatía, sobrevive porque se vuelve útil... o letal.—¡Doctora, vienen hacia aquí! —gritó otro Beta desde el pasillo, con los ojos desorbitados.—¿Quiénes?—No lo sabemos, hay movimiento en el p
Último capítulo